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Sesión salvaje

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Documental Documental que recorre la época dorada del cine exploitation español, desde la década de los 60 a los 80, un cine de bajo presupuesto pero de gran aceptación popular que explotaba modas cinematográficas, desde el western al cine de terror, pasando por el cine quinqui o incluso las comedias eróticas. (FILMAFFINITY)
La otra Historia de nuestro cine
La Historia del cine (tanto del nuestro como de aquel que no nos sentimos tan propio) se escribe, en principio, mediante el repaso de aquellos títulos y autores que han logrado asentarse en ese etéreo al que llamamos “imaginario colectivo”. ¿Pero cómo se llega a esta meta? Ahí está el foco de las discusiones y, de rebote, el origen del proyecto que al que concierne este texto. Y es que ahora que la cinefilia nacional está de enhorabuena debido al buen recibimiento de la audiencia (fruto del buen trabajo previo) de espacios televisivos como “Historia de nuestro cine”, parece el momento ideal para preguntarse qué y/o quién merece entrar en dicho compendio.

Y ya de paso, entender las razones que han llevado a determinadas películas a no llegar a calar en la memoria del “gran público”. En este sentido, el documental ‘Sesión salvaje’ se erige como una especie de arca recopilatoria de esa “cara B” (o “Z”, según cómo se mire). De esa lista de reproducción que, según la dupla de directores compuesta por Paco Limón y Julio César Sánchez, debe ser protegida. Primero, como ya he dicho, porque tradicionalmente se ha tendido a olvidar, o directamente a despreciar; segundo, y esto es lo que veremos a continuación, por el valor artístico de un corpus fílmico que en realidad puede reivindicarse, por qué no, como patrimonio de la humanidad.



A nivel cinematográfico, irónicamente, esta película no luce ninguna propiedad mínimamente remarcable. Se podría incluso decir que es un documental que sigue la fórmula de la no-ficción menos inspirada... aunque lo justo sería hablar del respeto con el que el aparato fílmico aborda al objeto de estudio. De lo que se trata aquí es de que las formas de esta “sesión salvaje” no eclipsen el ejercicio de memoria histórica que se está llevando a cabo. Sino al contrario, que lo eleven; que lo hagan lucir para que se gane, de una vez por todas, el respeto, admiración y devoción que supuestamente tanto se merece.

En este sentido, la película actúa como transmisora de todas estas energías. Su narración prescinde de voz en off “omnisciente”, y entrega la palabra a una colección impresionante de personalidades de la industria cinematográfica de ayer y de hoy. Productores, guionistas, directores, actrices, y actores se plantan delante de la cámara y comparten las interioridades y confidencias de aquellos proyectos que hasta hace nada, parecía que solo podían ser patrimonio exclusivo de un reducidísimo reducto de engullidores de películas, pero que ahora vemos claro, por fin, que está al alcance de cualquiera que tenga una curiosidad cinéfila mínimamente desarrollada.



Siguiendo esta línea de pensamiento, es interesante la posición con la que todos estos personajes comparten sus respectivas vivencias. Lo hacen tanto desde la perspectiva casi divina de la entidad creadora, como desde la humildad humanizadora del espectador que contempla, boquiabierto, las maravillas que están siendo proyectadas en la gran pantalla. Analizado con el debido tacto, queda claro que el cine actúa como fuerza que a todos nos iguala. Es la magia de un patio de butacas a oscuras, poblado por ojos y bocas abiertos a más no poder; fascinados por las mismas imágenes y sonidos.

‘Sesión salvaje’ bebe constantemente de este maná. “Hubo una época en que todo lo que nos preocupaba a algunos eran los vaqueros y los indios”. Con esta ensoñación, con esta invocación filo-fabulesca arranca un relato que acota el perímetro de actuación entre las décadas de los 60 y los 80 del siglo pasado. La tesis es que este período de tiempo se tradujo en treinta años de gloriosa gestación de una industria (fílmica, se entiende) al margen de lo que entendemos por “académico”, pero para nada reñida con el apoyo popular, y mucho menos (y esto es mucho más difícil) con el prestigio siempre asociado a, por ejemplo, la autoría.



El mayor mérito que pueden acreditarse Paco Limón y Julio César Sánchez es el de saber manejar una batería de nombres y títulos aparentemente tan inabarcable, que lo normal habría sido saturarse; atragantarse. Pero en su caso, la propuesta avanza con endiablada agilidad, como si de alguna manera se estuviera actuando a contrarreloj para salvar (del olvido) a cuantas más obras de arte mejor. Así, pasamos del spaghetti (o chorizo) western al cine de vampiros y hombres lobo made in Spain. Y cuando nos hemos querido dar cuenta, ya estamos en la turbiedad de aquel Bigas Luna o inmersos en el “arrebato” de Iván Zulueta. Con todo este material en nuestra retina, ‘Sesión salvaje’ confirma el éxito de su reivindicación.

No solo pone en la conciencia del cinéfilo despistado (me incluyo en este grupo) todos aquellos hitos que pudieron escapar a su radar, sino que, aún más importante, los contextualiza de tal modo que logra que se entiendan mejor los mecanismos de la industria moderna, pero también la historia de un país entero. La “españolada” como reflejo, nos guste o no, del espíritu de un pueblo. Las aventuras calenturientas de Fernando Esteso, Andrés Pajares y Mariano Ozores como síntoma de una sociedad que por fin podía respirar; la suciedad quinqui de Eloy de la Iglesia como señal de, precisamente, todo lo contrario: el ahogo de unos barrios y de unas gentes igualmente olvidadas... Hasta que el cine les dio voz... y hasta que a alguien se le ocurrió recuperarla. Con rigor histórico, claro, pero también con el fervor de quien, generaciones después, sigue recordando aquel primer flechazo.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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