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Maléfica: Maestra del mal

Fantástico. Aventuras Tiene lugar varios años después de los acontecimientos narrados en la primera película, y explora la relación entre Maléfica y Aurora y las alianzas que se forman para sobrevivir a las amenazas del mágico mundo en el que habitan. Secuela de "Maléfica" (2014). (FILMAFFINITY)
Por encima del cuento, la aventura épica
En 2014, "Maléfica" se reivindicó como una superproducción que, gracias a un inteligente guion de Linda Woolverton, reinventaba en cierto modo el mito de La Bella Durmiente. Se trataba de una película con más aristas de las previsibles, que se atrevía a asociar a la feminidad con las fuerzas de la Naturaleza y que incluso subvertía por completo el desenlace tradicional de la historia otorgando la magia del beso sanador a un personaje insospechado. Además, aprovechaba la carnalidad fílmica de Angelina Jolie para dar un paso adelante en el clásico retrato de la bruja malvada del cuento.

Buena parte de ese riesgo se ha perdido en esta segunda entrega, que se mueve por senderos menos agresivos y en la que el noruego Joachim Rønning juega abiertamente la baza del gran espectáculo. Para entendernos, el cuento se ha convertido en aventura épica (con moraleja, eso sí). Las nuevas peripecias de Maléfica y Aurora se reflejan en un guion más estandarizado, aunque ocasionalmente deje caer algunas gotas de reflexión (apenas atisbadas) sobre la condición femenina y su superación ante la imposición de los condicionantes masculinos.



Que Rønning se sabe manejar en películas comerciales ya lo habíamos comprobado en la notable "Kon-Tiki" y en la menos interesante "Piratas del Caribe: La venganza de Salazar" (aunque, años atrás, hubiese sido el autor de un espanto como "Bandidas", a mayor gloria de Salma Hayek y Penélope Cruz), y en esta ocasión se pone al servicio del relato con suma modestia, consciente de que el verdadero director de la función no es otro que el departamento de CGI, cuyo trabajo es, sin duda alguna, abrumador.

Han pasado cinco años desde los acontecimientos narrados en la anterior película, los mismos que han transcurrido entre el estreno de ambas obras. Aurora, casi feérica (Elle Fanning, en otro alarde de recursos interpretativos pese a lo poco ambicioso del dibujo de su personaje), es la reina de las ciénagas, los bosques, las hadas y los duendes, pero como también es humana, va a caer enamoradísima en los brazos del príncipe Philip, lo que convertirá a ambos en dos nuevos Romeo y Julieta (¡hay que ver lo que da de sí Shakespeare!), ya que la madre de Philip no es otra que la pérfida gobernante de Ulstead, reino de humanos que siempre ha deseado la destrucción del reino de las hadas.

Y aquí es donde aparece Michelle Pfeiffer, la Reina Ingrith, que desde su primera intervención se revela como la villana de la función, pérfida hasta decir basta, traicionera y desalmada, que reúne en un solo ser todos los atributos de la malignidad (hasta envenenará a su regio esposo, partidario de la paz y la armonía entre ambos reinos, para acceder al poder y hacer el mal todo lo posible y más aún). Su duelo interpretativo con Angelina Jolie (en el que esta, excelente actriz, sale vencedora con creces) es uno de los alicientes del relato, aunque coincidan pocos momentos en la pantalla, y no ahorra un regocijante combate entre suegras en la secuencia del banquete que sella los esponsales de Aurora y Philip, donde se concentra buena parte de la escasa mala uva de la función, y que, por descontado, acabará en toda una declaración de guerra femenil que enfrentará al reino de las ciénagas con el de Ulstead, es decir, a seres fantásticos con seres humanos.



Y mientras transcurre la película, se alternan secuencias gigantescas con momentos íntimos un tanto acartonados: entre las primeras, apabulla por su alarde visual y por la perfección de su diseño el extenso encierro, a traición, de las hadas y los seres del bosque para ser exterminados por el venenoso polvo azul de las flores de la arboleda… ¡lanzado desde los tubos de un órgano tañido por la malvada ayudante de Pfeiffer! También se plantean algunos apuntes sobre la necesidad de la concordia ante la diferencia, sobre la dificultad de las relaciones maternofiliales y sobre el trabajo de asumir que las hijas han de hacerse adultas en algún momento (Angelina Jolie ha asegurado que el tema central de la película es el de si Maléfica es lo suficientemente buena como para ser la madre de Aurora).

Como buen narrador que es, Ronning entrega algunas secuencias contundentes e intenta resaltar lo rutilante de una puesta en escena que busca en todo momento el lucimiento visual (en algunas secuencias, parece que exista un cierto horror vacui que obligue a llenar el encuadre de contenido, de personajes, de movimiento). Y aunque es cierto que la narración acumula vaivenes y que la resolución de la trama se venir desde lejos, como el humo del ferrocarril en las películas del Oeste, “Maléfica: Maestra del mal” resulta ser, finalmente, un apreciable espectáculo. Nunca pretendió ser otra cosa y en el cine comercial abundan tanto los despropósitos que puede saludarse sin ningún rubor un producto que, pese a su ambición escénica, no se toma a sí mismo más en serio de lo debido.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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