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Almas perversas (1956)

Almas perversas
113 min.
7,3
258
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Sinopsis
Catherine, una ingenua chica de veinte años que acaba de quedarse huérfana, llega a París con una maleta y un dato: el nombre de André Chatelin, renombrado cocinero y dueño de un restaurante en Les Halles, que, además, hace veinte años estuvo casado con su madre. Chatelin, para disgusto de su madre, la acoge en su casa. Poco a poco, la cándida apariencia de la chica deja paso a un comportamiento inquietante. Duvivier desconcertó al público con unos personajes femeninos tremendamente amorales y sórdidos. (FILMAFFINITY)
Género
Thriller Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Voici le temps des assassins... (Deadlier Than the Male)
Duración
113 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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8
Cabeza de arpía a las finas hierbas macerada en jugo de pardillo con su guarnición de temporada
Espectacular duo gastronómico-noir cocinado a fuego lento por uno de los directores galos más recomendables que puede encontrar uno en la carta. La relación cantidad-calidad-precio es bastante superior a otros franchutes con más reseñas y estrellas Michelin, que ya sabemos que los gabachos son muy chovinistas para estas cosas.

Más que una película, es un festín pantagruélico en el que tenemos como ingrediente estrella a un Gabin en estado de gracia, que parece que haya nacido con una cacerola bajo el brazo. Ver cómo elabora la bechamel, cómo sirve su Lucio a la Chatelin o como degusta un fabuloso Gewürtztraminner de 1928 (sí, sí, un vino alemán en una película de gabachos...ahí tienen las razones de su ostracismo) activa los jugos gástricos de cualquier persona con sangre en las venas.

Pero si el ingrediente principal es de calidad suprema, el acompañamiento no le va a la zaga. Una desconocida Danièle Delorme da vida a la hija de perra más manipuladora y asesinable que servidor haya visto en pantalla, dando la réplica por momentos al coloso Alexis, pese a que la peculiar nariz del maestro tome absoluto protagonismo a lo largo del metraje.

El toque trufado noir y la armonía en el plato las pone Monsieur Duvivier, sazonando al punto los ingredientes con ese cuasi-hijo de Chatelin y sus maneras exquisitas frente a los clientes, añadiendo un toque de barrica mediante ex-mujeres alcohólicas, viejunos puteros y chachas fisgonas y finalmente culminando el estallido de sabor mediante la pimienta negra que supone el protagonismo final del magnífico can César.

Tuvo que ser otro gabacho quien dijera: La venganza es un plato que se sirve frío. Un postre sin duda redondo para finiquitar el menú. La casa invita a los chupitos.
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23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Perversidad A La Creme.
Notable intriga cocinada a fuego vivo y con mucho mimo en la que uno se siente cual Halford en el Rectum en la hora feliz. Siguiendo el esquema típico americano de este tipo de arañazos en la pizarra, pero con un inequívoco sabor francés, Duvivier, un tipo del que recomiendo hasta el delirio su olvidada y memorable Seis Destinos, muy probablemente la mejor película episódica que he visto jamás, o al menos la mejor que ahora mismo logro recordar. Apabullante Gabin dando vida a un Artie Bucco francés, de buen fondo y confiado, como si hubiera vivido siempre entre fogones, con una naturalidad pasmosa. Y una inédita, en mi pantalla, Danièle Delorme está soberbia como paradigma de la femme fatale manipuladora que invita a lanzar juramentos contra la pantalla, uno puede imaginársela perfectamente en todos los televisores durante el minuto de odio de Orwell. Duvivier está fantástico, dotando la insidia de un ritmo sin cuartel cuyas piezas van cayendo como si un enfermo del Tetris estuviera a los mandos, recreando los ambientes de la ciudad y de los fogones del Vesuvio que regenta Gabin. Buena prueba de ello es el hambre que me entró pese a acabar de despacharme un solomillo de 400 gramos sin atisbo de compasión hacía poco más de una hora. Todos los secundarios, exceptuando, quizá, al amigo de Gabin, servido aquí demasiado crudo, están realmente fantásticos. El único pero que se le puede poner a este menú es que llega un punto donde uno empieza a sentir que esto es jauja, el Master Of Puppets suena de fondo, y pareciera que todos son simples títeres, presas demasiado fáciles en manos de la titiritera. Entonces el guión parece, y digo parece, que se precipite, como un títere más, tan manipulado como Gabin y compañía, y el pincel de Duvivier torna en brocha por momentos. Pero cuando uno está a punto de llamar al maitre y aducir cualquier pelambrera para no pagar la cuenta, Duvivier te plantifica un postre que te hace olvidar cualquier peaje pasado, como ocurre a veces en el Bernabeu, y finaliza la función de un modo tan desquiciado y bizarro que uno comenzaría una batalla de tartas si hubiera tenido compañía. Y tartas a mano.
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16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
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