Acapulco, la vida va (2013)

En su genial joya literaria Marcel Proust desarrolla la tesis de que la búsqueda de la felicidad se encuentra en el recuerdo, único mecanismo que solo los humanos usamos para revivir el pasado en donde fuimos felices, puesto que los paraísos son los paraísos perdidos.En este filme unos amigos septuagenarios unidos por lazos de un amor fraternal, de ese cariño y de esa felicidad olvidados en un tiempo enjaulado por el pasado, y que solamente es libre en la memoria y en el recuerdo, instigados por Antolín van en busca de esa felicidad luego de 50 años de distanciamiento a otro paraíso terrenal cuyo nombre da título a la película.Con sutileza y con un delicado equilibrio de simples "flasbacks" de corte abrupto, sin preciosismos de cámara ni de iluminación, todos logran reencontrarse consigo mismos y tienen el privilegio en esa zona del pasado de verse tal como fueron y, porqué no decirlo, encontrarse cara a cara a sus otros yo durante parte del viaje vital.

Extraordinario guión, diálogos que en algún momento se permiten rozar con hidalguía la frontera del melodrama pero sin apelar a la lágrima fácil. Un grandioso equipo de protagonistas masculinos, medido, sensibles, ensamblados entre sí y diciendo sus partes alejados del "recitado" tan común en la cinematografía latinoamericana. Esta es una película chiquita, modesta, consciente de su espíritu minimalista pero es evidente que todo el equipo (director, guionistas, reparto y técnicos) tiraron todos juntos "p'alante" y nos regalan una obra muy buena que me permito recomendar calurosamente y sugerir que no lo den pelota a la crítica mexicana.

Promediando la película Antolín, frente a una mujer del pasado, hace una brevísima referencia poética y por eso, tal vez, el cierre de esta reseña deba hacerse con Don Francisco de Quevedo, quien inmortalizo en "Amor Constante Más Allá de la Muerte" que cuando llegue el final tanto el alma como el cuerpo "serán ceniza, más tendrá sentido; polvo serán, más polvo enamorado".