¡Nos volvemos a casa! (2021)

He aquí una de esas pelis de animación que te dejan pensando que no ha estado mal lo que has visto y que a los niños al menos no les han querido inundar la mente con basura, lo cual no es poco dados los tiempos que corren. No es un título demasiado conocido dentro del género de la animación y por ello las expectativas que se pueden tener antes de verla son más bien bajas, pero una vez se inicia su visionado, conserva esa parte aventurera sin estridencias ni gilipolleces que consigue enganchar y mostrarse noble y simpática.

Me ha gustado no encontrarme con personajes obscenos y maleducados que rindan tributo a la grosería para intentar empatizar. Se agradece. Y me ha gustado no encontrarme una estúpida moralina barata llena de falso ecologismo anticapitalista salvador del medio ambiente y del planeta Tierra y demás tontadas. Se agradece ir a ver una peli de animación y no acabar sintiéndote culpable de asesinato por haber llenado el depósito de tu coche o haber chafado un mosquito con ganas de chuparte la sangre. Este es el panorama y con tan poco se conforma uno cuando pretende ver una peli de animación con su hijo. Hasta ese punto hemos llegado. Y si luego la peli encima es entretenida y hasta consigue hacerte despertar unas sonrisas, pues miel sobre hojuelas. Y de hecho esta historia consigue despertarlas por tener momentos divertidos y consigue entretener por lucir una narrativa y una trama que conducen a algún final con pies y cabeza donde todo tiene sentido y huele a buena construcción. Sí que hay algún punto en el cual el uso de la larguísima contraseña de turno suena un tanto forzada como recurso para salir del paso, pero es algo perdonable y sin importancia.

Juega a mostrarte aquello de que las apariencias engañan y de que no hay que dejarse influir demasiado por las críticas ni por los halagos y de paso le suelta un guantazo en toda la boca a la tecnología móvil y a las redes sociales por mostrar mundos falsamente idealizados y perfectos que al final son carne de cañón para crear borregos. Así que sal un poco más al campo y mantén contacto con la vida real y deja de ver el mundo a través de un cacho de cristal.