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Seryozha (1960)

Sinopsis
Es la historia de un niño pequeño que vive en las zonas rurales de la Unión Soviética a mediados de la década de 1950. Describe las experiencias de Seryozha, y las de su familia, amigos y vecinos a lo largo de un verano. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Infancia Vida rural
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Unión Soviética (URSS) Unión Soviética (URSS)
Título original:
Seryozha
Duración
76 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
1961: National Board of Review: Top mejores películas extranjeras
1960: Festival Internacional Karlovy Vary: Mejor película
9
"Серёжа" (1960). Георгий Данелия, Игорь Таланкин. "Seryozha" (1960). Georgy Danyelya, Igor Talankin. "Splendid Days". La luz de la infancia. Francisco Huertas Hernández
La infancia es la única patria del hombre. El niño habita espacios que no sabe que son tiempo. "Серёжа" (Seryozha) es una película sobre un niño de cinco años que abarca desde el verano al invierno. Diversas estampas de una vida sin escuela en las que sentimos no solo el tiempo de la naturaleza en el paso de las estaciones, sino el del juego, la aventura, la espera, el encuentro, los afectos y el diálogo con los adultos. Si el tiempo humano tiene algo especial es su conversión en palabras, en lenguaje que llena el tiempo y lo proyecta hacia la utopía. La utopía que sueña un tiempo justo y feliz tiene su origen en el "Paraíso Perdido" que no es otro que la infancia. Analizaré este precioso film desde estas coordenadas.

"Серёжа" fue el primer largometraje dirigido por Igor Talankin (1927-2010) y Georgy Danyelya (1930-2019), y es una adaptación del relato homónimo de Vera Panova (1905-1973)
El guion fue escrito por Igor Talankin, y Georgy Danyelya hizo un storyboard: dibujó 505 fotogramas de la futura película. Antes del rodaje, ambos directores acordaron que harían todo juntos, teniendo derecho a veto cada uno. El espectador no aprecia esa dirección coral: la cinta presenta unidad visual y narrativa, aunque la narración no está articulada en torno a una trama que se desarrolla, sino a episodios aparentemente discontinuos, que podrían ser la evocación de un adulto de su infancia.

El protagonista es Seryozha (Boris Barjatov), tiene cinco años. Su madre, Maryana (Irina Skobtseva) se ha vuelto a casar. Dmitry Korneyevich Korostelyev (Sergey Bondarchuk), el jefe de la granja estatal, se ha convertido en su nuevo padre. El niño le llama por su apellido: Korostelyev. Se convierte en su mejor amigo y ayuda a Sergey a resolver los pequeños problemas de la vida, que para el chico son importantes. Seryozha siente que un adulto le trata como una persona independiente, puede comunicarse con él en igualdad de condiciones, y respeta sus pensamientos y acciones. Korostelyev realiza el sueño del pequeño: le compra una bicicleta.

La vida en la granja estatal para un niño como Seryozha (Sergito) es al aire libre, rodeado de otros niños de edades y estaturas mayores. Y los chicos hacen travesuras, a veces sin querer. Estrellan la bicicleta contra un animal. Tocan la campana del edificio de bomberos. Y el pequeño Seryozha observa el mundo circundante: a los niños más grandes, y a los adultos que les dan órdenes, les reprochan y castigan, a los adultos de la granja colectiva premiada por su aumento en la producción de leche, que se contemplan a sí mismos en un noticiero cinematográfico...

Los jóvenes realizadores, Danyelya y Talankin, filman con arte y mesura -si es que alguna vez pueden disociarse- la vida rural de un niño observador y sensible. La angulación de las tomas indica la dirección de la mirada de Seryozha en contrapicados para las figuras de los adultos y los chamacos de mayor edad, y con picados del "mundo" que contempla al pequeño -como en los títulos de crédito.
El espectador siempre es el "mundo": nuestra mirada es la medida de todos los acontecimientos. Danyelya y Talankin juegan con la altura de la "mirada": Seryozha abriendo la llave del agua en plano picado, con encuadres del nuevo matrimonio en los que la cámara está a la altura de los ojos del espectador. La cámara no es un mero mostrar el espacio, sino el movimiento, y ya dijo Aristóteles que el tiempo es "el número del movimiento según el antes y el después". El contrapicado es la mirada hacia el tiempo futuro, y el picado hacia el pasado. Quien mira a un niño está recordando su pasado. El niño que contempla lo lejano y lo grande espera llegar allá: al futuro. Los directores juegan con este trasfondo ontológico desde el mismo inicio del film.

En toda película hay cinco elementos que la sostienen. Ya hemos hablado de la labor directorial dual y del guion basado en los relatos de Vera Panova.
La fotografía de Anatoly Dmitrievich Nitochkin (1932-2001) en blanco y negro discurre entre los contrastes de claridad y penumbra de los interiores y la luz estival. Es uno de los pilares de la obra.
La música de Boris Aleksandrovich Tchaikovsky (1925-1996) también oscila entre el tono burlesco de comedia infantil y el lirismo dramático del final, en el que el sinfonismo shostakovichiano es evidente en el solo de clarinete.

Y, finalmente, la interpretación. En "Seryozha" el conjunto de los impulsos vitales, las ideas y proyectos individuales, el trabajo rural, y el tiempo de la naturaleza acompasado al de los corazones, confluye en la actuación de los personajes.
Boris Barjatov, en el rol de Seryozha, magnífico. La naturalidad es su característica. Y eso también puede aplicarse a los otros chicos: Yury Kozlov, un responsable Zhenka; Sergey Metelitsin, en el papel de Vaska, anárquico y soñador; Aleksey Dotsenko como el inseparable Shurik.

De Sergey Bondarchuk en el rol de Korostelyev no podemos decir que sea un buen actor, pero cumple como adulto que ejerce poder y amor a un tiempo. Irina Skobtseva, con una actuación impecable, aunque, extrañamente, es un personaje menor, siendo la madre. Su actitud con Seryozha va de la ternura inicial al distanciamiento tras la llegada del bebé.

Todos los secundarios de lujo, mucho mejores que los dos principales.

Ver "Серёжа" hoy es tan gozoso como lo debió ser para el público soviético en 1960 que la votó como mejor película del año (revista "Советский экран"). Es un film extraordinario que ganó diversos premios (Karlovy Vary, Stratford, Vancouver, Tesalonika), y que resulta universal porque la luz de la infancia es siempre reconocible más allá de la lengua y la circunstancia: está dentro de cada uno de nosotros.

Francisco Huertas Hernández (Acorazado Cinéfilo)
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