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Barrios altos (1987)

Barrios altos
87 min.
4,1
359
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Sinopsis
Verónica, recién divorciada y con un hijo, comienza a reorganizar su vida y adaptarse a la nueva situación. Sus problemas quedan relegados a un segundo plano cuando muere asesinado Carlos, su masajista. Sabiéndose en peligro, Carlos dejó a Verónica un mensaje en el contestador: debía recoger un paquete escondido en los lavabos de una estación de ferrocarril. A partir de ese momento, Verónica no conocerá la calma. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Thriller
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Barrios altos
Duración
87 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
"Discreto, aunque simpático, debut del hijo de Berlanga (...) Cinta entretenida"
[Diario El País]
3
Floja y desangelada
Cuando el propio director confiesa rodar una película en una ciudad que desconoce, es evidente que no sacará partido a la iconografía de esa ciudad, mucho peor aún cuando se trata de un film muy urbano en tono de comedia en la Ciudad Condal, una Barcelona preolímpica al que el hijo de Berlanga no sabe sacar partido de sus lugares comunes e irresistibles. Al parecer fue el productor Alfredo Matas el que ofreció el film al hijo de Berlanga, José Luis que había aprendido el oficio como ayudante de su padre Luis, el cuál mantuvo siempre estrechos vínculos con el productor. “Barrios altos” propone sobre el papel una comedia urbana de intriga y aventuras, más de personajes que de situaciones, que flirtea con el thriller, la nota sentimental, el cómic del que se aprecia la estética en el film como en el dibujo de ciertos personajes, centrado todo ello en las desenfadadas peripecias de Verónica (una sobreactuada Victoria Abril), una aburrida burguesita, que un día se ve envuelta en un lío que intenta desentrañar tras la desaparición de su masajista.

Un oscuro asunto que rompe su vida monótona conociendo otro tipo de barrios a los que ella frecuenta, en este caso los barrios bajos, nuevas amistades (lumpen y maleantes de feroz catadura), perseguida, vapuleada y remojada, descubrirá que los mangantes de “cuello blanco” son los peores y más detestables villanos, y encontrará a un tipo duro (Lorenzo Santamaría) pero, en el fondo, bueno y bizcochable. Una trama rocambolesca que no conoce la psicología, y lo que es peor, bebe de la fotonovela y el folletín. Personajes singulares, corrupción, contrabando, sexo explícito de una Carme Conesa que muestra sus encantos como una improbable reportera de ajetreada vida sexual y también se añade más sexo como espectáculo de una sala porno (Bagdad), seguramente como toque de modernidad entonces.

La puesta en escena carece de imaginación, típica de un director debutante, deslucida y poco elaborada, donde no ayuda ese guión nada ingenio y poco brillante, todo es previsible y sin garra, sin química, los personajes no son creíbles, escenas chirreantes que no funcionan, desde la maldad del florido ex marido, al repelente niño sabiondo de la función que incluye la estrafalaria policía chapucera. Todo ello la convierte en una película sosa y rutinaria, de diálogos insufribles por su petulancia cómica. Todo es deshilachado e insatisfactorio en esta película totalmente olvidable que cerró las puertas al futuro cinematográfico de José Luis Berlanga, y es que la sangre y los genes no siempre heredan el talento.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
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