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Incidente en Ox-Bow (1943)

Incidente en Ox-Bow
72 min.
8,0
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Escena (Español)
Sinopsis
Nevada, 1885. Gil Carter (Henry Fonda) llega a una pequeña población del oeste en busca de su antigua novia, una mujer de dudosa reputación. Le acompaña su amigo Art (Harry Morgan). La inesperada noticia del asesinato de un conocido ranchero provoca que, ante la ausencia del sheriff, se forme un grupo de linchamiento del que tanto Gil como Art formarán parte. (FILMAFFINITY)
Género
Western Drama Crimen Película de culto Siglo XIX
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Ox-Bow Incident
Duración
72 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1943: Nominada al Oscar: Mejor película
1943: National Board of Review: Mejor película
1943: Círculo de Críticos de Nueva York: Nominada a mejor director
8
Siete contra todos
Lo primero que llama la atención en esta cinta es cómo están rodados los caballos. Potencia, control, velocidad. La cámara en su sitio. Dan ganas de vender el coche y de comprarse un purasangre.

Lo segundo, la escena de la diligencia. Ella y él no cruzan una sola palabra y, sin embargo, todo queda meridianamente dicho. El juego de miradas habla por sí mismo. Una pequeña historia dentro de la historia. Un apunte emocional que dura lo que dura el paso de la diligencia.

A esas alturas, estás pegado a la pantalla. Intuyes, presientes, paladeas a priori el desenlace.
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144 de 148 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Duro mensaje a la conciencia.
Muy poco, se ha escrito de William Wellman, excelente director de inmejorables películas: “Aventuras de Búfalo Bill”, “También somos seres humanos”, “El telón de acero”, “Más allá de Missouri”, y otras muchas más que completan un trabajo muy completo y poco reconocido de William Wellman, uno de los clásicos menos ponderados de entre los de su generación. Tuvo que ser “The Ox-Bow Incident”, la película que a pesar de su corto metraje, lanzara un duro mensaje perturbador hacia las conciencias de los americanos, acostumbrados por entonces en el cine de acción y evasión, pero sin ninguna profundización sobre la relatividad de la justicia humana (y mucho más, si ésta justicia la defienden una partida de exaltados que creen tener la razón en sus manos). Si nos paramos en la lectura del libro “El universo del western” de Astre y Hoarau, ellos mismos nos definen la película de Wellman como una obra maestra, la cual no hubiera llegado a las pantallas sin el fuerte convencimiento de Henry Fonda, de participar en la en la misma y convencer al productor Zanuck, de que debía producirla.

La planificación, admirablemente reposada, y los principales actores Henry Fonda, Harry Morgan, Dana Andrews, Anthony Quinn, Fran Conroy, Jane Darwell, y Harry Davenport, todos ellos perfectos en su trabajo, están al servicio de un discurso sin falsas apologías, seco y cortante como pocos. El paisaje, tratado por Wellman en líneas generales como detonante perfecto de acciones y sentimientos, árboles de ramaje retorcido dispuestos servicialmente para mejor proceder al injusto linchamiento de unos hombres inocentes, que se verán sin ninguna esperanza de salvación, a pesar de los denostados esfuerzos para demostrar que no son culpables. Wellman, con su cámara casi invisible, nos acerca a una galería de personajes de la más diversa índole, realizando un excelente estudio del ser humano en prácticamente todas sus facetas. Todos los personajes tienen los ángulos de cámara, las sombras y los contornos que se merecen. Dana Andrews, que da vida a uno de los inculpados por el furioso populacho, ofrece uno de los momentos más inolvidables de la película; aquél en el que le dejan escribir una carta para su mujer. Dicha carta estará presente en el último tercio de film como elemento secundario, hasta que Fonda la lee en presencia de todos los que han cometido la barbarie. En ese instante, la planificación de Wellman alcanza momentos sublimes, enfocando los rostros, y con ellos los pensamientos de todos los presentes. Nunca un plano fue tan sutil y expresivo. Los 75 minutos de filmación bastan para golpearnos brutalmente la conciencia, y ver cuan equivocado puede ser el sentido de la justicia humana.

Clint Eastwood, admirador pretérito de Wellman, la tiene siempre presente y ha sabido asimilar su influencia, adaptando su estilo en muchas de sus películas, y así rendirle el tributo como sólo las obras maestras se merecen.
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106 de 110 usuarios han encontrado esta crítica útil
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