Aligarh (2015)

Se trata de una necesaria película de denuncia de la situación que existe actualmente en la India, donde la homosexualidad siguen siendo delito. Para recordar que estamos ante una historia real, aunque sorprenda al espectador “occidental”, comienza con una transcripción del Código Penal indio (Art. 377.- Delitos contra natura: "Aquél que voluntariamente tenga contactos carnales en contra del orden de la naturaleza con cualquier hombre, mujer o animal, será castigado con encarcelamiento de por vida, o bien con pena de prisión por un periodo que podrá extenderse hasta los diez años"). Dicho artículo fue declarado anticonstitucional en 2009, pero en 2013 el Tribunal Supremo lo volvió declarar constitucional, de modo que sigue vigente hoy en día. Para mayor asombro, esta increíble historia sobre discriminación sucedió durante esos pocos años en que la homosexualidad era "legal": en una ciudad cercana a Nueva Delhi, un prestigioso profesor universitario a punto de jubilarse es sorprendido por unos sospechosos periodistas en el interior de su vivienda mientras mantiene relaciones con un taxista, lo que provoca su expulsión de la universidad, de su vivienda universitaria, y parece ser, quedarse sin jubilación. Un joven y moderno periodista de la capital se interesa por la historia y decide investigar, entrando en contacto con el profesor y descubriendo intereses ocultos, convenciéndole para que luche contra tal injusticia en los tribunales apoyado por el incipiente activismo gay del país. Aparte de dar a conocer una historia desconocida en estos lares, destaco el valor de la película por mostrar la gran diversidad de la India, que casi es un continente en sí, donde se nos muestra la convivencia entre múltiples religiones (musulmanes, hindúes...), idiomas (aunque esté hablada en hindi hay diálogos en inglés y en otras lenguas del país), clases sociales y tradiciones (vacas sagradas, entierros rituales, vegetarianismo), de una manera mucho más normal y pacífica que la simple orientación sexual de una persona, que sigue siendo origen de conflictos tan graves como el que se muestra en la película. Se agradecen películas comprometidas de cinematografías distintas como la india, donde el director Hansal Mehta, que comparte apellido que su compatriota Deepa, ha dirigido otras películas sobre derechos humanos. Su estilo está en las antípodas de la típica película de Bollywood tanto por la puesta en escena, con escasos movimientos de cámara y escenarios urbanos realistas, como por el fondo, con una historia de denuncia social y de lucha por derechos de los homosexuales, comunidad clandestina en ese país que también sale retratada en la película. Recomiendo su visionado, pues aunque su desarrollo sea lento, la exótica ambientación (sin clichés ni postales turísticas) y la intriga judicial mantienen el interés durante sus dos horas de metraje.