El último harén (1999)

No es una gran película, pero tiene ese encanto de lo exótico, de lo oculto, de lo íntimo, que se entremezcla con una extraña historia de amor dentro del harén. La película muestra bellas mujeres, encerradas sí, pero llenas de lujos y regalos, de sentimientos encontrados, de celos, mentiras y ansias de poder, ansias de ser importantes para el único ser importante: el Sultán.
El ambiente dentro del harén se muestra cercano. Los desnudos en los baños son como un respiro en aquel claustro permanente que, a veces recuerda los prostíbulos de otras épocas.
Algo lenta en su desarrollo, se ve con facilidad, aunque los contrastes entre la vida dentro del harén y las otras tomas de exteriores resulten chocantes. El lujo, la decoración del palacio, las bellas mujeres con sus elegantes vestidos y alhajas, el color de la piel de los eunucos, mantienen una bella historia dentro de un contexto complicado de esclavitud y veneración a un sistema ya caduco en el que la mujer forma parte de la decoración del palacio.

Me interesó mucho por representar la vida de ese mundo diferente al occidental, la decadencia de un imperio y como una nueva era acaba con las tradiciones, destruyendo vidas y costumbres, cambios sociales y radicales que siempre sucederan. El romance no me llegó mucho, no lo senti, aunque la esposa preferida del sultan convence en su papel.