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La pródiga (1946)

La pródiga
86 min.
5,5
101
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Sinopsis
España, 1950. En plena campaña electoral, tres jóvenes utilizan todas sus estrategias para situarse en Madrid como diputados a Cortes. Sin embargo, en el pequeño pueblo de Abencerraje nada se mueve sin permiso de doña Julia Castro-Alares. Como la influencia de esta señora resulta decisiva, los muchachos deciden hacerle una visita para solicitar su ayuda y, de inmediato, entre Guillermo y ella surge una inesperada pasión. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
La pródiga
Duración
86 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
6
La condena del amor libre
Es la tesis principal de esta interesante historia de pasiones desaforadas narradas en un largo “flash back” que abarca todo el film. La de un político triunfador que evoca sus melancólicos recuerdos de un desgarrado amor por una mujer madura e independiente. La lealtad de los criados, la lucha de clases encarnada en el hijo del capataz (Fernando Rey), que recuerda al mozo de cuadras de “Cumbres borrascosas”, las habladurías chismosas sobre una mujer adelantada a su tiempo, amigos de conveniencias en intereses espurios. De todo ello habla este melodrama decimonónico que navega entre el realismo y el romanticismo, articulado sobre dos temas: el asunto político y el asunto amoroso que protagoniza una mujer virtuosa y altruista. Aunque la película propone un cierto liberalismo progresista, lo que de verdad esconde, seguramente por la censura, es el moralismo conservador más acérrimo.

El film nos presenta a dos personajes principales totalmente antagónicos, Julia (Paola Barbara), quien representa a la heroína romántica que no quiere someterse a las convicciones sociales, y por otro lado tenemos a Guillermo de Loja (Rafael Durán), un destacado político quien busca una vida convencional. Otro papel importante es el que cumplen los aldeanos, quienes funcionan en toda la obra como conciencia colectiva. Julia es una mujer de mundo, conocida como “La Pródiga”, que desdeñada y arruinada se retira de la vida social y se refugia en una hacienda salmantina. Allí la descubre Guillermo de Loja, un joven político que llega hasta ese lugar con motivo de unas elecciones. Guillermo se enamora de Julia y quiere casarse con ella, La Pródiga aunque también está enamorada se niega al matrimonio por las dificultades que se les oponen, la diferencia de edad y su pasado. Finalmente Julia acepta a Guillermo, que después de ver frustrada su carrera política se retira al campo junto a ella, sin embargo accede La Pródiga a esta unión pero sin casarse y bajo la condición de que cuando llegue el hastío del joven se separarían. Esta situación llega inevitablemente, agravada por la actitud hostil de los aldeanos que no ven con buenos ojos esta unión de su señora.

Un aura romántica recorre toda la película, así como los avatares políticos. El egoísmo y la codicia de dos antiguos compañeros políticos le empujan a recordar un tortuoso pasado. Guillermo de Loja se nos presenta como un joven romántico que cree despreciar a la sociedad y a lo mundano, prefiriendo a esto el amor de Julia en la soledad del campo. Poco a poco va descubriéndose a sí mismo y así descubrirá que está hecho para la vida cortesana. El director amante de la literatura Rafael Gil, tras su gran adaptación de “El clavo”, vuelve a adaptar otra novela de Pedro A. de Alarcón, respaldado por el gran productor Cesáreo González de Suevia Films. Gran reparto que no voy a enumerar pero que son muy adecuados a la trama y su contexto dramático, poético y lírico.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Los sacramentos y el trabuco
Curiosa y bien dirigida película donde se disculpa en cierta medida la inobservancia del quinto mandamiento por hacer respetar los sacramentos del matrimonio y la eucaristía, algo típico de la reacción católica, que siempre consideró que el bienestar del alma era un bien superior al del cuerpo; reacción bien representada por el hábil e infravalorado novelista Pedro Antonio de Alarcón, cuya particular visión ideológica casaba con el nacionalcatolicismo del régimen de La Culona. Es en esos parámetros teológicos donde tiene cabida, supuestamente como personaje positivo, esa especie de ‘yihadista” ultramontano encarnado por un enloquecido Fernando Rey que va pegando tiros al impío, corrupto y liberal protagonista de la cinta.

A pesar de ello es de agradecer, en el contexto mojigato de aquellos crudos años cuarenta, que la mera exposición del concubinato anticristiano fuera por sí misma un soplo de aire fresco y un conato de oculta rebeldía, y que la evidente infelicidad del protagonista en un matrimonio “como dios manda” y su añoranza del amor pecaminoso, una tímida corrección de la propia tesis del filme. Por ello, y por la eficaz labor de Rafael Gil, de la mayoría de los intérpretes y por unos soberbios decorados de Enrique Alarcón, merece la pena verse esta ‘Pródiga’.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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