La línea paterna (1995)

Tuve el privilegio, durante mis años de estudiante, de ver este documental mágico en su estreno durante la Quinta Semana de Cine Experimental de Madrid en 1995. Un certamen anual que por aquel entonces se celebraba en los cines Renoir de Cuatro Caminos, sala que desgraciadamente cerró en 2013.

Aquella tarde había quedado con un buen amigo que compartía conmigo la inquietud por el cine diferente, cuanto más raro mejor. Desparramados en las butacas de una sala casi vacía, nos entregamos con indolencia a lo desconocido, que resultó un viaje hipnótico a las raíces de una saga familiar mexicana construida a partir de viejas fotografías y filmaciones domésticas. Documentos reales descubiertos por el director en la antigua casa familiar. Un retrato íntimo a base de retales de memoria. Con calculada lentitud la plácida voz del narrador nos invita a regresar a Papantla, su pueblo natal, cuya imagen color sepia emerge como un paraíso idealizado por la nostalgia. En aquel tiempo lejano Papantla, cuna histórica del cultivo de vainilla, perfumaba al mundo con su aroma.

"La línea paterna" es una sesión de espiritismo que resucita las sombras de infancia. Un palimpsesto contra el olvido de la herencia. El pueblo indígena Totonaco y las pirámides de El Tajín, ruinas imperiales cercanas a Papantla, se manifiestan como una mitología soñada. Una forma de vida extinta de la que solo quedan fantasmas.

Al salir del cine la noche madrileña nos envolvió en su galaxia de luces, pero nuestra mente seguía en la vieja Papantla. De regreso a casa nos convencimos mutuamente de que la película nos había aburrido. Pero nos pasamos todo el camino hablando de ella. Todavía no lo sabíamos pero "La línea paterna" había dejado en nosotros una fascinación de por vida.

Actualmente las ruinas precolombinas de El Tajín en Veracruz, son patrimonio de la humanidad.

Mi agradecimiento a la Semana del Cine Experimental de Madrid por ofrecernos la oportunidad de otro cine.