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La última aventura de Robin Hood (2013)

La última aventura de Robin Hood
94 min.
5,0
606
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Sinopsis
Biopic sobre la decadencia del actor hollywoodiense Errol Flynn (Kevin Kline), cuyos últimos años estuvieron marcados por su gran adicción a las drogas y al alcohol. En medio de una vida turbulenta llena de amoríos y botellas de vodka, este playboy mantuvo una relación con Beverly Aadland (Dakota Fanning), una actriz de 16 años, a la que conoció cuando él tenía casi 50. La madre de la chica (Susan Sarandon) vio en esta relación la gran oportunidad de que su hija, que sólo había interpretado pequeños papeles, alcanzara el estrellato. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Biográfico Cine dentro del cine
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Last of Robin Hood
Duración
94 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
3
Tabloid
La estrella de Hollywood Errol Flynn murió en Vancouver, Canadá, a fecha de 14 de octubre de 1959, a los 50 años de edad. Para la eternidad legó una cincuentena de títulos de entre los cuales, clásicos tan memorables como 'Gentleman Jim', 'El halcón del mar', 'El capitán Blood' y, cómo no, 'Robin de los bosques'... lo que nuestros queridos lectores deberían saber (porque en esta publicación nos debemos a la verdad, y sólo a la verdad) es que las circunstancias en las que se encontró el cuerpo del famoso actor para nada se correspondieron con su ilustrísima carrera artística. Nos cuentan los testigos (porque sinceramente, ningún periodista de la redacción estaba a menos de 100 km a la redonda con respecto al epicentro de los sucesos) que los últimos minutos de vida de Mr. Flynn fueron una auténtica tortura, no sólo para él, sino también para cualquier ser querido que le quedara en aquel entonces.

Recordemos que el astro del séptimo arte se encontraba en tierras canadienses debido a las dificultades económicas por las cuales pasaba. Lejos quedaban ya los días de gloria en que los grandes estudios se apuñalaban entre ellos con tal de ofrecerle un contrato lo suficientemente jugoso como para conquistar su favor. La decadencia, debida a una combinación entre una edad que no perdonaba y una mala vida en la que abundaba el sexo el alcohol y las drogas (terrible, sí) jugaba en contra de un tren de vida que para seguir en marcha requería cada vez más sacrificios. Es por esto que el actor decidió desprenderse de una de sus más queridas posesiones: Zaca, su ostentoso yate con el que tantas aventuras había vivido, era ahora el objeto de deseo del acaudalado empresario George Caldough. Todo parecía dispuesto para que el trato se concretara, no obstante... había que algo que no marchaba bien.

Errol Flynn venía quejándose de unos dolores de espalda que, por lo visto, se agudizaron hasta dejarle completamente indispuesto. Pocos minutos después, ahí le encontraron. Tendido sobre la moqueta, inmerso en un espantoso recital de espasmos, con espuma saliéndole por la boca y gruñendo unas últimas palabras del todo incomprensibles. Lo peor vino cuando por fin cesaron las convulsiones. Y es que al alcanzarle la muerte, su cuerpo experimentó los mismos procesos físico-químicos que experimentan el resto de mortales. Su esfínter se relajó por última y definitiva vez... permitiendo así que todos los excrementos acumulados a lo largo de las últimas horas, vieran la luz y se instalaran (y mancharan) su ropa interior. La habitación en la que se encontraba el cadáver quedó, por supuesto, perfumada con un potentísimo olor a descomposición humana, lo cual seguramente no fue exactamente así... pero eh, nos viene estupendo para introducir 'La última aventura de Robin Hood'.

Al fin y al cabo, el filme escrito y dirigido por Richard Glatzer y Wash Westmoreland podría definirse como la más sucia incisión imaginable en el género del biopic. Poco o nada importa la mística de los personajes (no lo olvidemos, basados todos ellos en personas reales), pues de lo que se trata aquí es de rebajarlo todo no hasta alcanzar la desmitificación, sino hasta sobrepasarla para que la historia quede al mismo subnivel que la cloaca más infecta del mundo. Por supuesto, esto no es una recreación de los últimos suspiros del gran Errol Flynn, es la reinterpretación más maliciosa de una agonía, utilizada aquí para regodearse en el imperecedero morbo de la miseria humana ajena. Recuerden la teoría general de la fama, así como una de las leyes más universales de la ciencia: cuanto más alta la subida, más estrepitosa será la caída. Es más, es como si a veces deseáramos encumbrar a alguien hasta los altares del estrellato sólo para ver cómo el tipejo de turno se estrella (nunca mejor dicho) a posteriori.

Planteada como una versión con más nombre de aquella pequeña sorpresa que llevaba por título 'An Education', y construida de forma rutilante a través de los distintos implicados, 'La última aventura de Robin Hood' se caracteriza primero por emperrarse en demostrar, escena tras escena, que el malgasto de potencial artístico sigue siendo, a día de hoy, un crimen no tipificado en los códigos penales del "mundo civilizado". Susan Sarandon, Kevin Kline e incluso la sobrevalorada Dakota Fanning rinden muy por debajo de sus posibilidades, y lo peor es que parece que lo hagan por consignas "de arriba". Esto nos lleva al segundo gran rasgo distintivo del filme: su mórbida obsesión por menospreciar todo lo que pueda ensombrecer el gusto carroñero de Glatzer & Westmoreland. El melodrama se convierte, casi desde la primera escena, en el artículo de última página de sucesos de la publicación más barata y ruin de la prensa amarilla. Glamour de tabloide; estupidez que surge de una distinción más falsa que el latón. El aire de TV-movie se devalúa, mientras, hasta que lo cutre y la vergüenza ajena se agrandan sobremanera, más aún que el ego más desbordado del más famoso de los intérpretes. Y efectivamente, los músculos se relajaron, los intestinos se vaciaron y la sala olió, por siempre jamás, a... eso mismo.
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11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Piano Man
No conozco en profundidad la vida de Errol Flynn, tan sólo lo tópico, lo que se cuenta siempre que se habla sobre él. A una de esas cosas ya hace referencia el título de la película, y es que si por algo ha pasado a la historia Errol Flynn, es por haber sido, en la ficción, Robin de los bosques, primero, y un gran pirata y mejor espadachín, después. En un terreno más personal, destacaba por ser un auténtico fiestas, libertino y vividor; en definitiva, un adelantado a su tiempo. El precursor del Rat Pack hollywodyense y sus guateques. Al menos, así se cuentan muchas anécdotas al respecto, en las que siempre queda claro, eso sí, que era el mejor de los anfitriones. De todo ello, aunque a pequeña escala, se hace eco esta película, porque claro, la edad que tiene Errol cuando empieza La última aventura de Robin Hood es de 48 años, y aunque demuestra seguir siendo un campeón, fallecería tan sólo 2 años más tarde a causa de un infarto de miocardio (recordemos que si ha pasado, no se consideraría spoiler).

Aviso: Desgraciadamente para algunos, durante lo que dura la película, no veremos a Errol Flynn tocar el piano con su florete.

Es por lo mencionado en el primer párrafo, que esta es la primera vez que tengo constancia de la existencia de Beverly Aadland, la última pareja de Flynn, que le conoció cuando ella tenía 15 años y con quien desde entonces mantuvo una relación amorosa hasta el momento de su muerte. Aadland es interpretada por Dakota Fanning, mientras que Errol Flynn es casi literalmente devuelto a la vida por Kevin Kline, en la que parece una asociación perfecta de reparto, y eso que —si la memoria no me falla— recuerdo haber visto, en uno de aquellos reportajes que el programa Megahit, de Telemadrid, hacía sobre las películas que posteriormente iba a emitir (en lugar de hacerlo al revés, y así no destrozar algunos argumentos), que comentaban que Kline destacaba por ser uno de los pocos actores de Hollywood que aún no se había divorciado de su primera esposa, llevaba una vida recta y sólo se conocía un “mal” vicio, el tabaco. Igualito que su personaje.

Por otro lado, tenemos a Florence Aadland, la señora madre, personificada por Susan Sarandon. En el póster de La última aventura de Robin Hood, Sarandon aparece la última, pero personalmente me ha parecido que es su personaje el más protagonista, pues se encarga de retratar a una antigua bailarina que, tras ver truncada su carrera por un accidente de tráfico que le hizo perder una pierna, decide volcarse en su hija, transmitirle su sueño y, finalmente, escribir un libro sobre lo ocurrido entre su hija y su (casi) yerno.

La película, que como ya he dicho, trata sobre cómo se conocen y enamoran Bev y Pene Andante, está, casi por completo, contada desde el punto de vista de Flor, mientras la joven hija era aún menor. Sin embargo, los directores y guionistas del filme (Richard Glatzer y Wash Westmoreland —¡Wash West More Land!—) no parecen saber por dónde tirar al recrear la experiencia. Por un lado, quieren justificar las actitudes de todos los protagonistas, amparándose en la voz de la madre y, en ese sentido, dando la menor importancia posible al más coherente y sensato de los presentes —el marido—. Por otro lado, en ocasiones parece que nos hallásemos más ante una comedia que ante un drama, porque Errol es un cachondo encantador, para qué lo vamos a negar. En La última aventura de Robin Hood, a veces parecen estar de acuerdo con las actuaciones perpetradas por madre, hija y actor, y otras simplemente deciden pasar por alto —como hacen los personajes— determinadas situaciones.

Sorprende, claro, que un tema tan controvertido en apariencia como este —el de las relaciones amorosas y sexuales entre adultos mayores de edad con menores—, sea tratado con tanta ligereza e indolencia, hasta diría que con un punto de benevolencia y/o connivencia, por parte de los realizadores. Al final de la cinta resulta llamativo e interesante comprobar que la película está dedicada a Beverly Aadland, fallecida en 2010, no porque no tuviese derecho la mujer, después de tantos años, sino más bien porque parecen mandar un mensaje con ello. A pesar de dicha dedicatoria, el público tomará partido por una opinión o por otra, si es que ha estado prestando un mínimo de atención a la historia, en función de su propia moral, y es que ya sabemos que estamos frente a un tema delicado, y sino que le pregunten al bueno de Roman Polanski.

En ciertos momentos, la película recuerda a Hollywoodland (2006); medio biopic de una estrella de la televisión —en lugar del cine— interpretado por Ben Affleck, que pasa por las horas más bajas de su carrera y en las que el director de la cinta tampoco quiere mojarse. La última aventura de Robin Hood no aporta nada de intriga y resulta menos oscura que aquella, pero bien se merecería un mínimo de reconocimiento por el papel que hace el carismático Kevin Kline y por el parecido entre actores y las personas en que se basan, sin duda lo mejor del filme, aunque si se penetra en la película como lo haría Flynn, resultará entretenida.

Por último, y por ello menos importante, Richard Glatzer y Wash Westmoreland (pobre hombre) ya mostraban maneras con su anterior film, titulado Quinceañera en su versión norteamericana. No me atrevo a preguntarles qué creen que significa tener quince años.
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9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
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