Cuentos inmorales (1974)

Borowczyk supo dar al cine erótico un mayor sentido visual, con ambientación y músicas más selectas y un recurrente uso de los objetos.

Sus cuentos inmorales se dividen en cuatro historias: la primera una iniciación a la felación, la segunda las experiencias de una joven encerrada que, después de ver un libro con dibujos sexuales, encuentra placentero uso a los calabacines que han sido oportunamente dejados a su lado, la tercera enseña como una condesa recluta chicas jóvenes con oscuros fines (que Borowczyk aprovecha para brindar un amplio surtido de cuerpos desnudos y primeros planos de vaginas), finalmente hablar de los Borgia es la excusa para regodearse en la depravación y vicios del clero.

Buena fotografía, cuidados decorados y vestuario, para un esteticista, pero superficial y vacuo, ejemplo de erotismo de (dudosa) calidad.

Reconozco que no puedo mostrarme objetivo con ella. La primera vez que la vi era un pimpín curioso, con ganas de saborear nuevos manjares, por decirlo de alguna manera. Mi primera masturbación nada menos. Ya llovió desde aquel hermoso día.

Cuando encontré el VHS que mi viejo guardaba, oculto detrás de pelis de Kurosawa (permitidas) y al ladito de alguna de Pasolini (no recomendadas por aquel entonces para el chavalín que yo era) no lo dudé y me dispuse a saciar mis impulsos...inquisitivos y sexuales.

La primera historia muestra una joven terriblemente hermosa y a su primo, ejemplo a seguir sin duda este último, en una escena realmente bella a la par que divertida.

"Teresa filósofa" es un corte con el que quizá me sentí especialmente identificado por aquel entonces, pero por mucho que pese la empatía y que la muchacha se vea realmente atractiva en pantalla, no dudo en tildar ese punto como el más simple y flojo de la película.

La siguiente parte, basada en la conocida historia sobre la "Condesa Sangrienta" es al mismo tiempo el punto más erótico y el más desagradable. Un contraste peculiar. como el sexo en sí, en muchas ocasiones.

El asunto de los Borgia sirve de cierre, siendo la sección más irónica (por lo del cura quemado más que nada) y añadiendo cierta pizca de cachondeo, en la forma de representar a los personajes.


Me gusta la fotografía en general. Y no me refiero sólo a la visualización de blanca y tersa anatomía femenina. Pero hay que admitir que la sensación general de cutrez, de exceso o, simplemente, de que el director proyectó sus gustos sexuales, para goce personal propio, me hacen llegar a la conclusión de que si viera por primera vez "Cuentos inmorales" ayer por la noche, la impresión sería bastante más negativa que la que me llevé años atrás.