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La sal de este mar (2008)

La sal de este mar
109 min.
6,2
763
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Disponible en:
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Trailer (V.O. con subtítulos en ESPAÑOL)
Sinopsis
Narra la historia de dos palestinos, Soraya y Emad, con vidas completamente distintas pero que tienen en común un sentimiento de marginalidad, que se conocen en Palestina en el momento en que uno (Soraya) desea quedarse y el otro huir (Emad). Soraya tiene veintiocho años. Nació y se educó en Brooklyn, pero ha decidido regresar a Palestina, país del que su familia tuvo que exiliarse en 1948. Desde su llegada a Ramallah, intenta recuperar el dinero de sus abuelos. Por su parte Emad, nacido en los territorios palestinos, ha conocido toda su vida la ocupación y la realidad palestina, y tiene como máximo sueño obtener un visado para ir a estudiar a Canadá y marcharse de allí. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Palestina Palestina
Título original:
Milh Hadha Al-Bahr (Salt of This Sea)
Duración
109 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Palestina-Bélgica-Francia-España-Suiza;
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7
Desterrados
El peor desarraigo es el que ha sido impuesto por otros. "La sal de este mar" nos conduce, como en una "road movie" con acompañamiento musical de evocaciones arábicas, tras los pasos de una joven descendiente de refugiados emigrados a EEUU que llega a Palestina en busca de sus raíces. Lo hace con abundancia de tomas en estilo próximo al documental y con planos también subjetivos que nos ponen de verdad en la piel de los intérpretes, mostrando lo que sienten al contemplar los paisajes añorados, las piedras de los edificios, las olas del mar...

Soraya y Emad, en su periplo que apenas dura lo que unas cortas vacaciones de verano, enseñan al público la vida cotidiana en los territorios ocupados por Israel: militares, policías, controles, registros, ausencia de intimidad, miedo... Y sobre todo nos descubren a un pueblo derrotado que parece condenado a resignarse y tragar a la fuerza que no les quitaron todo lo que era suyo (el dinero, las tierras, las casas), sino que dejaron de tenerlo porque sí.

El contraste entre el cielo y el infierno -el occidente israelí y el oriente aniquilado- se aprecia cada vez que los personajes cruzan el muro gris que mantiene aislada a Cisjordania. Esa diferencia brutal y reiterada, junto a la secuencia en que Soraya reclama a la mujer israelí dueña ahora de la casa de sus abuelos que reconozca que tiene algo que fue robado, es probablemente el mensaje más explícito de esta contundente acusación política y humana. Bueno, en realidad, todo el metraje es una obvia denuncia de principio a fin.

La película se resiente algo en los aspectos técnicos y en el abuso de la cámara en mano con zarandeo casi permanente, aunque puede entenderse por las dificultades a las que el equipo palestino ha tenido que enfrentarse para rodar en Israel. Tal vez la directora y autora se recrea también en exceso en los momentos contemplativos de los personajes con la intención de comunicar una sensación de melancolía que no necesitaba tanta redundancia para notarse. No obstante, es meritorio cómo el objetivo capta el sentimiento que parece nacer de las cosas cuando las miran los protagonistas, y lo lanza al espectador.

Así, vemos y sentimos a esos desterrados alejados de su mar, expuestos a otro oleaje, uno que carece de sal o que es más bien la sal que escuece en las heridas: el de quien dicta sus destinos mientras la mayor parte del mundo calla.
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23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Nunca discrimines a nadie por su cultura, país o creencias.
Una muestra más de la gran diferencia que existe en Oriente Medio entre el Estado de Israel y Palestina.

Soraya es una mujer que vuelve a su Palestina natal desde los Estados Unidos dispuesta a establecerse definitivamente. Sin embargo, tiene que hacer frente a un obstáculo; recuperar el dinero que su abuelo depositó en el banco. Pero esto no puede ser, ya que debido a la proclamación del Estado de Israel en 1948, cambió radicalmente el sistema y ahora, el dinero se ha perdido. Tras esto, consigue huir y traspasar las fronteras junto a dos amigos hasta llegar a Jerusalén.

A lo largo del film se puede ir observando lo que es el día a día no sólo para un palestino en Palestina, sino también para un palestino en Israel; continuos controles y todo tipo de vejaciones y humillaciones es a lo que se tienen que someter miles de palestinos. ¿A causa de qué se deben éstos bochornosos controles? ¿Israel tiene miedo? ¿Miedo de qué? ¿Es que por que unos cuantos radicales islamistas pongan bombas, son todos los árabes/musulmanes malos?

Porque lo hicimos, lo hacemos, y lo seguiremos haciendo. El ser humano tiende a generalizar sin más. Si un etarra pone una bomba, todos los vascos son malos. Si uno del IRA pone una bomba, todos los norirlandeses son malos. Si los americanos matan gente inocente en el mundo árabe, todos los americanos son malos. Y si un terrorista radical musulmán pone una bomba, todos los árabes son malos.

Así razonamos los seres humanos, a generalizar sin más, discriminando a cualquiera, no por sus actos o valores como persona, sino dependiendo de su cultura, país o creencias.

Annemarie Jacir reivindica la voz palestina silenciada por un conflicto en el que los dirigentes se frotan las manos y dejan pasar el tiempo, en vez de arreglar las cosas de una vez por todas.
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7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
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