McVicar, el enemigo público número 1 (1980)

Thriller en clave biográfico sobre algunos de los momentos más intensos de la vida del delincuente y fugitivo John McVicar, que se dedicó al periodismo después de su última estancia en prisión y que fue considerado por Scotland Yard como el “enemigo público numero uno” en un país que todavía no había recibido la sacudida del golpe que perpetraría Ronald Biggs al tren correo de Glasgow. McVicar ya estaba fichado como un problema para la policía y sus golpes efectivos y violentos le llevaron a la mala fama.

El film se centra en una de sus detenciones y el intento de huida en prisión donde, ya convertido en una celebridad, McVicar (Roger Daltrey) entabla amistad con otros presos como Walter Probyn (Adam Faith) y Ronnie Harrison (Steven Berkoff) mientras planea huir.

Conscientes de que su carrera ya no iría muy lejos tras la muerte del batería Keith Moon en 1978, la banda británica The Who produjo ésta adaptación, en que también ponen música, de las memorias del famoso fugitivo. Una suerte de el Lute a la inglesa y que la dirección de Tom Glegg (con una trayectoria prácticamente dedicada a la televisión con series como “Van der Valk” o “Hammer House of Horror”) acaba siendo más que aceptable.

Retrato glorificador de la figura de John McVicar, un despojo humano que se dedicaba al robo y pillaje durante los años 60, sin ningún problema en disparar contra inocentes si era necesario. En su vida criminal tuvo la gran suerte de no matar nunca a nadie, a pesar de estar siempre cerca. Eso, junto con una redención posterior reconvertido en periodista le llevaron a una cierta fama durante los últimos setenta y primeros ochenta.
El grupo The Who, convertidos en productores, se acercó a su figura confiando en el vocalista Roger Daltrey, que venía del éxito "Tommy" para dar vida al protagonista con un guión escrito por el propio John McVicar, basado en su biografía.
¿Alguien cree que McVicar escribe algo en el guión que lo culpabilice? Jamás. Todo ocurre siempre por culpa de otros. Incluso, al final, nos indican que su vida criminal se debió a la cárcel, que sólo crea delincuentes. Tamaña estupidez queda sobreimpresa en la pantalla sin explicar que en la cárcel se entra siempre por un delito previo, y que él mismo salió redimido años después de la propia cárcel. Tan mala no sería.
Pero no. McVicar nunca tiene culpa de nada. Es un santo el hombre.

La película en sí, más allá del dudoso personaje que retrata, es solvente aunque demasiado televisiva. No sorprende dado que el director estaba especializado en telefilmes. La actuación de Daltrey tampoco es mala, aunque ofrece pocos matices, y el reparto en general está bien.

Definitivamente, no es "El lute", donde un Vicente Aranda más crítico fue capaz de sacar sombras además de luces en el personaje. Aquí todo parece ser luminoso, con alguna excepción concreta.