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Cohen vs. Rosi (1998)

Cohen vs. Rosi
90 min.
4,3
224
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Sinopsis
Dos familias rivales de distinto origen se unen a la fuerza por el amor de dos jóvenes. El periodista Ariel Cohen se enamora de Carla Rosi, al mismo tiempo que investiga a su padre, Giancarlo, un acaudalado hombre de turbios negocios que es candidato a diputado con aspiraciones presidenciales. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Romance
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Argentina Argentina
Título original:
Cohen vs. Rosi
Duración
90 min.
Guion
Fotografía
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6
Producción comercial entre el sainete y el grotesco
Para entender un poco más una película como "Cohen vs. Rosi" es necesario tener presente lo que fueron el sainete y posteriormente el grotesco en el teatro argentino de los años 20 a 40, con obras destacadas como "Mateo" o "El organito", de Armando Discépolo. Retratos costumbristas de familias inmigrantes con muchos hijos y mucho caos, donde la figura dominante era el padre y su intento de adaptación a una nueva era, nuevas costumbres y una certeza: que ya nada es como antes.

En medio de gritos, gestos ampulosos y situaciones inverosímiles para un marco realista, "Cohen vs. Rosi" se instala en esa tradición, como si fue una continuación finisecular de la misma, con tópicos diferentes, como la adaptación a la visibilidad de homosexuales y travestis o incluso de la pobreza estandarizada e inmóvil.

Así se pelean los Rosi y los Cohen, "tanos" y "rusos", unos políticos corruptos, los otros, periodistas inescrupulosos y sensacionalistas. En la familia Rosi, la madre (Rita Cortese) es una empedernida fumadora de marihuana que sólo ríe, el padre (Roberto Carnaghi) es el candidato a Presidente y pater familias, el abuelo es la abuela por voluntad propia (Alfredo Alcón), un hijo es un "pajero" (Favio Posca) y otra, una "prostituta" (Virginia Innocenti), según los define su propio padre, y la tercera es el único personaje que cambia (Laura Novoa), hasta enamorarse del hijo de los Cohen.

Puro enriedo, todo broma que despierta alguna carcajada y también alguna mirada de condescencia para ver a tan grandes actores prestarse a este zafarrancho producto comercial, que seguramente fue las mieles de salas de invierno durante ese lejando 1998, pero hoy, a 2015, suenan apenas ridículo, una línea que sigue el grotesco y el sainete, pero que difícilmente habilite una lectura como la que hizo David Viñas del primero, en su libro "Grotesco, inmigración y fracaso".

Sólo quedan un par de risas, ver el cúmulo de actores, y sorprenderse de qué era lo que se podía decir en cine por esos tiempos en cuanto a tópicos como política, "inseguridad", corrupción, homosexualidad, travestismo, racismo y discriminación. Por ejemplo, escuchar a Roly Serrano hablando de "villeros", que les robaron todo por el mero hecho de vivir en villas, y que lo hicieron de a miles, como si de cucarachas se tratase, es un discurso impensable para los medios de hoy. Interesante...
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