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Las inquietudes de Shanti Andía (1947)

Las inquietudes de Shanti Andía
121 min.
5,5
110
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Sinopsis
Durante su amarga vejez, el protagonista va recopilando los fragmentos de un diario escrito en diferentes épocas de su vida. Así conocemos su infancia en el pueblecito vasco de Lúzaro, su juventud soñadora en tierras gaditanas, sus venturas y desventuras como capitán de fragata y, sobre todo, la fascinación por su tío Juan de Aguirre, trasunto de antiguos marinos vascos y verdadero héroe de la novela de Pío Baroja, cuya vida aventurera está plagada de pintorescas peripecias. Con la conciencia de una vida malgastada, Shanti Andía muestra una nostalgia inmensa por el mar que antaño recorrían hombres viriles y llenos de afán de aventuras, siempre en conflicto con la sociedad convencional. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Aventuras marinas
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Las inquietudes de Shanti Andía
Duración
121 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Pío Baroja
6
La fascinación de un niño por ser marino
Uno de los mitos más aceptados universalmente es el de la inocencia de los niños. Lo maravilloso de esta película de aventuras es que está vista desde la percepción infantil, sin que eso nos impida que nos demos cuenta de que no son conscientes de muchas de las cosas que suceden a su alrededor. Decía un poeta griego que hay tres clases de hombres: los que viven, los que mueren y los que están en el mar. También decía que antes de vivir, hay que navegar. Narrada en varios “flash back” nuestro protagonista nos acerca a su vida y vivencias, ser marino como toda su estirpe familiar.

Excelente adaptación de la novela homónima de aventuras de Pío Baroja, un escritor vasco de buena ley que tiene en su haber aquella frase célebre propia de un hombre sabio y culto: “Los nacionalismos se curan viajando”. Novela en la línea de escritores aventureros como Jack London o Joseph Conrad, aunque él personalmente nunca practicó la fisicidad de la aventura real, pues siempre fue imaginada y relatada pero nunca vivida. Arturo Ruiz Castillo fue un cineasta culto y preparado, un intelectual amigo de Federico Gª Lorca durante la república y que venía del mundo del cortometraje, cuyo debut en el largo sería con esta estupenda película de aventuras marítimas que cuenta con la música de Jesús García Leoz y la fotografía en un excelente tono de matices del blanco y negro del maestro Manuel Berenguer.

La historia surge en la madurez elevada de Shanti. Durante esa melancólica época, el protagonista nos narra los recuerdos de su ajetreada vida, desde su más tierna infancia, hasta saber la verdad oculta de su familia, los Aguirre. Shanti Andia (Jorge Mistral), descendiente de una casa nobiliario antigua de Guipúzcoa, asiste todavía un niño, al funeral y posterior entierro de su tío Juan de Aguirre (Manuel Luna), aunque la criada de la casa, le advierte en secreto que su tío no ha muerto y que la caja está vacía, porque su tío era en realidad un pirata que se dedicaba al trabajo de la esclavitud, que está preso en un pontón de Inglaterra, pero que su abuela ha decido darle por muerto. Esta historia despierta en Shanti la fantasía, y su tío se convierte en un personaje fascinante para la mente del niño que, tras pasar su infancia en el pueblo de la costa vasca de Lúzaro, está decidido en convertirse como Don Ciriaco, un amigo de la familia, en piloto de fragata, recorriendo los mares.

La puesta en escena es vigorosa y creativa, aunque deudora del peso de unos diálogos excesivamente literarios que no lastra en demasía el desarrollo cinematográfico, pues la magnífica interpretación de los actores hace creíble la trama, así como lo interesante de la historia permite mantener el interés. Hay misterio e imprudencias, amores y fracasos, no falta el cante y el folclore hispano, la aventura física y moral que deviene en una odisea humana como consecuencia de esa aventura. Recreando un mundo mitológico de los peligros del mar, de piratas y negreros que traficaban con la raza humana. Una película insólita y muy alejada de los estándares del cine español de los años 40.
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Película conducida por el relato homónimo de nuestro gran novelista del '98 Don Pío Baroja
En el transcurso de su agridulce vejez, el protagonista va haciendo una recopilación de partes de un diario que ha ido escribiendo a lo largo de su vida. Es así que el film nos va desvelando su infancia en un pueblecito vasco o su juventud aventurera e idealista como marino en tierras de Cádiz.

Esta película es el resultado de la adaptación de una conocida obra del gran escritor de la Generación del ´98 Don Pío Baroja, de título homónimo, publicada en 1911 y que su autor clasificó en la serie El mar. Es una novela al igual que la película, de aventuras. Pues aunque Baroja es más conocido por su obra relacionada con el realismo social que por sus novelas de aventuras, sin embargo Don Pío es un gran relator de este género que él escuchaba en su familia.

Tras un documental que realizó Arturo Ruiz del Castillo (“Castillos en España”, 1944), esta sería la segunda película (ópera prima) que dirigiera. Ruiz del Castillo no fue meramente un director de exaltación nacional en la era franquista (recuerdo aquí la película ya comentada en estas páginas, El santuario no se rinde, 1949); era, aunque parezca paradójico, todo un intelectual amigo, entre otros, de Eduardo Ugarte y del mismísimo Federico García Lorca, a quien en tiempos de la II República había ayudado a fundar la Barraca, grupo de teatro itinerante en el que colaboró como técnico y dibujante.

Con un guión del propio Ruiz del Castillo, tiene la cinta unos diálogos excesivamente literarios que salen bien parados por las grandes interpretaciones del film. Un libreto cuya primera parte parece un relato sobre las consecuencias de una vida de aventuras, pero cuya clave más llamativa es el misterio familiar.

En el reparto tenemos a un Jorge Mistral que lo hace muy bien como protagonista principal, dando el físico y la presencia en su papel del marino valiente y aventurero. Manuel Luna hace un trabajo que además de ser muy interesante está cargado de matices. A Josita Hernán la vemos alejada de sus habituales trabajos en la comedia, aquí en un rol dramático muy distinto y bueno. Y quiero recordar la presencia en un breve papel de secundario de un jovencísimo José María Rodero.

Nostalgia, melancolía, misterio y aventura son los ingredientes de un film para el que el tiempo no ha pasado en vano, que se salva por el empeño de Ruiz del Castillo que tuvo que rodar con gran escasez de medios de la mejor manera posible. Es un valor igualmente el reparto; y, cómo no, es una garantía la interesantísima historia de Baroja que bien merecería que algún productor avezado la volviera a llevar al celuloide.
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