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Bloody Territories (1969)

Sinopsis
Un grupo yakuza que antaño gozaba de un inmenso poder se ve obligado a disolverse por el aumento de la presión policial contra las organizaciones criminales. Solo un pequeño clan se opondrá a la disolución y continuará sus actividades, encontrando en su camino cada vez más obstáculos. (FILMAFFINITY)
Género
Acción Drama Crimen Yakuza & Triada
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Kôiki bôryoku: ryuuketsu no shima (Bloody Territories)
Duración
88 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
6
El crepúsculo de los caballeros tatuados
“Bloody Territories”, sin ser en absoluto un film memorable, tiene un doble interés, por una parte la garantía de diversión, ritmo y estilo que supone el cine del Yasuharu Hasebe de los 60 y primeros 70, cuando era uno de los realizadores abanderados del cambio estilístico emprendido por la Nikkatsu a mediados de los 60. Por otra la oportunidad de encontrar un género, el “yakuza eiga” en este caso, justo en su momento de cambio, debatiendose entre romper los últimos lazos con el “ninkyo eiga” y su concepción romántica del fuera de la ley, o lanzarse al abismo que a mordiscos estaba a punto de abrir el nuevo “jitsuroku eiga”, las películas basadas en la crónica negra con las que Kenji Fukasaku y la Toei cambiarían el género de arriba a abajo.
En esta encrucijada histórica radica lo más interesante de una cinta en absoluto despreciable por si misma, pero sobre la que pesa demasiado esta indefinición. Algo a lo que no es ajeno el carácter de vehículo para el cambio de imagen de un progresivamente endurecido Akira Kobayashi, aquí el último yakuza con código en un universo crepuscular.
Por lo demás una historia farragosa de clanes enfrentados que narra la conversión del crimen organizado en asociaciones empresariales. Tocada por un desmayo de ritmo en la parte central que Hasebe sortea con su poderoso estilo visual y apurando un desaforado sentido del melodramatismo que desembocará en un tercio final, este si, apoteósico. Haciendo cumbre en el enfrentamiento a cuchillo y traiciones que aprovecha espléndidamente el decorado de la oficina y las escaleras de un enorme edificio moderno en contraste directo con un climax nocturno y callejero que mezcla la sangre con el agua.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Yakuzas honorables contra yakuzas miserables
Dos hombres que se juraron lealtad ahora están uno al lado del otro, frente a la ventana, mojada por la lluvia incesante, contemplando un futuro sin futuro.
Tiempo después uno de esos hombres morirá apuñalado frente al mismo ventanal, ahora salpicado de sangre. Afuera, la ciudad de testigo mudo, símbolo del progreso de la nación...

Se describe una parábola de la decadencia y la destrucción amarga en todos los sentidos, el fin de una era, la de los yakuzas de honor. Este género lleva pasando por una época de cambios hasta situarse en un límite crepuscular donde la mutación definitiva se avista al otro lado; tal vez desde Toei se desencadenará una revolución para renovar la "yakuza-eiga", y gente como Makino, Ozawa, Yamashita y Fukasaku la abanderasen, pero ya se venía intuyendo desde el seno de Nikkatsu, siendo Masuda, Suzuki o el mismo Hasebe los principales responsables.
"Shima wa Moratta" es un buen ejemplo de ello; esta fantástica película presentaba una lucha encarnizada entre un grupo de yakuzas renegados pero de inquebrantable sentido del honor y la ética contra otros llevados por la crueldad y la ambición sin límites en un territorio de campesinos. Vuelve la estrella Kobayashi a los brazos del director para protagonizar una historia de similares devenires, en cuyo inicio ya se habla de la desaparición de una organización entera para renunciar a la violencia y ser aceptados por una sociedad que crece gracias al progreso y la economía y harta de esa misma violencia...

Al principio podría repudiarnos la postura del oyabun Kojiro, quien se niega a deshacer a su clan Onogi, pero como iremos viendo la razón por la cual él y sus subordinados actúan de este modo encuentra una justificación comprensible: quieren proteger su territorio de Shinjuku de la maldad extranjera. Esta familia está unida hasta las últimas consecuencias al contrario que en las futuras "Batallas" de Fukasaku, donde sólo había traiciones; al margen de los Onogi se hallan empresarios, hombres de negocios y ex-yakuzas que actúan guiados por otra lógica: la del dinero, fuera de toda ética, respeto y moralidad.
La lógica del futuro. Hasebe, que prosigue abandonando el cuidado por la estética y la forma en favor de un tratamiento mucho más directo, crudo y enfatizando la violencia sexual (queda presente gracias a la fotografía sucia y sudorosa de Muneo Ueda), nos sumerge, al igual que en "Shima...", en una lucha entre hombres de honor y criminales inmorales cuando el territorio de los Onogi se convierta en zona de disputa y codicia, en especial por Jinno, segundo al mando de la gran familia Kansai y a quien da vida el buen Hiroshi Nawa como un personaje despreciable...

Al otro lado Itakura, aniki de Yato (ambos los hombres mencionados en esa descorazonadora secuencia frente a la ventana), reitera su decisión de rechazar la vida criminal en favor del progreso mientras el segundo continúa manteniendo firme su creencia; y es que la melancolía del tono crepuscular no dejará de sentirse a cada momento en esta "Ryuketsu no Shima", donde, y paradójicamente, aquellos que operan y desatan el caos alrededor de los Onogi son en su mayoría individuos que están desligados de la tradición yakuza.
El cineasta y el guionista Kazuo Aoki perfilan a los protagonistas como héroes samuráis dispuestos a morir por su reino, portando no armas de fuego sino cuchillos y espadas, admitiendo en sus filas a un soldado de otro clan deshecho y con Yuji (Kobayashi) a la cabeza, cerebro de las diferentes estrategias que ellos, paradigma del todavía existente "ninkyo-eiga", deberán planear para que no caiga el clan, el cual contempla su más que probable desmembramiento. Puede que la trama vaya saltando para centrarse en diversos secundarios y subtramas despachadas con rapidez, pero en el centro de él siempre están los pobres miembros de los Onogi y su jefe, vapuleados y sacrificados en el progreso.

La policía por cierto aparece, pero también actúa en contra de ellos; ¿la razón de que concentren sus esfuerzos en esto y no en detener a sus agresores y perseguidores?, pues porque siguen siendo yakuzas de cara a la sociedad, pese a que son los primeros en desear la paz. Sea como sea, un honor que es absolutamente un obstáculo para sobrevivir en un mundo de monstruos, zorras y cobardes, donde todos se manipulan y dejan manipular, donde la codicia es la fuerza imperante, lográndose así, al contrastarse con el microcosmos ético y respetuoso en el que se refugian los Onogi, una gran sensación dramática, pretendidamente romántica.
Hasebe ayuda con su uso del color, los escenarios interiores y las emocionales interpretaciones de su genial reparto (destacar, incluso por encima del rabioso Kobayashi, a Yoshi Kato, Tadao Nakamaru, Kyoko Mine y el joven Jiro Okazaki), llevándolo todo, como no podía ser de otro modo (y trayendo recuerdos de la previa "Shima..."), a un clímax donde la sangre y la carne cortada se mezclan con el barro y la lluvia en una sinfonía de pura brutalidad y tragedia (es más, para subrayar el tono del film, Jinno, anterior enemigo mortal del clan Onogi, tiene un ataque de conciencia y honor y decide apoyar a Yuji en su cruzada de venganza).

Están terminando los años '60 y en el cine, como en esa ciudad de Shinjuku tan expuesta a los cambios sociales, se siente cada vez más esta atmósfera de inevitable transformación; Hasebe consigue una sólida muestra de ello con éste, uno de sus mejores "thrillers", donde al fin y al cabo, y como sucede con la materia, las organizaciones criminales ni se crean ni se destruyen, simplemente se transforman.
Si hubiese una secuela veríamos cómo los miembros de los Onogi se desbandan para unirse a otra familia y que la compañía de Itakura pasa a manos de otro empresario sin escrúpulos. La vida criminal siempre se abre camino...
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