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María, matrícula de Bilbao (1960)

María, matrícula de Bilbao
84 min.
5,0
148
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Sinopsis
Bilbao, años cincuenta. Para que la tradición familiar marinera no se rompa, "El Viejo", un anciano lobo de mar, obliga a su nieto Luiso a seguir el oficio de sus antepasados como patrón de pesca del barco María. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Aventuras marinas Pesca
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
María, matrícula de Bilbao
Duración
84 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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5
Cine amable con olor a naftalina
A veces resulta preferible enjuiciar algunas películas tomando hacia ellas cierta distancia; separando, por decirlo así, el fondo de la forma. Y uno es consciente de lo arduo de la tarea, de lo complejo que supone admitir que una obra es formalmente buena, pero tramposa en su mensaje, en el poso que pretende dejar una vez concluida. Tal vez, si empleáramos tales mimbres para juzgar obras clásicas de la historia del cine, algunas de ellas no pasarían el corte debido a sus taras narrativas o simplemente a su inconfundible tufo adoctrinador.

El húngaro Ladislao Vajda debió encontrar en el imaginario español un buen caldo de cultivo para contar historias, y en su industria cinematográfica adecuado acomodo para hacerlo a sus anchas. Más o menos. Lo cierto es que descubrió en el mundo infantil y en el actor Pablito Calvo un quizá inesperado filón del que supo extraer tres películas de éxito que perviven en la memoria colectiva. Pero también fue el delicado universo de la infancia quien le dio jugoso material para su única obra maestra, El cebo, esa terrorífica y oscura película que, aunque no lo parezca, también le pertenece.

Vajda y el escritor José María Sánchez Silva ya habían colaborado en la exitosa Marcelino, pan y vino, y tal vez quisieron repetir la fórmula. Inspirándose esta vez en una obra firmada a pachas por el mencionado Sánchez Silva y Luis de Diego, María, matrícula de Bilbao sigue los pasos de Luiso, un niño cuyos abuelo y padre pretenden que no abandone la tradición marinera familiar y aprenda el oficio de patrón de barco.

Todo esto a pesar de las reticencias de su madre y su tía, que han imaginado para el crío un futuro muy distinto, más halagüeño, y las dudas del propio chaval. Así que, para despertar su dormida vocación naval, el padre se lo lleva con él en sus viajes, lo que suscita una serie de acontecimientos que también sacarán a la luz una antigua tragedia familiar.

Vajda narra todo esto con vocación clásica, manejando diestramente las claves del cine de aventuras y apelando a la emoción del espectador con pequeños apuntes sentimentales. La fluidez de la historia y el innegable talento del húngaro para contarla hacen que la película se vea bien, que discurra plácidamente por la retina y los oídos del espectador. El problema es, quizá, su excesivo olor a naftalina, fruto seguramente de la época en que se rodó, y su complaciente desenlace, en el que aflora un mensaje moralizante difícil de asimilar. Como suele decirse, para ver y olvidar.
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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
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