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La bala humana (1968)

La bala humana
116 min.
6,5
37
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Trailer (JAPONÉS)
Sinopsis
Sátira anti-belicista que sigue la historia de un soldado que se da cuenta de que es un títere en manos de sus superiores, mostrando sus ridículas aventuras mientras se le entrena para convertirse en torpedo humano. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Bélico Comedia II Guerra Mundial Sátira
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Nikudan (The Human Bullet)
Duración
116 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
8
Una ecuación en la que la vida humana vale cero
Japón a mediados de 1945, la Guerra del Pacífico está dando sus últimos coletazos y el ejército nipón se prepara para lo impensable: un desembarco norteamericano en sus costas; y aquello que más le aterroriza... la rendición incondicional. Para ello, y como última medida, ha creado un "equipo de élite" cuyo cometido básicamente es una misión suicida donde tiene que destruir el mayor número de tanques americanos con un buena cantidad de dinamita y un espíritu inquebrantable [...] dentro de ese grupo destaca un soldado que realiza los entrenamientos completamente desnudo.

Desde los primeros minutos en que aparece nuestro protagonista La bala humana se proclama como una película antibelicista con un incisivo carácter satírico a todo lo que representa la deshumanización provocada por la guerra y en particular una patada en la entrepierna a cualquier figura autoritaria (véase el Ejército).

En ella seguimos las andanzas del cadete especial de primera de las fuerzas terrestres. Tercer escuadrón de la tercera división del tercer ejercito, cuyo nombre nunca llegaremos a conocer. Es más, esta carencia de nombres se repetirá por toda la cinta, acentuando la insignificancia de unas vidas mutiladas por una guerra que nunca entendieron.

Seremos testigos en sus 116 min de un viaje iniciático que parte de una muerte segura a una conclusión desoladora. Donde una voz en off (Tatsuya Nakadai) más que narrarnos una historia nos dará veracidad de que todo esto ocurrió... aunque a nadie le importe. En el que nuestro protagonista (Minori Terada), cuyo mayor pecado es una devoción absoluta a todo lo que le exija su Nación, solo encontrará consuelo en el cuerpo de una huérfana de la guerra (Naoko Otani) y en la obsesión matemática de resolver todo tipo de ecuaciones que surjan en su cabeza; buscando en la lógica algebraica un camino de escape a la sinrazón que le rodea.

Si bien es cierto que la verdad es la primera víctima en una guerra, el olvido es su última víctima. Esto queda reflejado perfectamente en este film. Un olvido que cae como una losa en la existencia de los personajes que forman esta obra, de la materia con que están hecho los mártires que nunca tuvieron nombre.

Para comprender mejor este film hay que entender su génesis. El director Kihachi Okamoto participó en los finales de la II Guerra Mundial, una experiencia de la cual le marcaría para siempre. Es más, el personaje principal tiene mucho de su juventud perdida del realizador y de lo que acontece tiene carácter autobiográfico (evidentemente distorsionado por la sátira, aunque pienso que menos de lo que pensamos). El (incómodo) guion fue rechazado por los famosos Estudios Toho, así que la producción de la película fue llevada a cabo por el propio director (y su esposa) para lo cual tuvieron que hipotecar hasta su casa. Algo que se notará en el metraje por la escasez de medios, un hándicap que se convierte en una signo de identidad, lleno de lugares desolados cuya única presencia humana son el eco de un ejército en retirada.

De hecho hay una estructura en este film que me hizo recordar a otra maravilla cinematográfica: Simón del desierto (1965). Esa atmósfera casi anacoreta de nuestro particular kamikaze postrado en un agujero en mitad de unas inmensas y desérticas dunas cerca de la costa. Cuyo único contacto con el mundo exterior son estrafalarios personajes que se acercan a él mostrándole fracciones una realidad demasiado dura para mostrarla en pantalla, ese humor recalcitrante que solo nos hace evadir a nosotros (no a sus personajes), el desnudo femenino y un final desolador que apunta directamente al mundo civilizado, al mundo moderno en que se grabaron dichos filmes. Demasiadas coincidencias. La bala humana se grabó 3 años después Simón del desierto; me gusta la idea que Kihachi Okamoto también se hubiera sentido maravillado al visionar la obra de Luís Buñuel o que todo sea un simple caso de criptomnesia.

Como único punto negativo es que quizás la duración excesiva de su metraje, personalmente le recortaría de 15 min. o 20 min. que no añaden nada nuevo a la historia y hace que el ritmo se estanque en algunos momentos.

En resumen, nos encontramos pues en una peli que nos hará pensar en toda la absurdez y barbarie que trae la guerra (y aquello que nunca queremos aceptar, la derrota). Un film lleno de personajes entrañables, de un absurdo incómodo, de una crudeza fuera de cámara, de un humor corrosivo, de una esperanza ausente y de un escapismo constante. Toda una joya cinematográfica que merece ser descubierta. Una particular obra de culto dentro del cine japonés.

(Crítica de Lgecine)
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
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