Mères et filles (2009)

Los conflictos no resueltos, los cabos sueltos, las palabras no dichas al interior de una familia. Tema profundo y primordial desarrolla esta película, de manera íntima, sin exageraciones. Narrado bajo el influjo de los acordes de un piano, da cuenta del paso del tiempo, fluyendo lento pero sin detenerse ante los acontecimientos.

Es una película de búsqueda del presente. La hija (Audrey) debe entenderlo para poder desenvolverse en paz por la vida. Está embarazada y no sabe cómo afrontar esa situación. Ella vive en Canadá y se siente sola y ha ido a visitar a sus padres a Francia. Necesita entender a su madre, saber la razón por la que tuvo que alejarse de su lado.

La madre (Catherine Deneuve encarna a Martine) le dice “debes mirar hacia el futuro”, pero Audrey se encierra a trabajar (intentarlo al menos) en la casa de su abuelo que ya falleció. Martine prefirió no vender su casa y dejarla abandonada, congelada en el tiempo, tiene miedo de afrontar el pasado.

Audrey recurre a otra estrategia. Busca el pasado en casa del abuelo y encuentra un libro de recetas de cocina de su abuela (Louise) que es una especie de diario de vida, donde expresa el amor que sentía por sus hijos: “me voy por un tiempo… para que seamos felices esta vez”.

La hija intenta acercarse a su madre con pequeños obsequios pero a Martine no le gustan esas muestras de afecto. Leyendo el diario averigua que la abuela no era feliz al lado del abuelo, y encuentra el dinero que no se llevó consigo.

La manera de acercarse que encuentra Audrey es compartir los silencios con su madre: va a su consulta médica, visitan la tumba del abuelo, viajan silenciosamente al hospital.

Audrey conversa literalmente con la abuela, la magia del cine. Entiende su forma de expresar cariño: “quiero que Martine estudie”, un anhelo que ella nunca pudo realizar debido a su origen modesto. Quiere que sea una mujer independiente.

Cuando Martine, que se había negado a escuchar a su hija, descubre que su madre no se había llevado el dinero, le cuenta que también dejó una maleta con sus cosas y presienten lo peor.

En ese minuto le dice que cuando niña oía susurrar a la gente en la calle, y ella solo quería que su madre estuviera orgullosa, quería ser fuerte, y le confiesa que su actitud, se debe a que siempre quiso que Audrey también fuera una mujer fuerte, como lo fue su madre y ella misma.

Asistimos a un amanecer esplendoroso. La madre se ha puesto un vestido horrible que le regaló su hija, mientras Audrey se despide de su abuela que no volverá a aparecer. Ya no la necesitan.

Bellísima película.