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Eclipse (1934)

Sinopsis
La película trata de las experiencias de dos primos, Shukichi Osaki y Kinue Nishimura. Están enamorados el uno del otro, pero se espera que Kinue se case con el abogado Seiji Kanda. Por ello, Shukichi parte hacia Tokio, donde se convierte en tutor del hijo de la rica familia Iwaki... (FILMAFFINITY)
Género
Drama Cine mudo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Kinkanshoku
Duración
97 min.
Guion
Fotografía
Compañías
7
Primos cruzados
Hiroshi Shimizu nos cuenta la historia de dos primos que se aman en secreto (incluso para ellos mismos) en su pueblo del Japón profundo, pero deben renunciar a sus esperanzas de estar juntos cuando él decide marchar a Tokyo para que ella pueda casarse con un joven prometedor que ha llegado de la ciudad con sus estudios de derecho terminados.
La historia se traslada entonces a la capital, donde irán enredándose los ramales de esta historia de varias relaciones cruzadas. Quizá sea eso, el exceso de anecdotario, lo que hace que Eclipse pierda algo de frescura si la comparamos con otras grandes obras de este director tan inmenso como olvidado. En efecto, hay mucho que contar para desenvolver la historia, y eso no permite a Shimizu recrearse en la levedad de lo espontáneo. También se nota que ha habido menos tiempo o preparación de la puesta en escena, si la comparamos por ejemplo con “Chicas japonesas en el puerto”, del año anterior, una obra a mi entender mejor acabada y con una estructura visual más potente y coherente.

Hay sin embargo muchos destellos de cinematografía grande que van dejándose caer, como la escena de los dos amigos hablando “colgados” de una rama o el momento final de la película, que dice en 10 segundos lo que en hora y media parecía estar muy embrollado. También penaliza a esta peli la gran cantidad de intertítulos que tiene, porque en el fondo esto es una peli hablada a la que no se le oyen los diálogos. Su estructura y composición están enfocadas a la oralidad, lo que quizá también sea causa de ese “exceso de trama” del que vengo hablando.

No quiero dejar la impresión, sin embargo, de que estemos ante una obra menor o mediana. Es una magnífica cinta llena de sensibilidad, honradez y humanidad compleja, como es característico en la obra de Shimizu, lo mismo que en la de los otros grandes directores nipones de este tiempo (Ozu, Mizoguchi, Yamanaka…) que tan extraño fue para Japón. En efecto, el país quería salir de la Gran Depresión, que le afectó sobremanera, y se aproximaba hacia la época de ciego Imperialismo que terminaría abocándolo a la casi autodestrucción después de la IIGM. Es una época muy especial para este país tan especial, y el cine mejor que nada, como siempre, lo refleja y atestigua.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Muchos desperdician su vida esperando el amor, en lugar de salir a buscarlo
Podría ser definido así el cobarde de Shukichi con esa cita.
La noche y la Luna, una mujer, Kinue, dispuesta a entregarse en cuerpo y alma, pero la indecisión se mantiene. Tras ellos, la rueda del molino, que figura la del destino, gira sin cesar...

Desde luego un momento poderoso el que hallamos en éste, otro de los tantos títulos realizados por Hiroshi Shimizu durante los tempranos '30 antes de cambiar de productora y, cómo no, olvidada hoy día; llegado el 8.º año de esa era Showa marcada, para desgracia de todos los artistas y proletarios, por el ascenso de los ideales ultranacionalistas y el dominio de la censura y la propaganda, aquél ha afianzado su prestigio en Shochiku Kamata gracias al melodrama "Japanese Girls at the Harbor". Le encargan entonces una versión de la recién publicada "Kinkanshoku", escrita por el popular dramaturgo y poeta Masao Kume, bastante adaptado al cine.
Pero el estudio pone en práctica algo especial debido a los modernos adelantos que vive la industria en aquel entonces (de hecho hacía ya tres años que Gosho estrenó la primera obra hablada); así que, en lugar de tratarse de una película muda con benshi incorporado, se agrega una banda sonora compuesta de música y algunos sonidos, pero también manteniendo los intertítulos, dando como resultado un formato curioso. La historia presentada por el nativo de Shizuoka no es, al contrario, nada especial, sino otro melodrama ocupado por los clásicos enredos amorosos y tragedias cotidianas del "shomin-geki".

Un inicio que se inclina más por lo segundo, sobre todo debido a sus ocasionales golpes humorísticos, nos sitúa en las vidas de los más arriba mencionados Kinue y Shukichi: ella, una chica recién graduada en la Escuela Femenina de su pequeño pueblo; él, un joven en busca de un futuro que sólo parece hallarse fuera de esos límites...ambos primos, ambos enamorados el uno del otro, y sin atreverse a expresarlo con claridad. Shimizu, manteniendo el tema del incesto, vuelve a poner en el centro de una tormenta emocional a unos individuos arrastrados por la fuerza del destino debido a su cobardía y rendición ante la manipulación ajena.
El elemento de la discordia es Kanda, antiguo amigo recién llegado como abogado licenciado y tras una mujer para que se convierta en su esposa; que esa mujer sea Kinue desata la confrontación entre ellos, más aún cuando el chico decide huir a la ciudad. Éste, a quien da vida Mitsugu Fuji (promesa juvenil de Shochiku y famoso por la saga "Daigaku no Wakadanna", dirigida por Shimizu), marca el tono amargo y un tanto espeso y desquiciante del film, que sacrifica su mejor tramo en el entorno rural para rápidamente marchar a los espacios urbanos de una Tokyo adaptada a la modernización que ha heredado del estilo de Occidente.

La poética melodramática y sensible adquiere un aspecto mucho más oscuro y ácido; seguimos ahora de cerca al huido Shukichi en una búsqueda incierta, golpeado por trágicos instantes que le vienen a acercar a otros personajes femeninos cuyo amor se disputará de nuevo, pero siempre desde la indecisión. El guionista Masao Arata, respetando el formato del texto original, parece dividir en capítulos el desarrollo de la historia, y el director se entrega así a la trama episódica; para rematar, la ausencia de un benshi y el exceso de intertítulos daña su fluir y no hace ningún bien al conjunto.
El trío de mujeres es completado primero por Tomone, niña rica que atropella a Shukichi y se encarga de sus cuidados haciendo de él un tutor para su hermano pequeño; reflejo de la primera situación con Kinue al introducirse un primo enamorado y otra oportunidad para poner en contraste el efecto que la occidentalización tienen en la mujer y la juventud de la sociedad del momento, algo típico del cine nipón de aquella época. Despista y provoca resentimiento la repetición, de nuevo con Kanda entrometido en la vida sentimental de su amigo (uno duda de su amistad pues sus acciones parecieran cometidas adrede).

Incluso se introduce una mirada pesimista acerca de los cambios sociopolíticos que afronta el país y los ciudadanos, trastocando la vida de los privilegiados y acomodados; por otro lado, el desnortado protagonista sigue con sus desventuras amorosas. La tercera mujer es Kayo, hermana de un chófer que ayuda a Shukichi (más aborrecible debido a su falta de valor); mientras en lo formal deslumbran sus escenas de multitudes, largos planos-secuencia, travellings en exteriores nocturnos y tomas en interiores bulliciosos, Shimizu hace del destino un juego de coincidencias, encuentros, despedidas y relaciones turbulentas, de aparente sobriedad pero agitada progresión...
Otro de sus temas es reflejar el modo tan fácil de corromperse que tienen los seres humanos, huyendo así de pesares y responsabilidades, siendo una de las principales causas el rechazo de la tradicional decencia por la aceptación de la decadencia que proporciona el entorno urbano y moderno; Kinue como paradigma, que de chica inocente de pueblo se transforma en descarada camarera de ciudad haciendo lo posible por sobrevivir, demostrando esa Hiroko Kawasaki una magnífica versatilidad que la eleva por encima de sus compañeros de reparto, si bien se mide muy de cerca con Michiko Kuwano, otra de las reinas del drama de aquellos años.

Con una última parte que recordará a anteriores obras del cineasta ("Fue no Shiratama", "Japanese Girls..."), de nuevo proponiendo una separación, un viaje de ida y uno de retorno, en absoluto aboga por el "happy ending", sino por una amargura aceptada con resignación.
Y es que ninguno de los personajes logra alcanzar realmente la felicidad plena, característico de su cine; del mismo modo "Kinkanshoku" tampoco alcanza, y sus carencias y fallos son una buena razón, la categoría de otros melodramas románticos suyos de aquel periodo...
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