Los fantasmas de Goya (2006)

A priori no parece tarea sencilla meter en un par de horas tanto contenido histórico y de tantos ámbitos como lo acaecido durante la época de cambio de siglo del XVIII al XIX. La invasión napoleónica, la presencia y desaparición de la inquisición, y la ocupación británica y consiguiente expulsión de los franceses, todo ello bajo la inerte mirada de una decadente y vanidosa monarquía. En este entorno yvivió Goya sus más gloriosos días artísticos y profesionales, como reputado pintor de cámara de la familia real, pero también se abrió la puerta a su sordera y al declive de su salud mental, así como a la magnificación de su genio.
Al principio pensé que el título no era acertado, pues la película no es la biografía típica que suele filmarse sobre un genio, ni siquiera de una parte de su vida (quince años). Error mío. Al contrario de mi primera impresión, el título refleja correctamente el contenido mostrado, pues lo que Forman nos presenta es la decadencia social y política de España que llevó al país a la guerra y a la miseria, es decir, lo que fueron “los fantasmas” para Goya.
El momento social se prestaba a los abusos de la iglesia, las penurias del pueblo, las atrocidades de la guerra, la hipocresía, la prostitución, o el ombligo de la clase noble. Todo aquello que el pintor retrató de manera objetiva, sin tapujos, como al monje protagonista o a la familia real que, borrachos de autocomplacencia, no se veían reflejados en el realismo de sus cuadros.
En este escenario, Francisco de Goya es un elemento más, casi un secundario, y por su vida se entrecruzan los dos personajes que soportan el peso narrativo y argumental. Inés de Bilbatúa (Portman), hija de un rico comerciante, modelo favorita del pintor, y falsamente acusada por el santo oficio; y el monje inquisidor Lorenzo Casamares (Bardem), que no duda en jugar las cartas que le vienen, buscando su beneficio siempre en primer lugar. Con estos personajes Forman nos muestra las dos caras de aquella moneda: el pueblo inocente con su sufrimiento, y la Iglesia y el poder)con su corrupción y sus abusos.
Llaman la atención un par de cosas. Por un lado, la pérdida de naturalidad de Bardem en la versión doblada, que lo hace algo inverosímil sobre todo al principio, y el excelente trabajo de Portman en los tres registros que interpreta a lo largo del metraje, con una gran caracterización en uno de ellos, no solo de maquillaje, sino de expresión y gesticulación un nuevo sobresaliente para la actriz, otro más.
La fotografía, otra factura a nombre de Aguirresarobe, logra dejar impecablemente iluminadas todas las estancias, las más vetustas de palacio, y el estudio del pintor, en el que casi le da la sensación a uno de estar allí presente.
Con tempo ágil a base de cambios de ritmo bruscos, y una elipsis de quince años, dicotómica pero necesaria para el respeto de los hechos, Milos Forman repasa las miserias de la España perdida y sin rumbo.

Realizado por Milos Forman, el film se basa en un guión original del realizador y de Jean-Claude Carrière. Se rueda en Boadilla del Monte y Parque del Retiro (Madrid), Segovia, Salamanca y Aranjuez. Producido por Saul Zaentz, se estrena el 10-XI-2006 (España).

La acción tiene lugar en Madrid en dos épocas: 1792/93 y 1808/14. La obra suma géneros diversos: drama, melodrama, historia, biografía, crítica político-social, etc. El relato se focaliza en 3 personajes: el hermano Lorenzo (Javier Bardem), Inés Bilbatúa (Natalie Portman) y Goya (Stellan Skarsgärd). No ofrece un biopic de Goya, al que se reserva el papel de quien observa los acontecimientos.

Es interesante la descripción que se ofrece de la vida de lujo e indolencia de Palacio y de las estrecheces, miserias, pobreza y desesperanza que ahogan a la población, sometida a la opresión religiosa de la Inquisición y civil de Gobiernos absolutistas. El retrato de una España negra, aunque sólo esbozado, resulta estremecedor. Las monjas del asilo de niñas huérfanas, a los 11/12 años, las venden a celestinas que las prostituyen. Los poderosos toman decisiones interesadas sin atender a razones de proporción, justicia y humanidad. Una sospecha puede condenar a un inocente a reclusión de por vida sin juicio. Los tormentos físicos aplicados a sospechosos por la Inquisición son salvajes. Abundan los crímenes sanguinarios, el odio entre conciudadanos, venganzas a traición, engaños, explotación, violencia y crueldad. Tanto en el bando de los absolutistas como en el de los ocupantes franceses.

Indirectamente, la obra pone de manifiesto que la tensión entre los ideales liberales de la Revolución Francesa, que anidan en el ánimo de personajes ilustrados, como Goya, y la opresión dominante, se ve frustrada por la invasión francesa y la ocupación del país. Estos hechos dejan abierto un largo período de enfrentamientos fratricidas y luchas encarnizadas. Hielan el alma los gritos de "Vivan las caenas" que se oyen en la plaza pública ante la presencia del Rey. La exclamación equivale a "Viva la opresión", que presidió la cerrazón ideológica y la atmósfera asfixiante del país durante decenios. Se sobrevalora el papel de los ingleses en la victoria española contra los franceses. El relato básico es folletinesco y en buena medida inverosímil.

La música aporta frgmentos ocasionales que subrayan las escenas dramáticas y resaltan el tono irónico de algunas secuencias. Incorporan palmas, panderetas y castañuelas. Añade la canción infantil "El pelele". La fotografía, de Javier Aguirresarobe ("Los otros", 2001), crea composiciones de excelente dibujo y hace un uso contenido del movimiento de cámara. Se beneficia de una ambientación correcta, algo recargada, y de un elegante vestuario goyesco. Destaca la presentación de "El jardín de las delicias" (El Bosco), "Venus, Adonís y Cupido" (Anibal Carracci), lienzos de Velázquez y Goya y grabados y estampas de Goya que explican los fantasmas que turban su mente.