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Beautiful Boy. Siempre serás mi hijo

Drama Crónica sobre la adicción a la metanfetamina de un chico adolescente y sus intentos por salir de la droga, a través de los ojos de su padre, que observa impotente a su hijo mientras lucha contra la enfermedad de la drogodependencia. (FILMAFFINITY)
En busca de la esencia del drama
En tiempos de cine adocenado e industrial, siempre es de agradecer una cierta audacia. Y el director belga Felix Van Groeningen se arriesga lo suyo en “Beautiful Boy”, un relato de mimbres sencillos que parte de los libros de memorias de David y Nic Sheff, padre e hijo que combatieron durante años la adicción a las drogas del segundo.

Van Groningen tiene un objetivo, patente desde el inicio del metraje: aunque como narrador tiende a las historias intensas y un tanto desaforadas, como mostró en “Alabama Monroe” y “Bélgica”, en este caso su objetivo es escapar de lo sentimentaloide. Lo consigue en muchas ocasiones y fracasa en otras, pero su postura es valiente y decidida. Al partir de dos libros escritos por personas diferentes, “Beautiful Boy” se ve obligada a adoptar dos puntos de vista, el del hijo drogadicto y el del padre irreductible, que no siempre dialogan entre sí con soltura. Por eso puede llegar a ser una película problemática para muchos espectadores: quizá deje insatisfechos a quienes busquen emociones desatadas tanto como a quienes esperen contención narrativa.



El autor lanza muchas preguntas y ofrece pocas respuestas, incide en las consecuencias, más que en las causas, y su mirada es al mismo tiempo neutra y afectiva, incluso incisiva con ciertos problemas educacionales y sociales. No juzga, muestra, no alecciona, describe. Por eso su película es más sensitiva que narrativa y por eso abraza las dudas de sus personajes: un padre que se asoma al abismo y un hijo que se arroja a este, un padre que se apresta a combatir el horror aún sabiendo que su falta de preparación puede llevarlo al fracaso y un hijo que vive en la pelea entre su hedonismo y su amor hacia su familia. Drama familiar al fin, “Beautiful Boy” se asienta en la indagación emocional desde la disección intelectual. De nuevo dos películas en una, que conviven tanto como se enfrentan entre sí.

Van Groningen es un cineasta que confía en los recursos de la puesta en escena, un director que juega hábilmente con la música y las canciones para potenciar la esencia dramática de las imágenes, no para adornarlas, un autor que inicia su película con un dramático plano fijo de un minuto y medio sobre un apabullante Steve Carrell (ya empieza a resultar difícil recordar que durante más de diez años fue un actor enmarcado solo en la comedia) y que revaloriza técnicas tan elementales como el plano-contraplano en secuencias excelentes como la que muestra el encuentro del adicto con su padre y su madre en el hospital, reveladora de dolores ocultos.

La imagen que cierra la película, otro plano fijo de un minuto, este sí, lleno de emotividad, muestra a un director a seguir. Un autor convulso que quizá aún busca su mirada exacta, pero entregado a la indagación de las imágenes y de sus emociones.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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