Mercado de ladrones (1949)

El ambiente de robos, fraudes, violencia, crímenes y asesinatos que incorpora el film trata de reflejar el aumento de la delincuencia que afectó al país tras la IIGM.

Se subraya el realismo con la presentación de escenarios especialmente veristas, como el campo de manzanos, la recolección manual del fruto, la participación de menores de edad en las tareas agrícolas, las transitadas carreteras de acceso a San Francisco, las calles de la ciudad y, sobre todo, el mercado central mayorista de futras, verduras y hortalizas, con su ajetreo, movimiento de personas y mercancías, confluencia de vendedores, compradores e intermediarios, etc.

Dassin denuncia los abusos e irregularidades de mafiosos malnacidos que operan en el mercado, la debilidad negociadora de los productores agrícolas y de los transportistas frente a la fuerza de los grandes intermediarios, la proliferación de desaprensivos y la abundancia de granujas y pícaros activos. Compone una visión documentalista y crítica sobre las distorsiones que sufre la economía americana durante los primeros años de la posguerra.

La mayor parte del relato tiene lugar en la noche, en espacios oscuros, mal iluminados, opresivos y peligrosos para la integridad de los bienes y las personas. Sólo unos 20 minutos de los 93 de que consta el film tienen lugar en escenarios diurnos (2). Es esto consecuencia del estilo de cine (cine negro), con el que Dassin arropa la historia, al objeto de tensionar su dramatismo y los elementos determinantes del mismo. Resulta particularmente acertada la imagen que construye del mercado central y su mundo, como una “jungla nocturna donde se ha de luchar para sobrevivir” (3). La escena de la paliza que recibe Nick en un espacio de sombras densas y una oscuridad pavorosa, evoca la inmoralidad de los métodos de Figlia, basados en engaños, extorsiones, robos, crímenes y una violencia extrema, vergonzosa e impresentable. La escena del camión volcado con la fruta esparcida por el suelo explica visualmente la dureza del trabajo de los transportistas y los riesgos desproporcionados que asumen.

La banda sonora, de Alfred Newman, ofrece una partitura dramática que habla de peligros y siniestros. Añade varias canciones conocidas, como “Bye, Bye Blackbird”, “Honey”, “What Did I Do”, “Struggled On Yours Shoulders” y otras. La fotografía, de Norbert Brodine (“La novia era él”, Hawks, 1949), en B/N, compone planos largos, encuadres y movimientos de cámara sinceros y no manipuladores e imágenes testimonialistas (4). El paso del tiempo ha incrementado el valor documental del film y ha reducido la importancia de las prisas con las que se tuvo que rodar.


(1) Augusto M. TORRES, “Jules Dassin”, ‘Cine mundial’, págs. 230-231, Espasa, Madrid 2006.
(2) Tim BRAYTON, “The Long And Winding Road”, ‘Rotten Tomatoes’, abril 2007.
(3) “Thieves’ Highway” – Criterion Collection, amazon.com
(4) José M. LATORRE, “Mercado de ladrones”, Dirigido por, nº 389, pág. 95, mayo 2009.