Vecinos (1981)

Aunque Madrid no es Nueva York, que ha gozado de un subgénero propio, como fue el caso evidente de las comedias de Woody Allen y su retrato evocador constante de la Gran Manzana, el hecho de ser la capital de España y su iconografía singular, mas la importancia de la movida madrileña en la década de los ochenta, provocó un fenómeno cultural y cinematográfico que descubrió a jóvenes cineastas y actores con mucho talento que con el paso de los años han confirmado su valía profesional.

Alberto Bermejo era un joven cineasta al que se le presentó la oportunidad de hacer su primera película, con un presupuesto ajustadísimo junto a un grupo de amigos que formaban parte de lo que se denominó, la nueva comedia madrileña, comedias urbanas con un cierto aire progre, dentro de la cual surgieron películas como “Tigres de Papel” de Fernando Colomo, “Ópera prima” de Fernando Trueba”, que ejerce aquí de productor ejecutivo. También formaban parte de este grupo Antonio Resines, Oscar Ladoire, Carmen Maura y Pedro Almodóvar, entre otros.

“Vecinos” es una comedia fresca y desenfadada que narra una sencilla historia cotidiana sobre una joven pareja (Antonio Resines y Asumpta Serna, una catalana recién llegada desde Barcelona), él es un profesor de literatura neurótico y celoso, mientras que ella es una chica alegre y extrovertida que no tiene problemas para empatizar con sus vecinos. Se han instalado en un piso con una comunidad de vecinos, un tanto peculiar con los que debe aprender a convivir, como nos pasa a todos, pues los vecinos es como la familia, tienes que aceptar lo que te toca ya que no depende de tu elección.

Asistiremos a la descripción de cada vecino, desde el cotilla disfrazado de deportista, hasta el jeta que busca constantemente hacer amigos, desde el presidente meticuloso y entrometido hasta el vecino mal educado que ni te da los buenos días. Sin duda el momento más jocoso es cuando Resines invadido por los celos debe explicar a sus alumnos la inmortal obra de Shakespeare, Otello, dejándose llevar por la pasión. También hay un pequeño papel para el ínclito crítico de cine Carlos Boyero que ejerce de amigo y consultor sentimental del joven profesor, escondido bajo unas oscuras gafas de sol, ejerciendo de propietario de un tugurio nocturno de copas. Comedia divertida y sin pretensiones que se disfruta dándonos la oportunidad de recuperar aquellos años.

No doy crédito a lo que acabo de ver. Las actuaciones no llegan ni al nivel de aficionados, el encadenamiento de los planos, de vídeo casero, los diálogos, en fin... no se salva nada. Lo único, si alguien quiere ver a Antonio Resines con pelo... Y en cuanto a la actuación de Carlos Boyero, no estaría mal escuchar la crítica que hace él. Pierdan su tiempo en otra cosa.