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The Master (2012)

The Master
137 min.
6,3
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Sinopsis
Drama sobre la Iglesia de la Cienciología. Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), un intelectual brillante y de fuertes convicciones, crea una organización religiosa que empieza a hacerse popular en Estados Unidos hacia 1952. Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un joven vagabundo, se convierte en su mano derecha. Sin embargo, cuando la secta triunfa y consigue atraer a numerosos y fervientes seguidores, a Freddie le surgirán dudas. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Sectas Religión Años 50 Alcoholismo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Master
Duración
137 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2012: Oscars: 3 nom., Actor (Phoenix), Actor sec. (Hoffman), Actriz sec. (Adams)
2012: Globos de Oro: 3 nom, Actor (Phoenix), Sec. (Hoffman), Actriz sec. (Adams)
2012: Premios BAFTA: 4 nominaciones, incluyendo mejor actor
2012: Critics Choice Awards: Mejor actor sec. (Hoffman). 7 nominaciones
2012: Círculo de Críticos de Nueva York: 4 nominaciones, incluyendo mejor película
6
El señor oscuro
El Maestro, La Causa, El Libro I, El Libro II… Así de simple es la retórica de la secta fundada por Lancaster Dodd, el pope retratado en esta cinta. Un desfile de mayúsculas enmarcadas en una sonrisa Profident. Philip Seymour Hoffman borda el personaje, con su presencia a un tiempo encantadora y repulsiva, y, sobre todo, usando los recursos de una voz excepcional.

Joaquin Phoenix, por su parte, da vida a Freddie Quell. Se zambulle tan de lleno en su papel que cuesta distinguir si lo que vemos es persona o personaje. Más que interpretar a Freddie, es Freddie. Sentimos sus angustias y ansiedades a golpe de primeros planos brillantes e invasivos.

Paul Thomas Anderson aborda el espinoso tema de las neo-religiones. Aunque no llega a mencionarse expresamente la Cienciología, es un secreto a voces que Lancaster Dodd se inspira en L. Ron Hubbard. Inquieta (pero no llega a sorprender) que un hombre con tal temperamento haya sido el guía de una institución con miras espirituales.

Hay quien sostiene que el director se muestra equidistante y objetivo, pero para mí resulta obvia su mirada acusadora: Dodd pierde los papeles a menudo y se nos muestra como un charlatán de inspiración irregular. Sus terapias rituales recuerdan, por lo disparatado, a la psicomagia de Alejandro Jodorowsky. Ambos ensalzan la risa –en eso coincidimos– pero no sé si hacen gala de tan buen humor como predican. Desde luego, parece que se toman a sí mismos muy en serio.

Formalmente, abundan los planos cenitales, pausados, virtuosos, tan acordes con el estilo solemne del cine de Paul Thomas Anderson. La presentación de Freddie Quell es excelente: un trozo humano de carne roto por la guerra, obsesionado por el sexo y alienado, cuya tópica vía de escape es la bebida. Perdido, derrotado, se encuentra con Lancaster Dodd. Advierto en la construcción de ambos personajes una simbiosis más allá de la relación entre discípulo y maestro, como si Freddie fuera el álter ego desatado e indomable de Lancaster. La comunión entre los dos es mucho más profunda que la que existe, por ejemplo, entre Lancaster y su hijo natural. En cualquier caso, con ese par de monstruos en escena, el drama está servido.

Freddie elabora (y consume) un cóctel explosivo (da la impresión de que improvisa la mezcla cada vez, igual que Dodd cuando plantea preguntas y ejercicios de psicoterapia) y se dedica a hacer fotografías en un centro comercial. En cierto momento, al disponerse a retratar a un típico burgués, le acerca más y más los focos, hasta casi achicharrarlo. La cosa acaba en bronca, por supuesto. Pero lo que me interesa de la escena, es que lo que hace Freddie con su cliente se asemeja a lo que hace P. T. Anderson con el propio Freddie. La cámara carece de pudor y lo arrincona de forma compulsiva. Nos enseña, muy de cerca, su alma desquiciada.

Freddie, además, retrata a Dodd. No sólo lo fotografía: él mismo es un espejo sucio delante del Maestro. Este juego de retratos y reflejos me parece esencial en la película. Más allá del contexto –la secta–, la clave está en el intercambio de miradas entre los dos protagonistas, que configuran un personaje doble excepcional: Dodd y Freddie se desnudan mutuamente.

Los secundarios cumplen –Laura Dern y Amy Adams lucen con especial intensidad. La fotografía raya a gran altura. La narración avanza con medida parsimonia. Todo está cuidado hasta en el mínimo detalle. Dos escenas paralelas subrayan el camino circular de Freddie en la película: el primer interrogatorio que le hace Lancaster Dodd en el barco (ahí, el gurú desborda de carisma). Y la parodia de esa misma escena, en la que es Freddie quien repite las preguntas a un ligue ocasional. Las enseñanzas del Maestro han pasado de ser promesa curativa a mero juego erótico-festivo. Alcohol y sexo, antes y después de su periplo por La Causa. ¿Acaso hay redención?

PTA domina los recursos de su estilo. 'The Master' tiene calidad. Pero su cine no acaba de llegarme. La cinta pierde fuelle y fuerza a medida que avanza el recorrido. Nos atrapa, de entrada, con la estampa de Quell y el drama de su psique devastada. Logra interesarnos con los pormenores de su relación con el líder de la secta. Pero, poco a poco, la historia deja de importarme. Al terminar, me siento frío, tan frío como ese soberbio plano del recinto inglés en que Lancaster Dodd recibe a Freddie. La inmensidad oscura de la sala aleja a Freddie del Maestro. Y yo me alejo de su cine.



[Texto publicado en cinemaadhoc.info]
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338 de 388 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
La ambigüedad no siempre es un acierto
De Paul Thomas Anderson esperamos lo mejor después de su intensa y brillante "There will be blood". Para aquellos que esperan un nuevo clásico del director norteamericano lo mejor es desengañarles: "The Master" tiene lo mejor del talento visual y de dirección actoral, pero un enorme agujero argumental, que se convierte en un agujero negro conforme avanza el filme.

El mayor problema es que nos encontramos ante una historia que no se decide a definirse: ¿es un retrato de las relaciones de poder (master-servant) a lo Joseph Losey?, ¿es un buceo en la mente de un hombre obsesionado por el sexo (Freddy Quaill)?, ¿es un visionado crítico de la creencia ciega que mira de reojo a la religión?, ¿es una inversión degradada del recuerdo idílico de los 50 ahora en boga? Quién sabe. Y aunque director y críticos acérrimos alaben en la ambigüedad un gran acierto, mi impresión es que la indeterminación testimonia un no saber qué haber con pretensiones.

Uno termina el visionado del filme y se pregunta ¿de qué demonios va la película? Mal andamos cuando, después de 2 horas y pico, terminamos una película y no sabemos ni someramente qué decir. Por ello mi impresión (que no mi opinión: no soy tan osado) es que nos hallamos antes una película fallida. (Hubo en el cine quien la comparó con "The Tree of Life". Para mí, que sí pillé en aquella ocasión de que iba, no hay comparación, pero igual sirve de orientación para el desprevenido espectador).

Si comparamos "There will be blood" ("Pozos de ambición") con "The Master" esta última sala claramente perdiendo: el nivel actoral es tan bueno como en su anterior filme (Joaquin, Seymour Hoffman, Amy Adams están realmente impresionantes); la calidad fotográfica es igualmente alta (aunque yo prefiero el lacerante paisaje baldío de su anterior cinta); entonces llegamos a la historia...

Entonces llegamos a la historia y ahí es donde nos damos contra la pared. No es solo que el hilo argumental no tenga solidez, es que durante toda la proyección uno se la pasa preguntando qué hace uno viendo una película tan a la deriva, en la que uno no se siente para nada implicado o mínimamente interesado. Tomen la imagen de la olas turquesas literalmente: la película es pura marejada.

Yo ahora mismo recuerdo el clímax de la cinta anterior, con un Daniel Day Lewis tremendo, un argumento que enganchaba y un final a la altura de "Taxi Driver"... Bueno, pues, nada de eso va a encontrar en "The Master", donde solo el nivel actoral (Joaquin Phoenix apunta al Oscar) y ciertos momentos de buen cine salvan la película de un estrepitoso naufragio.
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