arrow

Aa bakudan (Oh Bomb!) (1964)

Sinopsis
El jefe de sexta generación de la yakuza Ona, Daisaku Ona, intenta retomar su posición al frente de la organización tras pasar tres años en prisión, pero descubre que su banda se ha transformado en una corporación y que su nuevo líder hace campaña como candidato a las elecciones municipales. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Musical Yakuza & Triada
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Aa bakudan (Oh Bomb!)
Duración
95 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Cornell Woolrich
6
El yakuza miserable, el político imbécil, la pluma explosiva y los 10 yenes que no aparecían
¡Ay, la pluma!, ¡ay, la pluma!, ¡tanto esfuerzo y no hay fortuna!
¡Pobre de mí, pobre de mí!, ¡que todo lo perdí y nada pude recuperar!
¡De un lado a otro, qué mareo!, ¡la dichosa pluma va y viene para al final explotar!

Es difícil, o imposible de creer, la existencia de un título como el presente de no ser por quien se halla tras la cámara. Kihachi Okamoto, a mitad de aquellos años '60, ya era considerado uno de los directores con más personalidad de la Toho, y habiéndose desempeñado con la precisión de un reloj suizo en el cine de acción, que varios éxitos acumuló, sus jefes le permitieron más libertad...no se sabe si para bien o para mal. Y es que era un hombre dotado de una imaginación desbordante que poco o nada cuadraba dentro del más tradicional sistema de la productora de Akira Kurosawa.
"The Elegant Life of "Mr. Everyman" " fue desde luego el paradigma del tipo de cine que deseaba hacer, lo más desconcertante, divertido, crítico y absurdo posible, y "Ah, Bakudan!" la gota que colmó el vaso para los ejecutivos de la casa y por ello hubieron de ponerle freno encargándole obras de contenido más serio (al estilo de lo que sucedía en Nikkatsu con Suzuki). Al parecer, aunque las versiones son dispares, Tomoyuki Tanaka encarga adaptar el cuento corto "Adventures of a Fountain Pen" que el maestro del suspense literario Cornell Woolrich publicara en 1.945; pero él hace lo que quiere, por supuesto...

Abramos, en primer lugar, el tupido telón con que se presenta esta historia. Voces de teatro que nos anuncian, en una celda oscura, a Daisaku Ona, yakuza de tradición condenado a tres años; al estilo efectivamente de una función kabuki o más bien una pieza kyogen, Yunosuke Ito, en el papel de su vida, aparece relatándonos los hechos que le han llevado a prisión. Le acompaña un sobresaliente Hideo Sunazuka como su compañero, experto en atentados con explosivos; dramatismo y sobreactuación, caracterizaciones grotescas, ya empiezan a enhebrarse los primeros hilos del delirio en su película, aunque no es más que la punta del iceberg.
Al salir al exterior todo se vuelve mucho más increíble. El periodo encarcelado no ha sido mucho, pero el mundo que se va encontrando Ona es distinto a como lo recordaba; premisa básica de un drama de yakuzas de la época: aquí éste recorre sus lugares habituales y averigua que han perdido su brillo y que ya no es él quien los controla. Desde su cuartel general al cine donde entraba sin pedir permiso, incluso su propia casa, todo ello está en manos de otra persona, un imbécil que aspira a ser el próximo alcalde de la ciudad. Lo que daría para un drama o un intenso "thriller" negro subvierte su orden y se transforma en algo nunca visto.

Okamoto cruza en un solo escenario (la ciudad) y bajo un blanco y negro extrañamente tétrico, un abanico de géneros que al unirse resulta en un todo ecléctico y alucinógeno; principalmente dominando el drama y el suspense consigue que la comedia se infiltre por todas partes y eleva cada situación al puro disparate "slapstick", reforzado por su puesta en escena deliciosamente vanguardista: cortes y cambios de lugar inesperados, música y sonidos teatrales de fondo continuamente, ruptura temporal, erotismo ligero, juego de perspectivas, luces y sombras aprovechando las ventajas de rodar en estudio...el cineasta se atreve a todo y más.
Para rellenar huecos incluso introduce alegres números musicales parodiando el estilo de sus coetáneos Umetsugu Inoe, Toshio Sugie o Shuei Matsubayashi; desde luego Suzuki se divertiría mucho con un espectáculo como este. De fondo brota una crítica feroz y afilada contra los cambios en la sociedad del momento; el honorable jefe yakuza destronado por los políticos democráticos, benevolentes y en contra de la violencia en público pero auténticos miserables en privado, personificados de maravilla en ese repulsivo y cobarde Yato cuya única ambición es hacerse con el control del territorio a través del poder político y la manipulación de las masas.

Cualesquiera que fueran las intenciones de los jefes de Toho de realizar una adaptación más o menos seria de Woolrich se pierde en la locura de los numerosos "gags" que desafían nuestra lógica y sentido común, y, del mismo modo, la del argumento. Ona y su viaje de descubrimiento al son de la marcha kyogen es lo que alimenta el drama, pero en él participan numerosos personajes con sus propios problemas para adaptarse a esa sociedad nipona moderna. El símbolo de la democracia, una estilográfica, se convierte entonces en el elemento clave, pagando Okamoto por fin la deuda con el relato.
Al esparcir aquí y allá a un mosaico de secundarios de tan distinta posición social, el protagonista va quedando cada vez más relegado, hasta que la pluma acapara la atención por completo, siendo su viaje ahora lo importante; de mano en mano, de escenario en escenario, ella se desplaza sin rumbo fijo, como una imagen, un símbolo efímero de ilusión y esperanza, que da clase y prestigio...sin embargo cambiando demasiado fácilmente de dueño y de precio original. Irónico sobre todo pues dentro de ella está el explosivo que Ona y Taro han preparado para Yato, y que vuelve al lugar que le corresponde sin que nadie pueda preveer el descabellado resultado final.

Resultado que Okamoto nos reserva para terminar ese viaje por todo lo alto, dejando, de todas formas, que nada se resuelva, que nada termine. El kabuki del viejo yakuza cansado contra los pasos de twist que bailan alrededor suya es lo único que queda claro: ese choque entre las generaciones que tanto dividían al país en la convulsa era de los '60.
Impredecible parábola de la extinción, parodia fuera de toda norma, la forma, el ritmo y la estética desatados, un humor que de principio a fin no frena su locura. Okamoto sigue perfilándose como una de las voces más poderosas y originales de su tiempo, pero eso no lo comprendían en Toho...
[Leer más +]
Sé el primero en valorar esta crítica
Más información sobre Aa bakudan (Oh Bomb!)
Fichas más visitadas