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Epítome (1953)

Epítome
131 min.
6,8
41
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Película completa (JAPONÉS con subtítulos en INGLÉS)
7
"¿Acaso...voy a morir...como una geisha?"
Abre la acción con una secuencia que vapulea nuestra sensibilidad. Decenas de niñas desnudas, abandonadas y atrapadas en la oscuridad, mirando hacia ninguna parte...
"La venta y la compra de un ser humano es una de las mayores blasfemias". La firmeza de dicho alegato va directa al hígado; la intención de Kaneto Shindo queda más que clara.

Aunque más bien habría que decir Shusei Tokuda. "Shukuzu" fue la última novela del prestigioso autor y figura esencial de la escuela naturalista de Japón, pensada para serializarse en el diario Miyako Shinbun en 1.941; el éxito no tuvo la oportunidad de aflorar y la situación política del país, en los albores de la 2.ª Guerra Mundial, afectaron a su publicación en formato novela. Pero aunque Tokuda falleciera sólo dos años después, su obra pudo ser realizada y al poco aclamada en todo el país como una de las cumbres de su estilo (en especial sus muchas historias con protagonistas femeninas).
Pues al parecer Shindo, henchido de orgullo por el triunfo de "Los Niños de Hiroshima" (pese a que sus productores no les gustó una pizca), decidió adaptar "Shukuzu" con el deseo de acometer un proyecto tan personal como ambicioso...pero centrándose únicamente en el personaje de Ginko, al que concibe como un rol perfecto para su aún amante Nobuko Otowa, obviando el resto de la trama y de personajes originales de Tokuda. Así que su historia imaginada empieza, como harán muchos de sus films, en un hogar pobre y en una zona pobre del Tokyo de finales de los '30 (sabremos esto por la información que nos dan los personajes).

Asistimos así a uno de los puntos de partida típicos de los dramas sobre prostitución. Ginko, como otras tantas chicas, ha tenido la mala suerte de nacer en el seno de una familia numerosa que no se sostiene con las pequeñas ventas de un padre cuya salud se deteriora; pero curiosamente él no será el esclavista, sino una madre que la empuja a ejercer esa denigrante profesión para sostener el hogar. Tal y como lo elabora el director, la experiencia de Ginko pasa por una serie de fases haciendo una parábola que irá a plasmarse en el gran contraste entre dos juegos de manos que ésta realiza con un cliente, uno al principio y otro al final.
Las emociones que ella proyecta y que capta la cámara realzan este significativo viaje circular y de metamorfosis, desarrollado a lo largo de una estructura un tanto errática y que poco puede esconder sus semejanzas con la de "Vida de Oharu, mujer Galante", estrenada un año antes. Al igual que aquélla, Ginko se cruzará con distintos patrones, esclavistas, amantes o rivales, y en el transcurso de su difícil peregrinaje somos testigos de la paulatina corrupción de su personalidad y su alma; no obstante Shindo, como pudieran hacer Mizoguchi, Naruse o Gosho, defiende la gran dignidad de la desamparada geisha, simple mercancía sexual para los clientes y los dueños del lupanar, y glorifica su espíritu de lucha.

Por tanto, pese a las fatalidades que constantemente se abalanzan sobre Ginko, ella continua incansable, sin preocuparse de cómo va hundiéndose su orgullo, e intentando amoldarse a la atmósfera y situación de los escenarios que va pisando, en los cuales adoptará un nombre diferente cada vez, claro indicativo de su progresiva despersonalización al tiempo que la única posesión que le es concedida; mientras, el director observa con afilado pesimismo este entorno de principios de la era Showa, desde todas sus perspectivas, si bien lo plantea en relación a la historia reciente de Japón.
Todo ayuda a condenar y esclavizar a su ordinaria heroína hasta llevarla a las puertas de un destino trágico y sin salida: la guerra, la diferencia de clases, la avidez y cobardía de los hombres, la pérdida de ideales, la opresión social, la simple maldad humana, pero la principal causa es la pobreza, siempre la pobreza. Pero pese a los trazos secos que componen sus atmósferas llenas de una invasiva oscuridad, tan bien elaborada por Takeo Ito, y personajes indeseables y violentos, Shindo decide operar la historia dentro del esquema del melodrama tradicional, al cual se adscribe confrontando instantes sórdidos y truculentos con otros impregnados de una gran sensibilidad dramática, casi poética.

Esa insistencia por profundizar en el melodrama, y a ello contribuye la excelente partitura de Akira Ifukube, lleva al film a extremos chirriantes que, si bien logran el efecto deseado (Shindo se revela un experto de la lágrima fácil, cosa que iría depurando con el tiempo), alargan en exceso un metraje que debería haber concluido con la vuelta a casa de la protagonista; la conclusión que elige aquél resulta más cínica y mordaz. Por su parte el elenco cuenta con unos buenos secundarios como Taiji Tonoyama, Ichiro Sugai repitiendo de repulsivo cobarde, So Yamamura, la mítica Isuzu Yamada o un soberbio Jukichi Uno como padre de la protagonista.
Pero poco lucen estos personajes cuando la trama, episódica, los presenta y olvida con la misma facilidad. Por encima de todos ellos brilla Otowa entre las sombras que envuelven a su martirizada Ginko; el director se acostumbrará a ofrecerle papeles muy complejos, pero aquí ésta ya hace gala de su enorme versatilidad y autenticidad para el drama. De hecho si algo mantiene viva "Shukuzu" de principio a fin es en realidad la arrolladora vitalidad y carisma único de la actriz, una de las razones que hicieron ganar al film una muy buena recepción por parte de la crítica (eso y las audaces virtudes técnicas del cineasta tras la cámara).

Un año después la pareja volvería a unirse en su primera obra maestra conjunta: "La Zanja".
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