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Gracias a Dios

Drama Alexandre vive en Lyon con su esposa e hijos. Por casualidad, se entera de que el sacerdote que abusó de él cuando era un boy scout sigue trabajando con niños. Se lanza a un combate al que se unen François y Emmanuel, otras víctimas del sacerdote, con el fin de liberarse de sus sufrimientos a través de la palabra. Pero las repercusiones y consecuencias de sus testimonios no dejarán a nadie indemne. Basada en el caso real de Bernard ... [+]
La voz del dolor
Que en el siglo XXI una película sufra serios problemas para ser estrenada en Francia resulta, como mínimo, sorprendente, pero es lo que ha ocurrido con la nueva película de François Ozon tras la denuncia de una antigua voluntaria de la diócesis de Lyon, que aparece en la película con su verdadero nombre y que solicitaba que se cambiase su identidad en el relato. Los tribunales franceses resolvieron en su contra, el filme se estrenó en el mes de febrero y ahora llega envuelto en el aroma de la convulsión ocasionada y también amparada por el aval que le proporciona el Gran Premio del Jurado del Festival de Berlín.

No es Ozon un director acostumbrado a abordar temas políticos o abiertamente comprometidos, aunque en algunas de sus obras, como “Joven y bonita” o “Una nueva amiga” esté presente un cierto análisis social desde un punto de vista nada conservador. Ozon, que filma con fruición al ritmo de una película al año, es un cineasta de múltiples caras y de variados estilos. El suyo es un cine de personajes, atento al detalle y a la creación de la veracidad dramática. Y puede adaptarse a distintos tipos de puesta en escena, desde el clasicismo abordado con una mirada moderna de la monumental “Franz”, hasta la mirada pop vertida en una película en el fondo de espíritu nostálgico como la celebrada “8 mujeres”.



Pocos esperaban que Ozon virase hacia un tema tan dramático y lacerante como el de los abusos sexuales en el interior la Iglesia Católica. “Gracias Dios” gira en torno al nacimiento de la asociación "La Parole libérée " (La Palabra Liberada), fundada en Lyon por un buen número de personas que denunciaron abusos del sacerdote Bernard Preynat, cometidos durante dos décadas, entre los años setenta y los noventa, así como los intentos de la Iglesia para silenciarlos. El pasado mes de marzo, el cardenal francés Philippe Barbarin fue condenado por el Tribunal Penal de Lyon a seis meses de prisión por haber ocultado los abusos. Barbarin presentó en marzo su renuncia ante el Papa y, entretanto, Preynat, el sacerdote presuntamente pederasta se encuentra a la espera de un juicio que está previsto que comience a finales de este año o a principios de 2020, en el que se le acusa de abusar sexualmente de al menos 85 niños.

“Gracias a Dios” comienza en el año 2014 de la mano de la primera de las víctimas de Preynat, quien, ya adulto, denuncia los hechos tras enterarse de que ha regresado a Francia y de que en su trabajo pastoral continúan presentes los infantes. El drama de su niñez regresa con toda su crueldad. Un drama que solo ahora puede percibir con la debida intensidad. A pesar de que los hechos ya se encuentran prescritos, la aparición de nuevas víctimas llevará a la creación del colectivo La Palabra Liberada. El propio Ozon se reunió con muchas de estas personas y ha desvelado una de sus peticiones principales: querían “su Spotlight”, en referencia a la oscarizada película de Tom McCarthy que relataba la investigación periodística de los redactores del Boston Globe en relación al escándalo que envolvió a la Iglesia católica de Massachusetts, después de demostrarse que ocultó un número importante de abusos sexuales por parte de diferentes sacerdotes de Boston. De ahí la urgencia de esta película que puede verse también como imprescindible documento.



La afligida pero, en el fondo, vitalista película de Ozon, seria, honda, de impecable equipaje dramático, resulta al fin un ejemplo de cine veraz y combativo, un modelo de narración aséptica y puntillosa que indaga en el dolor de las víctimas y enlaza diferentes protagonismos para crear una única voz, la que clama por la justicia y la lucha, la que expresa el trauma y la aflicción. No hay espacio alguno para el morbo en la denuncia de la película, que adopta un estilo casi notarial, que documentaliza la ficción creada para encontrar la verdad de la representación fílmica, en la que el escalofrío nazca de la desnudez expresiva. Ante la rabia y la ira no queda sino abrazar la contención. Esta es una de las iluminadoras conclusiones a las que accede esta película de extrema profundidad. Y entre todo ello, Ozon entrega también una reflexión sobre el perdón, sobre la pertinencia o la validez de un arma que puede liberar tanto como esclavizar, y sobre el complejo de culpa, que quizá pueda perseguir tanto a víctimas como a verdugos.

Nada existe en “Gracias a Dios” de la habitual mirada irónica del cineasta francés. Nada de su preciosismo visual, de la acostumbrada estilización de su puesta en escena. “Gracias a Dios” es un puñetazo en el estomago en toda regla y la sequedad de sus imágenes, la concreción de sus movimientos de cámara, lo afilado de su empaque son las señas de identidad de una obra que no aspira a denunciar, sino a dar voz. No aspira a juzgar, sino a mostrar. Ese es el arma del buen cine y en la reelaboración del drama de las víctimas de Lyon se encuentran algunas de las secuencias más intensas, más desgarradas y más emotivas que haya entregado el cine de 2019.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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