Flakes (2007)

El irregular, por decirlo ligeramente, Michael Lehmann dirige esta película de corte independiente entretenida, bastante original en casi todas sus medidas con los cereales como eje central. Hay una historia de amor por medio y dos negocios de bares de cereales (¿existirá esto en alguna parte?) enfrentados a uno y otro lado de la calle. Uno con solera y el otro abierto al capitalismo. Rodada en Nueva Orleans y producida por Indigent, la compañía neoyorkina de Gary Winick y John Sloss que ya nos trajo por ejemplo otra pieza encantadora como "Pieces of April" del luego "malogrado" (ver filmografía) Peter Hedges. Lehmann conduce con tacto una historia cuyo principal interés está en el guión, obra de Chris Poche y Karey Kirkpatrick, dos autores paradójicamente muy ligados al cine infantil que aquí en "Flakes" realizan un gran trabajo que en muy pocas ocasiones se ve malogrado por el efecto de la rutina argumental o los caminos trillados (ese final, uy, uy, que te caes). Hay espacio en "Flakes" para la sorpresa, para el gozo cinéfilo dentro de la humildad y sencillez de la propuesta. Es una clara recomendación para gente que busque cine pequeño que no por ello menos importante.

Hace tiempo que sigo a Zooey Deschanel, es cierto que siempre hay una sensación de deja vu cuando aparece en una película, pero el personaje de niñata raruna y encantadora, la verdad es que lo borda.

Flakes es una película que no pretende ser buena, pero lo consigue. Con personajes que encajan dentro de esa tienda de cereales cada cual más excéntrico - amén del tipo que siempre está en la tienda de cereales-.
El argumento es ya conocido: chico inmaduro con novia pepito grillo que no se encuentra así mismo y tiene a la música como palanca de freno. La originalidad es el espacio en el que sudece todo: una tienda de cereales cual tienda de alquiler de películas dónde tú eliges el ingrediente añadido a tus corn flakes. Christopher Lloyd es el dueño del negocio, que se ve amenazado por un niñato que ha decidido hacerle la competencia justo en frente con idéntico negocio.

La relación entre Aaron Stanford y Zooey Deschanel, tierna y visceral, mantiene el ritmo con diálogos llenos de chispa cada vez que comparten escena.

Los secundarios no desentonan reforzando el vínculo de los protagonistas en un guión bien escrito, con una puesta en escena muy indie (el director casi únicamente se apoya en las dos tiendas de cereales para desarrollar la acción), con una estética a veces rayando lo kitch (algunos modelitos de la Deschanel tienen delito).

Me ha dejado muy buen sabor de boca, es una comedia fresca, huele a limpio, original, no me recuerda a otras películas. Hoy en día, contar lo mismo desde una perspectiva diferente, es un logro.