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Alcanzando tu sueño (Teen Spirit)

Drama Violent (Fanning) es una introvertida adolescente que vive en la Isla de Wight, en Inglaterra, y que sueña con convertirse en una estrella del pop para poder así alejarse de tu triste panorama familiar. Con la ayuda de un inesperado mentor, Violet se inscribe en un concurso de canto que pondrá a prueba su integridad, talento y ambición. (FILMAFFINITY)
Música y arribismo televisivo
En rostro de Max Minghella se ha convertido en popular entre los aficionados gracias a películas como "Ágora" y "La red social" y, especialmente, a una serie de la relevancia de "El cuento de la criada". Minghella aborda su debut como director con una película de aire clásico y de puesta en escena esforzada, aunque finalmente insuficiente, en la que, no obstante, vuelca una cierta emoción que empapa algunas de sus imágenes. Un relato que atrapa la pasión por la música de una joven un tanto apocada, aplastada por su vida pueblerina, que encuentra una puerta de escape cuando atisba la posibilidad de participar en el programa televisivo "Teen Spirit" (título original de la película, no respetado una vez más por la distribución española y sustituido por otro que invita a no acercarse a su proyección)

Violet (una Elle Fanning que crece como actriz y que no está doblada en las secuencias en las que canta, estupendamente, además) vive en la isla de Wight, que oculta, tras su apariencia idílica, demasiadas tristezas y frustraciones. Alterna su vida en una granja llena de animales que les sirve de sustento a ella y a su madre con una poco apasionante vida escolar y personal, una existencia rutinaria mostrada en unos títulos de crédito con aire de videoclip que hacen temer lo peor.



Sin embargo, poco a poco, el guion de "Teen Spirit" va dosificando los tiempos del relato y, lo que es más estimulante, esconde alguna que otra sorpresa: tras plantear una historia que apunta al afán de soñar con una improbable realización personal, revela en realidad un drama que gira en torno al egoísmo y la ambición. El contraste que plantea el filme entre el entorno bucólico que rodea a los personajes y su vida frustrada por la ansiedad emocional y los problemas económicos tiene su correspondencia en otra contraposición, la que muestra el fulgor de los focos y los neones del triunfo musical tras el que se esconde la competitividad y el arribismo. Y, muy especialmente, la renuncia a una vida propia, convertida en engañosa popularidad.

Siempre gratifica encontrar una obra que pelee contra los fastos televisivos y contra el anhelo de notoriedad, pero Minghella se queda a medio camino, como si no quisiera hacer sangre en una historia que pide a gritos más crudeza formal, mayor riesgo expositivo. Mediado el metraje, el drama se entrega a la previsibilidad por medio de una nueva contraposición: la que muestra la relación entre madre e hija (apegada a la realidad inmediata: la madre quiere que cante en el coro de la iglesia), y la que retrata el contacto entre mentor y discípula cundo Violet haya de prepararse para el concurso de la mano de Vlad (un contenido Zlatko Buric), ex cantante de ópera que actúa, sin demasiada profundidad, como referente de la figura paterna con la que la joven ya no cuenta. Así está servida una pelea interior, una lucha entre el deseo personal, ahogado en el mundo de la carnaza televisiva, de la competición mediática y la exposición pública, y el compromiso familiar, combate que se resolverá según los cánones que todo espectador conoce, en un pequeño falso clímax.



Los mejores momentos de cine de "Teen Spriit" se encuentran en sus secuencias más modestas, atrapadas casi con un aire casual, como al vuelo; los momentos, por ejemplo, en los que Fanning canta y baila encerrada en su habitación, o los que muestran su primera y sobria intervención ante el jurado que escogerá a los participantes en el concurso.

Minghella parece ser consciente de estar jugando en un territorio de convencionalismos y se esfuerza por dar presencia a su puesta en escena, pero no puede evitar que oscile entre algún momento emotivo, nacido casi siempre del trabajo de los intérpretes (la pantalla vibra con las apariciones de la gran Rebecca Hall, una ejecutiva depredadora sacada de un manual de malvados), y una banalización visual que se va adueñando de sus imágenes: las actuaciones de Fanning se convierten en videoclips en toda regla, filmados con una luz desbocada. Para bucear en el relato que plantea "Teen Spirit" es necesario aferrarse al trabajo de la actriz, que consigue que deseemos sumergirnos en aguas más profundas mientras la película se queda en la superficie.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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