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Objetivo: Washington D.C.

Acción. Thriller Tras un ataque sorpresa con drones, el agente Mike Banning (Gerard Butler) es acusado de un intento de asesinato del presidente de los Estados Unidos. Perseguido por su propia agencia y por el FBI, Banning inicia una carrera a contrarreloj en la que ha de desvelar al auténtico grupo terrorista que ha puesto su mirada sobre el presidente. Secuela de Objetivo: Londres (2016) (FILMAFFINITY)
Memorias de un ángel caído
El infalible agente Mike Banning afronta otra jornada laboral pasando revista a un cuerpo (el suyo) que acredita su valía. Las cicatrices que recorren todos sus músculos, los moratones en las articulaciones más sensibles, la cojera crónica y los kilos de más (fruto solo del consumo excesivo de tranquilizantes) son una especie de dolorosa colección de condecoraciones que atestiguan una vida entera dedicada al servicio más sacrificado y peligroso de todos. Esto es, velar por la integridad del líder del mundo libre, o sea, de quien seguramente sea la persona más amenazada de todo el planeta.

Y así, con el recuerdo aún fresco de los caídos en combate, y de esas batallas amargamente perdidas, pero que al menos sirvieron para curtirse (aún más) en el oficio, el incombustible agente Mike Banning se dispone a trabajar. Y ahí que va: en un edificio medio derruido, el hombre aguanta, impávido, las salvajes acometidas de una horda de fornidos y malévolos mercenarios. Éstos le superan ampliamente en número, y disponen de un arsenal militar con el que podrían derrocar cualquier gobierno contrario a sus avariciosos intereses.



Pero este funesto panorama no es más que otro día en la oficina para el insaciable agente Mike Banning. Fuego (enemigo) aquí y allá, música cañera de fondo para entonarse, planos cortos para tapar los agujeros en la coreografía (o directamente, las aptitudes físicas mermadas de los bailarines en esta danza macabra), cámaras lentas para paladear, más si cabe, ese disparo imposible; esa patada definitiva. Ric Roman Waugh, director especializado en producciones de serie B, debuta en esta saga con clara vocación de serie B, y en la que Gerard Butler encarna al escudo humano perfecto para el presidente de los Estados Unidos de América.

Lo es por esa envergadura grasienta en la que lleva atocinándose durante los últimos años, pero también por esa experiencia acumulada en el campo de combate... y por supuesto, por esas habilidades con las armas que le convierten en una extensión de la mismísima parca. Ingredientes arquetípicos en el cine de acción orgullosamente made in USA, un cúmulo de circunstancias que Roman Waugh (en complicidad con un inesperadamente inspirado texto a seis manos entre Creighton Rothenberger, Katrin Benedikt y Robert Mark Kamen) trata acorde a su naturaleza de caldo primigenio del mito de la masculinidad heroica.



Y es que después de escapar milagrosamente de aquella Casa Blanca repentinamente convertida en una trampa mortal, y de aquella Londres sitiada por las fuerzas del mal, el peligro vuelve a llamar a la puerta del indestructible e incorruptible agente Mike Banning. Cuando parecía que la calma finalmente asomaba en su torturada existencia, una nube de drones kamikaze desciende del cielo, y ataca a su amado jefe de estado... con tan mala suerte (o no) que todas las autoridades piensan que él es el autor de tan traicionero atentado terrorista. El ángel de la guarda se convierte, en apenas un noticiario, en ángel caído. En un villano que debe ser eliminado.

La franquicia del guardaespaldas fondón cambia así sus habituales dinámicas de combate directo y frontal contra los enemigos del estado, para convertirse en una especie de caza humana declarada a un fugitivo que, como elemento cinematográfico que es, carga muy injustamente con la culpa de un crimen que sabemos que no ha cometido. A todo esto, a uno de los cerebros de este maligno complot, se le ocurre desviar el foco de atención mediática hacia unas claramente falsas acusaciones de intrusión rusa en la sacra soberanía del pueblo estadounidense. La ficción fílmica se ve manchada por una realidad (la nuestra) en la que identificar a los traidores a la patria se ha convertido en una labor desquiciante.



Es solo uno de los muchos síntomas que delatan a una película que, en la mejor tradición del cine de género, trasciende la simulación en la que se mueve (aquí, la enésima fantasía pueril y testosterónica sobre la posibilidad de arreglar cualquier problema con el debido estallido de violencia) para levantar un discurso capaz de arremeter, precisamente, contra las ilusiones que en teoría la tendrían que elevar dentro de los estándares palomiteros. Otro ejemplo: el desengañado agente Mike Banning, enfrascado en una huida indigna, descubre que quien le persigue es una manada de paletos que ostenta muy orgullosamente su estatus constitucional de milicia armada.

En su retrato casi cómico de lo crepuscular (véase el personaje de Nick Nolte), así como en su tratamiento de una acción que convierte el desparrame en herramienta de pura alienación, ‘Objetivo: Washington D.C.’ se revela como el capítulo más interesante de la trilogía. Sin renunciar a los aspectos más incómodos de su a veces muy incómodo discurso moral, consigue dar muestras de una auto-conciencia desmitificadora que parece decirnos que este sinsentido de explosiones en el que está constantemente envuelto el híper-activo agente Mike Banning, es desgraciadamente el mundo en el que vivimos. Ric Roman Waugh tira constantemente de tomas cercanas, pero se sitúa a una distancia sideral de los tiroteos con los que inevitablemente se va articulando la trama. Sorprendente gesto de hastío hacia una manera de resolver conflictos que solo parece generar más conflictos. Como en la -desesperante- vida real, vaya.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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