El lago de Drácula (1971)

En un libro dedicado al cine de terror, encontré hace tiempo la fotografía impactante de la muerte de un vampiro. La imagen pertenecía a una película japonesa titulada: Noroi no yakata: Chi o sû me (La mansión maldita: Los ojos sanguinarios). Por cuestiones comerciales, en el resto del mundo se llamó “El lago de Drácula”. Pero no, éste no es Drácula. Es un vampiro japonés interpretado por Shin Kishida.
Como novedad tenemos un vampirismo que se transmite como un mal hereditario y que puede manifestarse en cualquier generación.
Lo más destacable es su inicio. La niña Akiko, persiguiendo a su perro, había accedido a un camino secreto que atravesaba una cueva. Buscando su mascota entraba en una vieja mansión. Allí la niña descubría con horror a una chica muerta junto al piano, blanca como la tiza. A su lado un vampiro, con sangre en los colmillos, la miraba de manera siniestra. Huyó del lugar y muchos años después aquella imagen truculenta había quedado en su mente como un mal sueño o un producto de su fantasía. La joven Akiko, ya interpretada por Midori Fujita en su primera película, no sabía que volvería a encontrarse con aquella criatura infernal.
No es una gran película, pero sí una curiosidad interesante para los aficionados al cine de terror de los años 70.