Caín (1987)

Menudo desmadre de película. Es caótica, deslavazada, avanza como a trompicones, pero por encima de todo es maravillosa. Es una de estas pelis en las que toda la imaginería, la atmósfera, el tono o como se quiera llamar impregna la cinta de tal manera que le perdonas todos los fallos. A esto contribuye la espontaneidad de todas las interpretaciones (ese Pau de tonto del pueblo y ese Sisa de padre acelgado que no suelta una palabra han sido una agradable sorpresa, y por supuesto todos y cada uno de los chavales, y Don Cuco de maestro "libertario"), las localizaciones imposibles, la música fantástica. Durante toda la peli te transportas a ese mundillo chiclanero de comedia surrealista y naif y te da pena marcharte.

En fin, que ya le tenía simpatía a Manuel Iborra por El tiempo de la Felicidad y Pepa y Pepe (serie de mi adolescencia, tengo que confesar), y Caín no ha hecho mas que aumentarla. Ya quisieran muchos directores con los deberes hechos y todo ordenadito y en su sitio contar con el espíritu que tiene Caín.