Arma final (1998)

A riesgo de caer en la fiebre (ya cansina) de la “retrofilia” que nos invade desde hace unos pocos años, me gustaría rememorar aquella época en la que un servidor salía a la calle él solito con cuarenta duros en el bolsillo (lo de ‘él solito’ lo he acuñado porque estoy hablando de un niño de entre 5 y 9 años, no más) y, encarando la zona BETA del videoclub de su barrio, se ponía a rastrear pelis de kárate o ninjas (ambos términos eran sinónimos en ese tiempo), o mejor aún, de acción-acción-acción. Como los niños pequeños todavía no se han enguarrado de prejuicios snobs, una cinta de Arnold (serie A), una de Chuck (serie B) y una de Robert Ginty (el de la saga EXTERMINADOR... o sea, serie B tirando a doble Z) tenían exactamente el mismo valor de disfrute. Así que entre 1988 y 1992 (año en que los vídeos BETA desaparecieron casi por completo de los estantes) no fue raro que me quedase viendo a un metro de distancia de la pantalla y de rodillas en el suelo (mientras merendaba pan con Nocilla) INDIANA JONES, LAS MINAS DEL REY SALOMóN o (¡atención!) LAS AVENTURAS DE TENNESSEE BUCK con igual igual, e insisto, igual entusiasmo.

Recuperando ese espíritu de búsqueda del entretenimiento por encima de consideraciones elitistas, chuminosas y pelmas, cuando vi ARMA FINAL experimenté ese regustillo mental que uno siente cuando le viene un olor que le evoca instantáneamente recuerdo de infancia, o cuando entra en un lugar en el que no entraba desde que se era un chiquillo chico y le vienen imágenes en las que no pensaba desde hacía décadas. Y sin lugar a dudas, esta película me habría encantado con aquella edad. Máxime, si encima la protagonizaba uno de mis grandes héroes, el puto amo del Pressing Catch del TeleCinco mañanero.

Pero hay un problema... ¡Ya no estamos en 1990! Cuando la he visto, no tenía ocho años, sino treinta y... tantos. ¿Debe parecerme una mierda, como a los demás usuarios de esta web? Pues no, mira. Tan sólo la compadezco, porque posee alto despliegue para una cinta claramente destinada a tele/videoclub (en serio, jamás comprenderé dónde le sacan el beneficio a estas películas), y sólo por el hecho de tener como estrella a Hulk Hogan, ya tiene el estigma hipster de que tiene que ser horrible.

Yo la he visto y he gozado. Con sus tiros, sus golpetazos, sus explosiones a cámara lenta, su tecnología de los noventa que iba de ultra-vanguardista, su tupé absurdo (si todos sabemos que es calvo...), su formato de cámara digno del Ranger Walker, sus secundarios que nunca vi antes y jamás volveré a ver...

Mola, coño. Mola.