Risas y lágrimas (1972)

Pete Seltzer y Tillie Schlaine hacen parte de ese particular grupo de personas que le esconden el bulto al matrimonio (¿o será el matrimonio el que no se deja ver el bulto?), quizás, porque alguna vez se decepcionaron… porque sienten un total descreimiento por el sexo opuesto… o simplemente porque disfrutan tanto de su soltería que no hacen lugar alguno para atarse con nadie en particular.

Pero el fatum tiene sus trampas, y un día, dispondrá de Gertrude Wilson, una amiga de ambos que acaba de cumplir… bueno, ¡nadie sabe cuántos años!, la cual les concertará una cita a ciegas y estará capacitada para resolver, muy sabiamente, cualquier tropiezo que puedan ellos tener en su primer encuentro.

Comienza así, una deliciosa y desternillante historia de amor, entre un par de solterones que, lo que les falta de encanto físico, lo doblan con sus encantos de personalidad y con su muy alto sentido del humor. Hay diálogos de punzante elocuencia y chistes muy afortunados; algunas situaciones muy bien planeadas y un sendero matrimonial tan francamente trazado que, justo por su afán de ser tan apegada al proceso de ‘cualquier pareja’, es que la película se vuelve al paso como la vida misma: El feliz tiempo del enamoramiento && - La habitual crisis de pareja ¬ ¬ - Y el revitalizante reencuentro [ ] que, en la fórmula cinematográfica, se traduce como Chico encuentra chica -Chico pierde chica -Chico recupera chica.

Por alguna extraña razón, Martin Ritt, quien siempre demostró una capacidad muy alta para el manejo del drama, en este punto luce algo desacertado: Pasa lo que pasa sin conmover a nadie; Tillie comete un desafuero antirreligioso que resulta salido de tono en una mujer tan estructurada como ella… y el salto a la separación tampoco aporta nada con la re-entrada de Monsieur Jimmy, siendo hasta la riña de Tillie con Gertrude que, por fin, el filme vuelve a levantar vuelo. Pero, claro que apegándose a la realidad ¿Por qué el filme es mejor en su primera parte que en la segunda? De seguro, porque los noviazgos suelen ser más divertidos que los matrimonios.

Ignoro que tanto se haya apegado la historia al libro de Peter de Vries “Witch’s milk” (1968), pero lo cierto es que, el toque de Julius J. Epstein (Cuatro hijas, El hombre que vino a cenar, Casablanca…), se adivina en cada frase y en cada situación, y el filme se preserva muy alto durante largo tiempo.

Walter Matthau, estupendo como el agente encuestador cuyo sentido del humor lo mantiene a flote con las nenas; Carol Burnett, con una seriedad que no pierde ocasión para la punzante sátira o para el dardo preciso; y Geraldine Page, con menos momentos de los que merecía, pero tan atinada en cada aparición que, por tercera vez, fue nominada como actriz de reparto a los premios Oscar.

Si, “RISAS Y LÁGRIMAS”, se hubiese quedado en la condición de pura comedia, creo que Ritt se hubiese apuntado otro éxito inolvidable.