Las mil y una (2020)

Se sumerge con rotundidad en esos acontecimientos cotidianos, carentes de estructura clásica: Planteamiento, nudo, desenlace, necesaria en cualquier narración, ya sea literaria o cinematográfica.

En LAS MIL Y UNA, existe un tibio desenlace. No es spoiler, pues no desvelo que sucede. Podría hablar de ella, como de algo novedoso, a mi al menos me lo ha parecido, al relatar momentos intrascendentes de unos personajes que se manejar en tiempo real, sin saltos dramatizados y curiosamente no resultan tediosos.

Bien interpretada, con la naturalidad requerida; alojándose en una irrelevancia evidenciada en el propio planteamiento que al final, sugiere mas que muestra.

El material con el que se maneja y nos muestra en su segundo largo la directora argentina Clarisa Navas es oro en bruto sin separar aún de la ganga y ahí radica a mi juicio sus virtudes y sus defectos. La veta donde se encuentra ese oro se conforma como un factor primordial en el devenir de sus protagonistas; un barrio suburbial y marginado "las mil" en Corrientes en el norte depauperado argentino.

Navas utiliza su cámara en tránsito permanente por las calles del barrio y rememora sus experiencias de juventud en un entorno donde la problemática queer adolescente florece en rebeldia libertaria plagada de riesgos que la acosan tanto como a la propia subsistencia. Consigue la directora momentos de gran belleza basada en su amorosa mirada sobre unos personajes que rezuman autenticidad. Sobra metraje y el conflicto se estanca, como el tiempo y nos violenta como la vida que transcurre entre sus ruinosas calles.

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