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El tercer asesinato (2017)

El tercer asesinato
120 min.
6,3
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Sinopsis
El conocido abogado Shigemori defiende a Misumi, acusado de robo con homicidio, que ya cumplió pena de cárcel por otro asesinato hace treinta años. Las posibilidades de que Shigemori gane el caso son escasas, ya que su cliente reconoce ser culpable, aunque esto probablemente signifique la pena de muerte. Pero a medida que desentraña el caso y escucha los testimonios del propio Misumi y de su familia, Shigemori empieza a dudar de la culpabilidad de su cliente.
Género
Thriller Drama Drama judicial / Abogados/as Crimen Familia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Sando-me no satsujin (The Third Murder)
Duración
120 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
2017: Festival de Venecia: Sección oficial largometrajes a concurso
2018: Japan Academy Awards: 6 premios. 10 nominaciones
7
Del inconveniente de haber nacido
Algunas personas no deberían haber nacido. Por dos posibles razones:
- Por el mal extraordinario e irreparable que producen en su entorno.
- Por el mal extraordinario e irreparable que les produce su entorno.
Víctimas y victimarios condenados sin solución. Desde antes de aparecer (en escena), desde antes de nacer. Nuestra voluntad da igual. No cuenta. Todo está decidido. No sabemos ni cuándo ni por quién ni desde dónde, pero es un hecho evidente, e injusto.
Nietzsche, si mi memoria no me traiciona, lo decía de otra manera; él hablaba de que los actos que realizamos o cometemos, aunque sean crímenes nefandos, eso en esta caso no varía el sentido, son sola una pequeña, ínfima y prácticamente invisible parte de una cadena de hechos que se suceden en el tiempo y que no tienen ni principio ni fin. Causas y efectos que se enredan, dan la vuelta y pierden en un laberinto inextricable e imposible de desanudar. Por lo tanto, desde ese punto de vista, es una idiotez, una barbaridad, el enjuiciar, la legalidad, la penalidad, el meter a la cárcel o condenar a quien sea esta vez. Es imposible, ridículo además, determinar la criminalidad de nadie, su auténtica responsabilidad.
Esta película es especial, increíblemente intensa, ambiciosa y hermosa. Dudo un poco más sobre sus resultados. Logra crear un espacio tranquilo, profundo y denso, cuestionador, y eso es de un valor incalculable, por escaso y precioso, lo quizás más problemático sea averiguar cómo se llega a conseguir ese efecto, si es todo pleno o hay más de un rasguño, desperfecto, desvarío o mal defecto. Diría que está, como es normal, un tanto desequilibrada, que sigue diferentes surcos según se mueve y no siempre tienen estos salida ni son los más adecuados, ya que están preñados de pistas falsas, contradicciones y pequeños exabruptos.
Pero dejemos las pegas y vayamos a lo bueno o más complejo. A sus muchos planteamientos y vericuetos:
- La Justicia es una trama falsa, llena de mentiras y espantajos. Una representación torticera. Una pantomima. Una farsa en la que es imposible distinguir lo espurio de lo verdadero, en la que la estrategia legal (sea eso lo que Dios quiera; más bien trapicheo, trueque y negocio de mercaderes funestos) siempre se impone a la (de verdad, la que merece tan alto nombre) justicia, el rigor o la humanidad. Un trampantojo enrevesado, obtuso y malintencionado.
- Si Dios, debemos darle un nombre a ese vacío en el cielo, es el juez supremo, los jueces con toga de la tierra son sus delegados, y los hombres cuando actúan, sus emisarios. Tres planos diferentes para una misma conclusión. La justicia divina como designio inescrutable y absurdo. La judicial como ciego azar interpretado por necios y malvados. La más humilde y ciudadana a expensas de fuerzas superiores que nos controlan, desbaratan y gobiernan.
- Relaciones paterno filiales. Imposibles. O, siendo generosos, muy dificultosas. Una distancia radical separa las dos generaciones. Una necesidad (de afecto) truncada por diferentes anhelos y un mismo agujero (de feroz, fría desesperación). Separación, incomunicación, abuso, desconcierto, también algo de cariño y mucho miedo.
- La invención de relatos. Hay cuentos buenos y cuentos malos. Los buenos suelen ser los que más nos creemos, no los mejor contados. Es decir, nosotros ponemos, a través de nuestros deseos, lo que no está en los hechos. Nos mentimos, creamos los sucesos, los adoptamos y deformamos para quedarnos satisfechos. Actúan esos relatos como tranquilizantes, consoladores y, sobre todo, tremendos simplificadores de unos elementos indescifrables, terriblemente complejos.
La realidad o el criminal (¿chivo expiatorio?) en el hecho judicial son unas vasijas vacías que deben ser rellenadas por el resto de los actores en juego. Esa vasija no tiene criterio, peso ni verdad, es una construcción del cuerpo penal, lo mismo que el mundo real es una elaboración de toda la sociedad. El pacto es tácito y nada tiene que ver con los ideales o los hechos materiales. Es otra cosa: suma caótica de intereses, encontronazos, cegueras, perdiciones, redenciones, inmolaciones, chapuzas y casuales colisiones.
- La identificación entre el bien y el mal, entre el representante de la ley y el posible asesino. Son lo mismo. Coinciden en lo humano y lo indefenso ante el mismo destino, en el dolor compartido y el abismo.
- Pena de muerte. Sí o no. ¿Es necesario eliminar a seres que en el caso de que sigan vivos son potencialmente susceptibles de aumentar su número de crímenes? ¿O por el contrario, a pesar de todo lo anterior, hay que tener más fe en el hombre y pensar que es posible el libre albedrío, la reinserción o resurrección, el cambio, el arrepentimiento o la transformación sanadora?
La película plantea todo lo mentado, y más, para no acabar de pronunciarse claramente al respecto de ninguna cuestión. Lo cual, evidentemente, es un gran acierto (con la otra cara al acecho, el peligro ya citado de la confusión inane y relamida). Esa espectacular ambigüedad deja al espectador todo su lugar (zona difícil pero estimulante y enriquecedora); él puede ahora llenar a su gusto su vasija más querida, la del cine, el arte o lo que demonios sea eso que tanto nos engatusa.
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59 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Inmolación o Condena
Una frase de la película resume el propósito de este thriller policiaco japonés: ‘no quiero hacer como que no veo’. Todo gira en torno a un hecho delictivo que presenciamos al comienzo de la cinta – el asesinato de un empresario, que deja tras de sí a una joven viuda y a una huérfana impedida –, pero en realidad aborda una compleja reflexión sobre la culpa y su expiación. Podría entenderse como un tradicional relato sobre un crimen y su castigo, aunque si bien los hechos son contumaces, todo aquello que no hemos presenciado tiene tanta o mayor importancia que lo que la realidad ofrece a primera vista: sólo se trata de no apartar la mirada y dejar que las piezas del rompecabezas vayan encontrando su acomodo hasta desvelarnos un cuento gótico repleto de dolor y suciedad que lo impregna todo hasta la náusea.

Quizás peque de lentitud, prolijidad y verborrea, pero si se acepta el ritmo premioso y se disculpa el exceso de diálogo, se ofrece un retrato adulto, complejo y lleno de matices sobre el valor de todo ser humano, de la importancia que cada cual puede tener en la vida de los demás, con independencia de los yerros anteriores o de aparentes logros presentes. Los caminos del señor no son siempre rectos ni cristalinos, los peores actos pueden deberse a las mejores de las intenciones, los mayores crímenes pueden contener una simiente de bondad y justicia. Nada es lo que parece – como todo buen enigma que se precie – y nadie es tan bueno ni tan malo que no guarde en su fuero interno una cara oculta que nos impactaría, turbándonos y haciéndonos palidecer de incredulidad u horror si fuéramos capaces de desentrañarla. Sólo hay que saber observar.

Lo que comienza como una pieza hermética, discursiva, sin un centro de gravedad aparente, contradictoria y tosca, deshilvanada y premiosa, va tomando cuerpo y cogiendo altura poco a poco, en la misma medida en que las capas del misterio se van revelando en sutil paradoja tras innumerables embustes, máscaras y artificios, sembrando la incomodidad y el asombro en el espectador. Tras la argucia bienintencionada de unos abogados que intentan librar a su defendido de la pena de muerte se esconde un abismo ético irresoluble, donde la verdad no brilla, donde la justicia quizás vence pero no nos convence, donde la clemencia permanece desterrada y donde la condena se vuelve calvario…

Imperfecta pero también un prodigio de ambigüedad moral. No es para paladares inquietos, ni para los que anhelan un mundo idealizado. Se paladea sobre todo al finalizar su proyección. Difícil de recomendar pero estimable.
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27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
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