Cómprame un revólver (2018)

El cine mexicano dejo hace tiempo de ser un apestado, gracias en parte, a la gran influencia de sus mejores realizadores, que una vez han exportado tan contrastado talento a su vecino norteamericano, ha provocado un incuestionable crecimiento e interés de sus propuestas en los último años.

Con una clara vocación independiente, se presenta esta original distopía, ambientada en un México indeterminado, en el que los señores de la droga parecen haber acabado por dominar un territorio basto y polvoriento, aquejado de graves carencias en los aspectos más básicos.

La violencia de un país, que tiene ese concepto arraigado como un cáncer social incurable, es el motor de un trabajo rocoso y agresivo, que consigue crear verdadera tensión en los puntos más críticos de su metraje, pese a adolecer por momentos de un ritmo algo cansino y contemplativo.

Tras la cámara, el veterano Julio Hernández Cordón, que parece olvidar aquella premisa de no trabajar nunca con animales o con niños, justo a estos últimos, entrega el control de una historia que no muestra condescendencia, mostrándose firme e imaginativo, para resolver una serie de escenas con un talento visual bastante ingenioso.

Para terminar, destacar un par de planos cenitales verdaderamente sorprendentes, en concreto, el de la cabalgata nocturna de vehículos, podría ocupar sin problemas un espacio en la saga ‘Mad Max’, quizá un estilo que ‘Cómprame un Revólver’ debería haber reclutado con más intensidad para su causa, elevado su consideración de modesta a una etiqueta algo más entusiasta.


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No entiendo por qué la valoración media está tan baja. Me ha parecido una magnífica película, no perfecta, pero muy, muy buena y argumentaré por qué. Quizás el público que la ha visto es un espectador experto aficionado a festivales que no le impresionan las imágenes y mensajes, o quizás al revés, les ha parecido demasiado duro el mundo que retratan y les ha incomodado... quién sabe.

La película llega Directa, y pega en el corazón duro. Eso lo hace muy bien. Cuenta una supuesta distopía de un mundo controlado por narcos en México a través de una corta historia de una niña y su papá. El mundo que retrata yo no lo veo tan ficticio, es muy real y está ocurriendo actualmente en varias zonas de México. Así de atroz y cruel, o incluso peor. Basta haber vivido un poco en el norte de México para saber que eso tiene poco de ficción, y que se está relatando algo con tanto detalle y veracidad que ha de estar inspirado en vivencias reales. Quizás es lo que ha incomodado a algunos espectadores para no gustarle las película. Vi como alguien salia de la sala antes del final.

Pero la película tiene unas cualidades tremendas. Es capaz de narrar con poesía en las situaciones, imágenes y diálogos, ese mundo duro a través de la mirada tierna e ingenua de unos niños que conviven (apenas sobreviven) en él. La poesía funciona y no es para nada cargante. El carisma de todos los personajes es inmediato, tanto que nos asombra y nos duele cuando matan a uno que apenas acaba de aparecer. El ritmo de la película en muy bueno, y la tensión que transmite en algunas escenas es brutal, me dolía la mano de como mi pareja me estrujaba a veces. Ya quisieran muchas películas de Hollywood llegara esos niveles de tensión y de empatía con los personajes de la mayoría de las producciones.

Lo único que me hubiese gustado es que durase más la película y que se alargase la historia un poco, pues no llega ni aa la hora y media, y había cuerda para rato en esta historia.