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El vicio del poder (2018)

El vicio del poder
132 min.
6,8
17.412
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Sinopsis
Explora la historia real sobre cómo Dick Cheney (Christian Bale), un callado burócrata de Washington, acabó convirtiéndose en el hombre más poderoso del mundo como vicepresidente de los Estados Unidos durante el mandato de George W. Bush (Sam Rockwell), con consecuencias en su país y el resto del mundo que aún se dejan sentir hoy en día. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Comedia Biográfico Años 60 Política
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Vice
Duración
132 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2018: Premios Oscar: Mejor maquillaje. 8 nominaciones
2018: Globos de Oro: Mejor actor comedia (Bale). 6 nominaciones
2018: Premios BAFTA: Mejor montaje. 6 nominaciones.
2018: Critics Choice Awards: Mejor actor y actor comedia (Bale) y maquillaje. 9 nom
2018: Asociación de Críticos de Chicago: Nominada a Mejor actor (Bale) y guion
5
Caótica.
Empezaré siendo sincero: no soy demasiado fan de Adam McKay. No lo era de sus comedias de los 2000, pero esta nueva etapa suya de analista político-económico que inició con La gran apuesta tampoco me termina de convencer. Veo virtudes en su forma de hacer, pero el resultado me resulta caótico.

Lo que más me transmite McKay como guionista es inseguridad. Veo a un artista que sabe que tiene debilidades, y que teme sus limitaciones. Es por eso que Vice se vale de truquitos constantes para distraer al espectador y maquillar estas debilidades: un cameo de Alfred Molina por aquí, otro de Naomi Watts por acá, un poquito de metraje de noticieros entremezclado con el resto de escenas, un narrador que uy, quién será y por qué sabe tanto sobre Dick (por la puta cara, ya os lo digo yo) y que aparece cuando no sabe cómo continuar el guion de manera orgánica, etc. El resultado es caótico, y aún más importante, poco consistente.

Poco consistente porque al final de la película tienes una escena en la que un personaje rompe la cuarta pared y le habla directamente a la cámara cuando es algo que durante el resto de la película solo ha hecho el narrador.
Poco consistente porque utiliza la voz en off del protagonista durante una escena y no vuelve a hacerlo en ninguna otra. Poco consistente porque mezcla realidad con ficción de forma completamente arbitraria. A veces el tono es grave, otras jocoso. A veces las escenas son metafóricas, pero otras no. Otras simplemente son recreaciones sacadas del ojete porque "es que nadie sabe qué pasó en realidad" (en serio, la escena de los diálogos shakesperianos, qué coño me estás contando). Se puede tener mordiente, se puede ser satírico, se puede ser todo lo transgresor que quieras, pero el lenguaje cinematográfico tiene que tener foco, dirección, y el de esta película no lo tiene. Encima nos la venden como si fuera una comedia dramática, cuando de comedia más bien poquito.

Otro problema que encuentro es la información que presenta, y cómo la presenta. Cuando eres pequeño, tu padre te da la comida a cucharadas. Adam McKay usa un cucharón, y te pone un embudo en la boca. Durante toda la segunda mitad las escenas se atropellan, sobrecargadas de información, mucha de ella irrelevante e innecesaria. Utilizando el recurso del tablero y las fichas (otro truquito que hace que todo parezca súper loco e innovador) te presenta a personajes que no tienen ninguna trascendencia en la trama. No vuelven a aparecer. Datos legislativos, fechas, otro personaje que vuela por la pantalla, subtramas, etcétera. Da la sensación de que el guionista quiere hablar de muchos eventos, pero se queda sin tiempo, así que los comenta por encima y pasa al siguiente. Se acumulan datos y más datos, uno detrás de otro, y presentados con una preocupante falta de orden. El montaje, acelerado, histérico y en ocasiones abrupto, solo contribuye a la vorágine.

Todos estos vicios (que bueno, para mí son vicios, seguro que a mucha otra gente fue precisamente lo que les enganchó) ya estaban presentes en La gran apuesta, pero me da la sensación de que aquí están aún más fuera de control. Y es una lástima, porque no es una película terrible ni exenta de virtudes, ni mucho menos. De vez en cuando McKay pone el freno de mano, se relaja y presenta muy buenas escenas, escenas en las que realmente tenemos la oportunidad de sumergirnos con más calma en las dinámicas de la Casa Blanca, y aún más importante, en la figura de Dick Cheney, que es, a todas luces, una figura fascinante, independientemente de dónde se sitúe cada uno en el espectro político. Pero claro, enseguida se le vuelve a ir la olla y reaparece Naomi Watts en modo "eh mira, soy Naomi Watts haciendo otro cameo", cosa que me vuelve a sacar de la película por completo. ¿Estoy viendo Torrente y no me he enterado?

Estaremos todos de acuerdo en que lo mejor de la película es Christian Bale, ese señor loco que te pierde no sé cuántos kilos para hacer El maquinista y que unos meses después se pone petadísimo y empieza a rodar Batman begins. Su transformación aquí es digna de admirar, sin duda, pero eso solo demuestra compromiso con el papel. A la hora de la verdad, es la interpretación lo que vende al personaje. Por suerte, Bale está fantástico, una vez más. Las formas, los pequeños gestos, los patrones de habla, todo funciona a las mil maravillas en la construcción de Dick Cheney. Amy Adams, actriz que a mí me parece infravaloradísima, suma otro éxito a su enorme lista de actuaciones notables. El resto del elenco también funciona bastante bien.

También cabe decir a favor de la película que el mensaje que pretende trasmitir llega con claridad, y es que el guion de Vice no se caracteriza por su sutileza, ni muchísimo menos. La manipulación de los medios, el abuso de poder, la corrupción política... Asuntos que es evidente que frustran y mucho a Adam McKay (y bueno, a todos nosotros, asumo) y que están señalados con rabia y nervio. La intencionalidad queda clara, desde luego.

En resumen, Vice me ha parecido una historia fascinante asfixiada bajo el peso de una película que, a pesar de sus aciertos, sufre a mi juicio de graves problemas de cohesión, tanto estilística como narrativa. Yo lo siento, sé que a mucha gente le ha gustado, y sé de un par de colegas míos a los que les va a encantar, pero es evidente que el rollo de Adam McKay no está hecho para mí. Qué se le va a hacer. Siempre me quedará Sorkin.

Calificación: Insuficiente
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140 de 220 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Crítica de El vicio del poder por Cinemagavia
Puntuación: 8,5

Verdades y mentiras

Antes de dirigir películas lo suficientemente serias como para recibir premios, el escritor, productor y director Adam McKay nos trajo comedias tan disparatadas como La leyenda de Ron Burgundy, Hermanos por pelotas y Pasado de vueltas.

La gran apuesta, donde trató un tema tan serio como la crisis económica de 2008 con gran dosis de humor, llevó a Mckay a hacerse un hueco en la primera división de la industria. Todo parece indicar que no tiene prisa por volver atrás. Y con razón. Si La gran apuesta le valió el Óscar a mejor guion adaptado, con El vicio del poder, McKay podría llevarse más de una estatuilla, incluyendo a mejor guion original. Y es que el retrato que el director hace del que fue el hombre más poderoso del mundo es tan despiadado como divertido.

La realidad que McKay comparte con nosotros supera con creces a la ficción. La película abarca, en solo dos horas, tanto el panorama político del país a lo largo de tres décadas como la vida privada de los personajes principales. Se sirve para ello de una imaginación desbordante a la hora de conectar historias y eventos entre sí. Y tal vez sea ese estilo tan ingenioso y osado el que haga difícil creer que todo lo que Adam McKay nos cuenta es verdad.

Grandes interpretaciones

Cuando Christian Bale recibió el Globo de Oro a mejor actor interpretar a Cheney, el actor galés agradeció a Satanás el haberle servido de inspiración a la hora de dar vida a su personaje. También lo podríamos hacer nosotros, los espectadores, afortunados de poder disfrutar de una interpretación certera, trabajada y, en resumidas cuentas, impecable.

Sus compañeros de reparto no se quedan atrás. Amy Adams interpreta a Lynne Ann Vincent, la esposa de Cheney y su hacedora. La actriz dota a su personaje de tanta personalidad que bien podría ser protagonista de su propio biopic.

Steve carell y Sam Rockwell tienen papeles mucho más pequeños pero no por ello fáciles de olvidar. El primero se pone en la piel de Donald Rumsfeld, un hombre arrojado e inteligente y el mentor perfecto para un hombre decidido a llegar lejos. Sam Rockwell, por su parte, da vida, literalmente, a George W. Bush, el presidente que dio a Cheney el poder para liderar el mundo desde las sombras.

Encajando las piezas

Tan importante como cada uno de los personajes que protagonizan El vicio del poder es el montaje a manos de Hank Corwin, quien ya trabajó con McKay en La gran apuesta, Como si se tratara de un juego, y con la intención de quitarle un poco de hierro a una historia tan demoledora, Corwin hilvana escenas que discurren en un mundo imaginario, falsos finales y momentos alejados entre sí con una agilidad asombrosa.

Conclusión

El vicio del poder es una película sin pelos en la lengua que cuenta una historia digna de toda nuestra atención. Con unas actuaciones estelares y una gran puesta en escena, McKay juega con el espectador de la misma forma que lo hizo Dick Cheney con los ciudadanos estadounidenses pero sin causar estrago alguno.

Escrito por Esther Alvarado
https://cinemagavia.es/el-vicio-del-poder-critica/
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95 de 142 usuarios han encontrado esta crítica útil
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