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El hombre de la cabina de cristal (1975)

El hombre de la cabina de cristal
117 min.
6,2
246
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free
Sinopsis
Arthur Goldman (Maximilian Schell) es un magnate judío de Nueva York que sufre una grave crisis mental que lo lleva al borde de la locura. Goldman acaba siendo capturado por agentes israelíes y juzgado por crímenes de guerra porque, en realidad, es Adolf Dorff, un coronel de las SS. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Nazismo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Man in the Glass Booth
Duración
117 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Premios
1975: Nominada al Oscar. Mejor actor (Maximilian Schell)
1975: Globos de Oro: Nominada Mejor actor - Drama (Maximilian Schell)
1975: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión adaptado drama
9
Me he quedado sin palabras
Un juicio sobre el holocausto judío, completamente desgarrador, aderezado con el cinismo de un sujeto depravado que se regodea con haber cometido los actos mas bajos que un ser humano pueda realizar, a la vez que se ufana de ellos, con burla y sarcasmo, dentro de una cabina de cristal y rodeado de sus acusadores, en el mismo estado de Israel.
Sublime la interpretación de Maximilian Schell.
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10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Goldman & Dorff.
172/11(16/09/16) Turbador e inquietante film de Arthur Hiller, extraño que reflexiona de modo furibundo sobre la culpa, sobre los remordimientos, sobre la influencia de la barbarie sobre los que la sufren. Es la adaptación cinematográfica de la obra de teatro homónima de 1964 del dramaturgo y también actor Robert Shaw (“El golpe o “Tiburón”), al que le desagradó tanto el guión adaptado que pidió se retirará su nombre de los créditos, al parecer cuando vio el film si le gustó. Los hechos se inspiran en la detención y juicio de Adolf Eichmann, criminal de guerra nazi que fue juzgado en Israel en 1962. Una cinta que divaga entre diferentes géneros de modo mordaz e irregular, pero dejando ideas marcadas a fuego sobre las diferentes afecciones de culpabilidad, sobre los sentimientos de responsabilidad, sobre la búsqueda de la difusa identidad. Un relato que discurre a modo de engañosa comedia negra, políticamente incorrecta, polarizando la culpabilidad de víctimas y verdugos, dirigiendo dardos envenenados a la pasividad con unos aceptaron su trágico si no sin rebelarse, contra los que no movieron un dedo para impedirlo, contra los que se parapetaron en la obligación del deber. Impresionante la actuación de un Titán Maximilian Schell, apoteósica encarnación que tuvo como premio la nominación al Oscar al mejor actor, galardón que perdió a favor de Jack Nicholson por “Alguien voló sobre el nido del cuco”. La película en su estrenó generó gran polémica en su estreno por proponer cierta equidistancia, la ya mencionada entre víctimas y verdugos.

La cinta está partida en dos partes muy marcadas: La primera acontece en un lujoso ático de Manhattan, donde vive el protagonista, Arthur Goldman (Maximilian Schell), un adinerado industrial, locuaz tipo que parece vivir con el fantasma de sus acuciantes recuerdos de haber estado preso como judío en un campo de concentración, Mauthausen, durante la WWII, o al menos eso dice, convive con su asistente Charlie Cohn (Lawrence Pressman); La segunda parte cambia de registro y nos encontramos en una sala de juicios en Israel donde el protagonista será juzgado por crímenes contra la humanidad durante la mencionada contienda bélica, con Miriam Rosen (Lois Nettleton) de fiscal, y el juez (Luther Adler). Este bloque es el más rico en complejidad, por el que merece la pena ver el film.

Son dos películas en una, cuasi-independientes, donde hay que comentarlas por separado. En la primera parte se hace la presentación de tipo ambiguo, atormentado y trastornado por su pasado de preso de un campo de exterminio nazi, es una análisis desigual sobre los traumas del pasado, la autoculpa que se auto impone un superviviente del Holocausto de millones de muertos, para ello se hace un estudio de personaje bipolar, de estrafalario comportamiento, un excéntrico enigmático que parece guardar secretos apegados a su pasado durante el nazismo, un tipo arrogante, narcisista, violento, lenguaraz, con el que el espectador no se puede identificar, pero a la vez siente que es una persona afectada, contaminada por demonios internos que lo oprimen. Esta parte cojea bastante, cae en redundancias, se estanca y dura demasiado, se alarga sin saberse muy bien hacia dónde va, con diálogos confusos, pasados de rosca, caóticos, hay que verlo como el preámbulo de la segunda parte; El registro cambia radicalmente, la víctima del Holocausto pasa a ser el verdugo, aquí la narración pasa a ser una oscura sátira sobre el exterminio judío, un corrosivo lienzo donde la sensación de culpa explota, donde la verdad y la mentira se abrazan, se nos habla de la mansedumbre con que los judíos aceptaban su calvario, se nos habla de la delgada línea que separa la cordura de la locura, de lo fácil que puede ser moverse por los dos lados, se nos habla del purgatorio eterno en que viven muchas personas que jamás podrán huir de un acontecimiento trágico que marcó sus existencias.

Es una cinta con un buen ritmo narrativo, a pesar de lo desequilibrado del primer tramo te mantiene atento porque sabes que la situación va a implosionar y quieres saber por dónde, y cuando llega en el juicio te tiene atrpado entre las redes de una situación que escapa a tu entendimiento, hasta que al final todo cobra sentido. Su puesta en escena resulta bastante plana, prácticamente dos escenarios, por donde la cámara se mueve sin alardes técnicos, con un estilo cercano al telefilm, aunque su temática y calado emocional lo desbordan. Se la puede acusar de banalizar el mal (Hanna Arendt), de hacer chanzas del salvajismo bestiario de los nazis, pero es que lo que quiere exponer es la pesadilla en que vive el protagonista, tipo preso de su aciago pasado, su sombrío humor solo desea exhibir el estado cuasi-febril en que sobre-vive este misteriosos hombre.

Maximilian Schell es el amo y señor de la función, un Coloso desparramando energía, virulencia, de una intensidad doliente, cínico, furibundo, vibrante, colérico, extasiado, componiendo todo un arco de emociones dejando traslucir las grietas de su bombardeada alma, con una oratoria delirante en su electricidad, monólogos cáusticos, en su adecuado al personaje histrionismo, versando sobre los judíos, los nazis, el Holocausto, el capitalismo, nos inunda con la ambigüedad de su rol que no sabremos hasta el final quien es realmente, fascinante el carisma que desprende, en las tablas del teatro fue encarnado su personaje por Donald Pleasence. El resto de secundarios palidecen ante esta majestuosa actuación, y quizás esto es una tara, no tener un rol que le de apoyo y quede casi solo ante la historia.

Film recomendable a los que gusten de films extraños y originales sobre relatos que mezclen el Holocausto y los sentimientos de culpa. Fuerza y honor!!!
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8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
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