La mujer enigma (1937)

A Conrad Veidt, alemán, su distinguida presencia le valió para encasillarlo en personajes enigmáticos de este estilo. De hecho repite papel en varias películas de espía y tal vez por ello, los nazis desconfiaron de él en la vida real. Es un excelente actor porque crea excelentes personajes; convence como caballero enamoradizo y convence como estricto militar lo que demuestra que es un hábil espía.

Vivien Leigh, en cambio, todo dulzura, no llama la atención nada más que por su belleza, mostrada con estilo e inteligencia. Armas igual más peligrosas para otra hábil espía.

Como pareja se lucen en el campo de la simulación, del disimulo, en medio del lujoso ambiente en la Suecia neutral de la I Guerra Mundial, llena de contactos de uno y otro bando, y el romance es una continua intriga para el espectador. ¿Cuál sentimiento triunfará en cada uno? ¿El de servir a la Patria o a su corazón?

Este apartado romántico va parejo al drama bélico que tiene una cuidada exposición de los procedimientos secretos, esos que nos hablan de un mundo de riesgo continuo. Las imágenes poseen un gran realismo y una gran belleza cuando el escenario cambia a la elegancia de la alta sociedad. Pero el mayor valor, sigue estando en esas interpretaciones frente a frente que nos hacen trasladarnos a la singular historia de amor, cuyo desenlace nadie sería capaz de prever.

Nada más hermoso que esas miradas que un sereno Conrad Veitd (El Gabinete del doctor Caligari, El hombre que ríe, Casablanca) le dedica a su amada, delicada y bella Vivien Leigh ( El puente de Waterloo, Lo que el viento se llevó, Un tranvía llamado Deseo). Una pequeña gran historia de amor y espionaje, con el trasfondo de la Primera Guerra Mundial, cuyo guión firma ese peso pesado del cine británico, Alexander Korda.