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El discípulo del diablo (1959)

El discípulo del diablo
82 min.
6,4
280
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Sinopsis
Adaptación de una conocida obra teatral de Bernard Shaw basada en ciertos hechos ocurridos en 1777. Durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (1775-1783), en la que los colonos de Nueva Inglaterra se sublevaron contra la metrópoli, surgió una estrecha amistad entre un colono americano y un pastor protestante inglés. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Bélico Siglo XVIII Guerra de Independencia Americana
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
The Devil's Disciple
Duración
82 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Reino Unido-Estados Unidos;
Links
Premios
1959: Premios BAFTA: Nominada a Mejor actor británico (Laurence Olivier)
6
Un MacKendrick a medias (como mucho)
El Discipulo del Diablo está basada en una obra teatral de George Bernard Shaw, pero ello no supone tener que aguantar el típico acartonamiento de las adaptaciones fílmicas del teatro: los escenarios cambian constantemente e incluso hay escenas rodadas en exteriores con un buen número de extras. Tampoco las interpretaciones recuerdan en ningún momento el origen en las tablas del guión, algo que podía esperarse de Laurence Olivier, pero no es el caso.

Sin embargo la película adolece de una falta de pulso que impide que pueda ser considerada como una obra maestra. El tono varía de unas escenas a otras de forma brusca, y cuándo se llega a la escena en la que Lancaster se interna en el cuartel de los casacas rojas yo me quede a cuadros; de un drama (tratado con una cierta ligereza, eso si) se pasa de repente a una escena de comedia absurda y delirante, en la que Lancaster más parece un superhéroe que una pastor presbiteriano como dios manda.

Quizás la respuesta a este repentino cambio de discurso se deba a los 2 diferentes directores que tuvo la película. En efecto, la cinta fue comenzada por el gran Alexander MacKendrick, y fue sustituido a causa de su excesivo perfeccionismo por el artesano Guy Hamilton, posteriormente, director de 4 películas de la saga Bond. Aún que quizás no sea MacKendrick el responsable de la escena de Lancaster en el cuartel, se hace difícil creer que no sea él quien filmo la escena del juicio en el que se enfrentan los personajes de Olivier y Kirk Douglas, cargada de un sano cinismo y dotada de los mejores diálogos de la cinta. Lo mismo puede decirse de la escena en la que la mujer del pastor va a visitar a Douglas en su "calabozo", una de las más divertidas de la cinta.

Otras escenas sin embargo, no alcanzan, a mi parecer, el fin pretendido. Por ejemplo, la del primer encuentro entre Lancaster y Douglas en el cementerio, aunque sirve para presentarnos a los personajes y sus diferencias, no acaba de funcionar como escena de comedia, que parece ser lo pretendido, lo que deja a uno con un sabor muy extraño en la retina.

¿Qué nos queda entonces? Por una parte una serie de memorables escenas, casi todas ellas protagonizadas por el personaje de Laurence Olivier (el histórico General Burgoyne), y por otra una película, en conjunto, deslavazada, y a ratos un tanto confusa para quienes no estamos familiarizados con la guerra entre los colonos americanos y la metrópolis británica, aunque lo realmente importante es la historia de crecimiento personal de los personajes de Lancaster y Douglas.
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16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Cambios de vocación
El discípulo del diablo se estrenó en España en 1960. Cuando salió de la cartelera, nunca más se reestrenó, ni ninguna cadena de televisión la emitió jamás. Simplemente, había desaparecido de la circulación. ¡Y con ese trío protagonista! De repente, la semana pasada la vi en las estanterías de mi camello, y mis manos se precipitaron temblorosas hacia ella. ¡Por fin! Se basa en una obra teatral de George Bernard Shaw, ácido dramaturgo irlandés, ganador del Nobel de literatura y del Oscar por el guión de Pigmalión, hazaña notable y no repetida. El discípulo del diablo transcurre durante la Guerra de la Independencia norteamericana y no ahorra críticas a los británicos. Un ministro anglicano y la oveja negra de una familia local entran en contacto, con la hermosa esposa del primero en liza (maravillosa Janette Scott), y ambos descubrirán que habían seguido caminos equivocados. Rodada con agilidad por Guy Hamilton, futuro director de cuatro cintas de James Bond, que la despoja de su lastre teatral, con una preciosa fotografía en B/N de Jack Hildyard y una inspirada banda sonora del gran Richard Rodney Bennett, la película fascina por su ritmo de ballet y la interacción entre sus principales personajes. Kirk Douglas, como siempre "bigger tan life", nos seduce con su energía y vitalidad arrebatadoras; Burt Lancaster se muestra comedido, como corresponde a su personaje clerical, hasta que se suelta el pelo y nos recuerda que él protagonizó El halcón y la flecha y El temible burlón, por citar sólo dos de sus grandes logros; y Laurence Olivier transmite la flema y el cinismo británicos que tan bien confluían en determinados papeles memorables (La huella, sin ir más lejos). Janette Scott está para comérsela, y Harry Andrews carga con un cometido tirando a ridiculín. En resumen, un agradable descubrimiento, aunque siempre quedará la duda de por qué tardó tantos años en emerger de nuevo a la luz.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
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