El pacto de Berlín (1985)

No hay que ser excesivamente duros con “El pacto de Berlín” de John Frankenheimer por motivos casi humanos. El director venía de una mala racha que le había hecho dejar el cine casi para siempre, problemas con el alcohol, con su mujer, económicos, de salud muy serios... el hombre estuvo realmente mal y por lo tanto su vuelta fue una catarsis que le hizo recuperarse y volver a vivir de una forma única con su arte. Evidentemente ya nunca recobraría el pulso de antes, lógico, pero quien tuvo retuvo y cualquier cinta de Frankenheimer de esa época tiene atractivo, su mayor cualidad es la de que sus historias son atrayentes. Que estén mejor o peor desarrolladas es otro asunto. Aquí toma una novela de Robert Ludlum –un escritor tipo Frederick Forsyth para que se hagan una idea- y la lleva a la pantalla con oficio, aunque de forma y manera inverosímil.

Huelga decir que lo mejor es Michael Caine, las localizaciones, algunos mordaces diálogos y ese aire de thriller político de corte británico cercano a “Los niños del Brasil”. Del resto poco o nada, sólo paranoia.

Es cierto que la película baja muchos puntos por la inverosimilitud, pero sólo por eso, lo cual a su vez puede hacerla rescatable si valoramos el resto.
Los papeles están muy bien, cada personaje tiene una personalidad bien definida, el problema es que a veces se exceden (ej.: Johan Tennyson, el hijo heredero pro-Nazi muestra su malicia en forma sobreactuada).
Si uno se relaja y pasa por alto estos baches, puede disfrutar de la presencia de un actorazo como Michael Caine en "una de espías" pasada de moda, pero cuya historia resulta atractiva.
Te diría que si eres de los que al ver a un mago se interesa más por develar sus trucos que por disfrutar de la ilusión, no la veas. En caso contrario, puedes intentarlo, a veces las películas no tienen que ser perfectas para entretener.