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TÁR (2022)

TÁR
158 min.
6,8
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Sinopsis
La mundialmente famosa Lydia Tár está a solo unos días de afrontar el mayor reto de su carrera profesional: grabar la sinfonía que la llevará a las alturas de su ya formidable carrera. Pero su vida personal y sus decisiones van a ir interfiriendo en su carrera musical con consecuencias imprevisibles. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Música Homosexualidad
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
TÁR
Duración
158 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2022: Premios Oscar: 6 nominaciones, incl. mejor película, dirección y guion orig.
2022: Festival de Venecia: Mejor actriz (Cate Blanchett)
2022: Premios BAFTA: Mejor actriz (Blanchett). 5 nominaciones, incl. mejor película
2022: Globos de Oro: Mejor actriz drama (Blanchett). 3 nominaciones
2022: American Film Institute (AFI): Top 10 - Mejores películas del año
8
Debacle en tres movimientos.
Todd Field irrumpió en la escena hollywoodiense en 2001 con En la habitación, cimentó su talento en 2006 con Juegos secretos y… desapareció. Desapareció durante dieciséis largos años. Mientras sus dos únicos trabajos acumulaban prestigio con el paso del tiempo y envejecían con gracia y dignidad, Field fue encadenando proyectos malditos que nunca vieron la luz del día. Su aversión por las entrevistas no hizo más que aumentar su reputación de cineasta brillante y elusivo y de acrecentar el interés y la curiosidad. Dieciséis años. Y por fin, tras tanta anticipación, Field coge la batuta y nos regala una nueva sinfonía.

“El tiempo es la pieza esencial (…) A diferencia de un reloj, a veces mi mano se detiene, lo que significa que el tiempo se detiene”.

Tár es un mecanismo de relojería. Field es director y artífice, y su manejo del tempo y la dinámica es impecable. Con sus planos largos, paneos suaves, escenarios amplios y espaciosos y gélida arquitectura (imponente reflejo del mundo interior de su protagonista), se mantiene en un adagio estable hasta que, a media hora del final, acelera deliberadamente la partitura. Field, con sus innegables excesos, tal vez sea tan megalómano como su protagonista (algo inevitable en una mujer que se percibe a sí misma como ama y señora del tiempo), pero es, ante todo, un áspero observador de la conducta humana. Todos sus trabajos fijan la mirilla y diseccionan, exponiendo conflictos subyacentes y forzando a la audiencia a lidiar con sus propios prejuicios. Su enfoque es confrontativo, pero nunca sermoneador.

“(Bach) no pretende estar seguro de nada, y sabe que es siempre la pregunta la que involucra al que escucha, no la respuesta”.

Para Field, el arte es una conversación entre obra y espectador, no un monólogo. Una obra narrativa que responde a sus propias preguntas es, tal vez, más didáctica que artística. Field, como Lydia, es artista, no predicador. Plantea cuestiones, compromete a su audiencia. Definir Tár como “una película sobre la cultura de la cancelación” es tan cierto como reduccionista, ya que el guion de Field tiene muchas más aristas. La culpa, el control, la ambición, el poder, el abuso, la reconfiguración social en la era de las redes sociales y la corrupción del debate y el discurso son algunos de los temas que se abordan, todos ellos, cómo no, atrapados en el campo gravitatorio que es el fascinante personaje de Lydia Tár.

“El narcisismo por las pequeñas diferencias conduce al conformismo más aburrido”.

La clase magistral de Lydia en Juilliard (un extraordinario plano secuencia de diez minutos que aprovecha cada centímetro del espacio fílmico) utiliza la política de identidad de un estudiante para plantar la semilla de un debate que no es nuevo, pero que se ha vuelto especialmente relevante en el clima actual. La pregunta de Lydia es: “¿Quién es nadie para juzgar a la persona en lugar de al artista?”. La de Field, por el contrario, es: “¿Cuánto debemos permitirle a la persona hasta que, efectivamente, se vuelva inviable priorizar al artista?”. Que considere el castigo necesario no le impide lamentar la pérdida del genio artístico.

“Después de dirigir (La consagración de la primavera) me di cuenta de que todos somos capaces de asesinar”.

Al elegir a una mujer lesbiana como protagonista, Field "desgeneriza" el problema y lo ataca de raíz, dejando al descubierto un planteamiento que puede sonar obvio, pero también es arriesgado. ¿Y si el abuso no es cuestión de género, sino de poder? ¿Y si el poder es inherentemente corrosivo? Y es que Lydia Tár no es, ni por asomo, un ejemplo de virtud ni un icono feminista, y desde luego ella no querría considerarse uno. Meritócrata hasta la médula, su egocentrismo y la poca validez que otorga a las experiencias y los sentimientos de las demás mujeres quedan patentes desde la primera escena. ¿Es Lydia machista? ¿Es una villana? Field deja las respuestas, una vez más, a discreción del espectador, pero se le escapa una salida de tono que me cuesta pasar por alto*. En una de sus conversaciones con Olga, la creación de Field se tambalea. Por un momento salgo de la película, la magia desaparece y las costuras se vuelven demasiado aparentes en un personaje que, por lo demás, parece afinado por un concertista de primer nivel. Por muy bien ejecutado que esté el conjunto, esa nota desatinada permanece en mi memoria.

"(El arco libre) no es lo más atractivo para el público, pero si mantienes concentrados a los intérpretes, el sonido es feroz".

Field sabe que el personaje de Lydia (que ocupa la pantalla durante la inmensa mayoría del abultado metraje) es problemático y muy complicado, por eso lo escribió con un nombre concreto en mente: Cate Blanchett. Con su interpretación, Blanchett consolida de manera definitiva un puesto de honor en el olimpo de reinas del celuloide. Cuesta imaginar a otra actriz capaz de regalarnos una interpretación de Lydia tan intrépida, tan férrea y tan deslumbrante. Viéndola en acción, con su rígida belleza, su esbelta pero imponente presencia y su desbordante seguridad, se hace fácil entender por qué todo el que la conoce se amedrenta y agacha la cabeza en señal de sumisión. Domina cada plano, controla cada gesto y calibra cada emoción. Es un auténtico recital.

"Todo cambia con la Quinta. La Quinta es un misterio".

Todd Field nos ha bombardeado con su proyecto más ambicioso, uno que, cimentado sobre la ambivalencia que despierta su figura protagónica, trabaja a múltiples niveles y culmina en un clímax disonante para luego derivar a una coda resolutiva, perfecta en su inevitabilidad y deliciosamente irónica. ¿Es Tár una película perfecta? Probablemente no. Tal vez no satisfaga plenamente todas sus pretensiones. Y aun así, sus triunfos son tan espectaculares que, en mi humilde opinión, pesan muchísimo más que sus desaciertos. Dos días después del visionado, no puedo dejar de pensar en ella. Bienvenido de nuevo, Todd. Por favor, no vuelvas a irte nunca.

Calificación: Imprescindible
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185 de 235 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Ciudadana Tár
Trabajo cinematográfico hecho para, por, tras, sobre, mediante y todas las preposiciones que puedan caber en relación a Cate Blanchett. TÁR es Blanchett y Blanchett es TÁR. Es más, sin Blanchett este film ni existiría. Así que me veo en la difícil tesitura de intentar separar su interpretación del resto de componentes de la producción. Si por esta actuación fuese no podría calificar la obra con otro adjetivo que maestra. Pero hay más que eso, y lo demás influye en el poso final de sensaciones que quedan tras la proyección.

La implicación de la actriz en el papel es tan esencial que para prepararse llega a dar clases de piano, aprende a hablar alemán e incluso a dirigir una orquesta de modo que en las escenas que se la ve haciéndolo no hay truco sino que son imágenes y sonido de la Filarmónica de Dresde dirigida por ella. No en vano, Todd Field escribió la obra pensando en ella para interpretarla, e incluso no quería rodarla si no era con ella. Las circunstancias hicieron que el autor recibiese la llamada de la agente de la actriz para decirle que no podría ser porque no iba a estar disponible al menos en tres años, y como en ese momento él iba conduciendo, la noticia le causó tal impresión que tuvo un accidente con el coche. No hay mal que por bien no venga, y ella se apenó tanto por el accidente que le pidió que en cuanto se repusiese se pasara a verla con el guión para leerlo.

Fotografía, música y dirección artística son otros alicientes, e incluso el resto del reparto solventan satisfactoriamente sus papeles. Pero hasta ahí llega lo positivo... Porque lo esencial que queda y hubo quien afirmó que de hecho constituía las tres cosas más importantes de una película: primero el guión, segundo el guión y tercero... ¿adivinan?, sí..., el guión, pues tiene algunos agujeros. Y es que la historia y su ritmo narrativo se desarrollan con cierto agotamiento de ideas, prolongación algunas veces innecesaria de diálogos y alguna redundancia en escenas y detalles para llenar metraje tan largo. Dicho más llanamente, si no fuese por el modo en que la protagonista recrea a su personaje, cómo ella llena cada minuto en pantalla, el resultado tendría varias papeletas para no resultar tan interesante.

En definitiva, es un argumento demasiado revisitado sobre la competitividad profesional y cómo la misma al alcanzar cierto poder puede convertir a alguien en arrogante y soberbio hasta el punto de destruirse a sí mismo en un mundo donde no son pocos los que andan esperando la oportunidad de pisar al que se descuida. Tal vez con 90 minutos de metraje hubiese sido más que suficiente, pero cada minuto que pasa de ahí para mí resta al resultado del conjunto. Así que, salvando ciertas distancias argumentales y cambiando el mundo de la música por el de la prensa, Tár está lejos de ser el ciudadano Kane, aunque en cuanto a nivel interpretativo Cate Blanchett no tendría por qué envidiar a Orson Welles.
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81 de 110 usuarios han encontrado esta crítica útil
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