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Interior. Leather Bar. (2013)

Interior. Leather Bar.
61 min.
5,1
474
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Rodada en 1979, A la caza de William Friedkin levantó mucha polémica y 40 minutos de película fueron cortados. Más de tres décadas más tarde, los cineastas Travis Mathews y James Franco se preguntan cómo podría ser este material que quedó fuera. Interior, Leather Bar arranca con la introducción al proyecto para luego dar paso a la libre recreación de aquellas escenas que fueron eliminadas. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Homosexualidad Cine dentro del cine Cine independiente USA
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Interior. Leather Bar.
Duración
61 min.
Guion
Fotografía
Compañías
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8
Inédito James Franco
Puede que jamás lleguemos a entender a James Franco. Si su patética presentación en la gala de los Oscars de hace dos años fue un boicot intencionado o la constatación de un escaso carisma. Si tiene cara de colocado o es que realmente se pone de hierba hasta las cejas. Si es gay, hetero, bisexual o todo lo que haga falta para jugar a la ambigüedad. En definitiva, si nos toma el pelo desde un particular e incomprendido sentido del humor.

Lástima que el mejor acercamiento al actor, guionista y director, esta Interior. Leather Bar que se proyectó de tapadillo en la sección Seven chances del Festival de Sitges, esté condenada de antemano a la marginalidad y al olvido. Porque más que una provocadora propuesta de sexo homosexual y explícito, es una lúcida y sugerente reflexión sobre el mundo del cine.

Para el presentador de esta sección alternativa del certamen fantástico, la cinta de Franco no debería considerarse realmente como una película sino más bien como un extra de DVD, una pieza de Making off. Y es que el actor, junto a su amigo Travis Matthews, nos muestra entre bambalinas el proceso para recrear los 40 minutos que la censura vetó del thriller de los 80 Cruising (A la caza), en el que Al Pacino se infiltraba en los ambientes gays más sórdidos de Nueva York para atrapar a un asesino de homosexuales.

Puede que se me escapen las sutilezas escondidas entre el material adicional de los DVD, pero dudo que contengan tantas lecturas y sean tan valientes como Interior. Leather Bar. ¿Qué pretende James Franco recreando las escenas prohibidas de Cruising? Lo primero que viene a la cabeza es el escándalo, el golpe de efecto, la llamada de atención. El sexo sin tapujos como la vía más fácil para lanzar un mensaje.

Franco no escurre el bulto y traslada a la platea el debate sobre la utilidad de su obra. El propio protagonista de este experimento sin precedente conocido, el actor de segunda que debe ponerse en la piel de Al Pacino, le plantea a los directores sus dudas sobre el valor artístico del proyecto. Lo bueno es que aparentemente ni los propios realizadores le encuentran el sentido a Interior. Leather Bar. Pero tras esa apariencia de anarquía e improvisación se evidencia un gran ejercicio de metacine y una clara voluntad de denuncia.

Empezando por Val Lauren, este protagonista desconcertado por un papel que no logra comprender. Su pánico a involucrarse en una propuesta con actores homosexuales, dispuestos a desnudarse, morrearse y follarse por la buena causa, por los fines artísticos, es un claro tirón de orejas al gremio de actores, más inclinado a la seguridad de los guiones que a la experimentación de nuevas formas de expresión. ¿Acaso el buen intérprete debe autolimitar el talento a sus convicciones personales?

Entre orgías, azotes y bozales de cuero, el actor va desprendiéndose de sus recelos. Los diálogos que mantiene con James Franco sobre la explicitud de las imágenes sexuales, a pesar de su obviedad, no dejan de ser brillantes. ¿Por qué la violencia en el cine escandaliza menos que el primer plano de dos cipotes? Interior. Leather Bar no busca la provocación, persigue el debate. No es una película homosexual, sino para amantes del cine. Lamentablemente quedará como la última frikada de James Franco que abarrotó de mariquitas el cine Prado de Sitges.
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19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Uncensored.
William Friedkin es uno de los directores americanos más influyentes del cine moderno. Esta afirmación ni siquiera debería ser puesta en duda, pues sus películas, desde principios de los setenta, sentaron las bases icónicas de toda una vasta red de films posteriores que, si bien no plagiaron de forma descarada sus obras, como mínimo supusieron una fuerte inspiración. Títulos de la categoría de The French Connection y El exorcista no deben, a estas alturas, ser ya reivindicados, pues su contundencia y su intachable legado continúan resonando en nuestros días. El veterano director siempre se ha caracterizado por el narcisismo de sus propuestas, donde primaba la virulencia de la sordidez humana, la violencia innata y la perversión en sus más amplias y extendidas formas.

Solo así se puede entender una película como A la caza (Cruising), donde Friedkin se introduce en los fondos más bajos y oscuros de Nueva York donde el escenario protagonista son los clubes homosexuales clandestinos donde tienen cabida, como templo de profanación de la carne, el sadomasoquismo, el fetichismo más variado y los juegos perversos de dominación-sumisión con alto contenido explícito y erótico. Tanto así que la censura prohibió que en su montaje se utilizaran 40 minutos de película filmada donde estos actos cobraban especial relevancia y visceralidad. El director, incluso, llegó a ser amenazado de muerte durante el rodaje de la película. El siempre avezado James Franco, interesado por este tipo de temas controversiales, junto al realizador Travis Mathews, recrea en Interior. Leather Bar lo que podrían haber sido esos fragmentos mutilados y perdidos en la historia del cine.

Para ello, acude a una suerte de falso documental donde experimenta una construcción del lenguaje que cabalga a medias entre la realidad y la ficción. Para ser exactos, entre el proceso de creación de dichas escenas en los clubs, que incluye castings, pases de texto, conversaciones actorales, llamadas telefónicas y planes de trabajo, y la filmación de las mismas, donde ambos directores no han escatimado a la hora de bucear por el imaginario de Friedkin allá por 1.979 a la hora de radiografiar la depravación y la lascividad. De hecho, las prácticas sexuales en este proyecto-película contienen dosis puntuales de sexo abiertamente pornográfico, algo que ya pudo verse en la anterior película de Franco, The Broken Tower. Monopolio del placer y el dolor como contraataque hacia la censura y las mentes puritanas y cuadradas, podría inferirse de una obra que carece de esquema narrativo para allá de servir de espiritual making-of moderno a una película ochentera que podría haber sido, incluso, mucho más contundente y valiente de lo que ya de por sí se la recuerda.

Friedkin, Mathews y Franco. Directores de diferentes épocas y diferente, quizás, modo de ver el cine, pero si en algo coinciden los tres es en el método de hacerlo posible. Un cine punzante y electrizante que fustiga y abofetea las mentes de los más acartonados y conservadores mientras lanza un grito de reivindicación hacia un colectivo que nunca ha dejado de ser el centro de los ataques y las calumnias de una sociedad encerrada en su propia miseria moral. Con su segunda película en el mismo año, Franco continúa demostrando que es ajeno a todo convencionalismo y que ser abogado de causas perdidas, o sencillamente abogado del diablo, en ocasiones suele tener resultados muy satisfactorios. Tan solo hay que encontrar a la audiencia que sea capaz de valorar sus enormes virtudes.

Crítica para www.magazinema.es
@WeisGuerrero @MagaZinema_
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
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