Jonathan de los osos (1995)

Nada nuevo bajo el sol, en esta añeja película de coboys italiana, los buenos son en realidad tan buenos que llagan a ser hasta bonitos, de comunión diaria, devotos de la virgen de Lohurdes, de poco hablar y cuando lo hacen, es en forma tan reposada como lo haría un contador engrupiendo a sus jefes, no toman, tampoco fuman y por supuesto a su mujer no la buscan entre las rameras de los pueblos del oeste, sino que eligen en la tribu de aborígenes de los suburbios a una recatada doncella de celestes ojos, depilada, sanforizada y desratizada. Los malos, en cambio, son realmente malos, nefastos y sórdidos, tanto o más que una comisión de congresales esperando el correspondiente aceite para despachar una ley. Ah y no falta el músico, solitario, que tiene no solo la cara, sino que la pinta completa de huevón a la vela y que como un honrado felino, interpreta baladas “country” sentado en la baranda del salón; tampoco están ausentes en esta nueva “joya” del séptimo arte, las citas bíblicas y las palabras para el bronce que al son de melosas melodías en sordina, nuestro héroe pronuncia la luz de la luna o del sol naciente…