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Oro en las calles (1997)

Oro en las calles
99 min.
5,4
30
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Sinopsis
En busca de éxito y nuevas oportunidades, un joven deja su hogar en Irlanda para convertirse en un inmigrante ilegal en el Bronx. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Inmigración
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Irlanda Irlanda
Título original:
Gold in the Streets
Duración
99 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Irlanda-Reino Unido;
"Planificada como simple teatro filmado, le falta garra"
[Cinemanía]
5
Calderilla en las calles
Sencilla y más bien sosona historia sobre irlandeses emigrados en Estados Unidos, con todos los tópicos pertinentes (el lugar de prosperidad no es tal, todo es muy difícil, estábamos mejor en casita, yo no sabía que esto era así, sólo nos dan los trabajos que no quiere nadie, si lo sé no vengo, etc.). Este retrato costumbrista y generacional puede ser más o menos entretenido para jubilados con mucho tiempo libre, enfermos de hospital con muchas monedas para gastar en la tele-hucha (bueno, no sé si siguen existiendo, yo en tiempos me vi obligado a saquear toda la calderilla de mis familiares), erasmus irlandeses con morriña y gente así. Quizá esté siendo demasiado despectivo: la película se deja ver y a veces puede llegar a ser conmovedora, si uno es un poco blandito de corazón. Quizá se apega demasiado al modelo de película americana para jóvenes (actores guapos -aunque, por fortuna, son bellezas normales de las que se ven por la calle y no las estereotipadas de las teleseries-, pisos compartidos, muchos bares, muchas canciones, exaltación de la camaradería y la amistad, atracciones sexuales más o menos soterradas, conflictos que el guión resuelve a menudo por la vía fácil, echando mano del melodrama: borracheras, accidentes en la playa, peleas, abandonos sentimentales...). Cabe destacar también que, a pesar de ser una película sobre emigrantes y su desengaño, no se ofrece ninguna imagen tenebrosa o maniquea de Nueva York (y, por extensión, de la sociedad norteamericana), y si en algún momento la ciudad aparece como un lugar hostil, lo es para todos sus habitantes y no sólo para nuestros protagonistas.

Si yo fuera programador de televisión, la emitiría a la hora de la siesta. Si uno se duerme, pues bien, eso que gana; si la sigue adormilado, bien también; si permanece despierto, no se le cortará la digestión ni le provocará gases ni mal humor, así que la audiencia contenta y todos satisfechos.
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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